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Me entristecen y preocupan las crecientes divisiones que se están manifestando, sobre todo en las redes sociales, no solo entre personas no creyentes, sino también entre creyentes. ¿Ejemplos?

  • Divisiones relacionadas con la pandemia del coronavirus.
  • Divisiones relacionadas con la política estadounidense.
  • Divisiones relacionadas con el “marxismo cultural”.
  • Divisiones relacionadas con el Brexit (la salida del Reino Unido de la Unión Europea).

Creo que uno de los pasajes bíblicos que más necesitamos ahora mismo se encuentra en Romanos capítulo 14, un texto del que aprendemos siete principios muy aplicables a la situación actual:

1. Debemos reconocer que habrá diferentes opiniones

¿Cuál es el tema de ese capítulo? El título (no inspirado, pero muy útil) que se encuentra en la Nueva Biblia de las Américas es: “Principios que rigen problemas de conciencia”.

La palabra clave es la última palabra del versículo 1: “opiniones” (NBLA). La palabra original significa (entre otras cosas): “pensamientos” (Mt 15:19); “discusión” (Lc 9:46); “razonamientos” (Ro 1:21); etc. Se refiere a diferentes formas de pensar que a veces llevan a discusiones e incluso a disputas acaloradas. Y hay dos ejemplos en Romanos 14 de asuntos que generaban discusiones: (1) qué cosas se podían comer y cuáles no se debían comer (vv. 2-3); y (2) días normales y días especiales (v. 5).

Los temas que nos dividen tienen su importancia. Pero hay otras cosas mucho más importantes

Hoy, entre nosotros, hay otros temas sobre los cuales tenemos diferentes opiniones: el consumo de bebidas alcohólicas, los diferentes estilos musicales, la política, etc. Este pasaje bíblico nos enseña que es muy probable que haya diferentes opiniones entre nosotros, así que esto no debería sorprendernos.

2. Debemos darle a cada tema la importancia que tenga

“El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17).

¿Qué quiso decir Pablo con eso? Pues que había otras cosas mucho más cruciales que los temas que se estaban debatiendo en la iglesia en Roma.

Los temas que nos dividen tienen su importancia. Pero hay otras cosas mucho más importantes. Se trata de considerar la relativa importancia de cada cosa. ¿Qué temas son más importantes que los temas que nos dividen? Pues, por ejemplo: Dios mismo, Jesús, el evangelio y su extensión, el amor fraternal, el amor al prójimo, etc. Si no aplicamos este segundo principio, acabamos “colando mosquitos” y “tragando camellos” (Mt 23:24).

3. Debemos buscar la paz y el bienestar de la iglesia

“Procuremos lo que contribuye a la paz y a la edificación mutua” (Romanos 14:19).

Aquella iglesia (en Roma) estaba dividida entre “los débiles” y “los fuertes”. Es decir, entre los hermanos de conciencia más sensible y otros hermanos de conciencia no tan sensible, entre los más estrictos y los no tan estrictos.

Tal vez existía un peligro real de que aquella iglesia se rompiese en dos. Lo que sucede es que la causa de la mayoría de las divisiones en las iglesias no son cuestiones doctrinales de primer orden, sino asuntos secundarios, pero mal gestionados.

Imagínate si, antes de hacer ese comentario, antes de enviar ese tuit, o antes de publicar esa opinión, te preguntaras: “¿Con esto voy a contribuir a la paz y a la edificación mutua?” Podemos tener toda la razón, pero tener la razón no lo es todo.

4. Debemos tener mucho cuidado con nuestras actitudes

En este pasaje bíblico Pablo critica dos actitudes pecaminosas: (1) la actitud de los no tan estrictos de despreciar a los que eran más estrictos que ellos; y (2) la actitud de los más estrictos de juzgar y condenar a sus hermanos no tan estrictos.

“El que come no desprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come, porque Dios lo ha aceptado” (Romanos 14:3).

A veces tenemos que morir a nuestras preferencias personales por amor al Señor y a la causa del evangelio

¡Podríamos decir que ya en la Iglesia del primer siglo había hermanos “más progresistas” y otros “más conservadores”, cristianos “de izquierdas” y cristianos “de derechas”! Pero ¿cuál era el problema de fondo? No eran las diferentes opiniones. No, el problema de fondo eran las actitudes pecaminosas de los unos y de los otros.

¿Acaso no es ese nuestro problema también? Donde hay buenas actitudes, casi todo tiene solución. Pero donde hay actitudes pecaminosas, difícilmente se puede llegar a un consenso. Por ejemplo, piensa en las actitudes de algunos hermanos con respecto a la pandemia que estamos viviendo.

5. Debemos hacer todo a la luz del tribunal de Dios

“Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O también, tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Dios. Porque está escrito: ‘Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua alabará a Dios’. De modo que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí mismo” (Romanos 14:10-12).

Aunque nos cueste entender en qué sentido los creyentes estaremos “ante el tribunal de Dios”, el caso es que Pablo menciona esto en el contexto de las actitudes pecaminosas entre los creyentes en Roma. Está apelando a una realidad futura para corregir un problema presente. Es cierto que el miedo no es la mejor motivación para que hagamos lo correcto, pero ¡es una motivación bíblica!

6. Debemos poner en primer lugar al Señor y la causa del evangelio

Como ya hemos visto, los temas que a veces nos dividen no suelen ser los temas más importantes. Entonces, ¿cuáles son los temas más importantes? Pues, déjame que mencione al menos dos de esos temas:

  • El Señor: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo. Pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Porque para esto Cristo murió y resucitó, para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos” (Ro 14:7-9). ¿Ves el énfasis? ¡Para el Señor!

 

  • La causa del evangelio: “No destruyas la obra de Dios por causa de la comida” (Ro 14:20). Nuestras actitudes –y acciones– pecaminosas pueden hacer daño a “la obra de Dios”, a la causa del evangelio. No siempre nos paramos a preguntarnos: “Si digo eso, si hago lo otro, ¿qué efecto tendrá sobre la causa del evangelio?”

En todos nuestros debates sobre temas secundarios, ¿cuál debería ser nuestra motivación número uno? ¡La cruz de Cristo!

“Si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos” (Ro 14:8). A veces tenemos que morir a nuestras preferencias personales por amor al Señor y a la causa del evangelio.

7. Debemos imitar el amor sacrificial de Jesús

En todos nuestros debates sobre temas secundarios, ¿cuál debería ser nuestra motivación número uno? ¡La cruz de Cristo! ¿Y dónde está la cruz de Cristo en este pasaje? Pues, aparece dos veces, casi de forma imperceptible:

  • “Porque para esto Cristo murió y resucitó, para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos. Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O también, tú, ¿por qué desprecias a tu hermano?” (Ro 14:9-10).
  • “Si por causa de la comida tu hermano se entristece, ya no andas conforme al amor. No destruyas con tu comida a aquel por quien Cristo murió” (Ro 14:15).

La cruz de Cristo no es solo la base de nuestra salvación; ¡es también el modelo por excelencia para nuestras vidas! El eterno Hijo de Dios renunció a todos sus derechos para darnos a nosotros, los pecadores, el derecho de ser hijos de Dios. Él nos invita a tomar el mismo camino que Él tomó: el camino de la renuncia y del sacrificio, el camino de la cruz.

Estamos viviendo un momento especialmente difícil como sociedad y como Iglesia por diversas razones. Entre ellas, por la pandemia y por las crecientes divisiones entre ciudadanos y creyentes. Sin duda, necesitamos Romanos 14, ¡tal vez más que nunca!

Nota del editor: 

Este artículo se ha adaptado del capítulo “Hacer política a la sombra de la cruz”, del libro La Palabra sorprendente, editado por Andrés Reid y Francisco Mira (Andamio, 2020).

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