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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro La Biblia en el centro: Cómo exaltar la Palabra de Dios en tu vida, familia e iglesia. Haz clic en el enlace para descargarlo gratis.

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Cuando damos la bienvenida a los que visitan nuestra iglesia local, una de las cosas que con frecuencia decimos es que en nuestra iglesia «leemos la Biblia, cantamos la Biblia y estudiamos la Biblia». Por supuesto, buscamos vivir la Biblia.

En otras palabras, tenemos la convicción de que la Sagrada Escritura es, como decían los reformadores, la norma para todo aspecto de vida y práctica del creyente. Hemos sido intencionales en tener una reunión que gire en torno a la revelación específica de Dios, la que encontramos en la Biblia, y no en nuestras propias ideas o en las modas que encontremos a nuestro alrededor.

Por un lado, es trágico ver que en muchas iglesias evangélicas la Biblia es usada más como un pretexto que como un estándar. Se ha vuelto común que los sermones se compongan de algunos versos bíblicos salpicados por aquí y por allá, muchas veces enseñados fuera de su contexto. Esto causa que la iglesia tenga desnutrición espiritual.

Por otro lado, hemos sido testigos en los últimos años de un despertar de la predicación expositiva, la enseñanza seria de la Escritura y la búsqueda de obedecer la ley de Dios. Es importante, sin embargo, enfatizar que la enseñanza bíblica no debe estar limitada al púlpito, sino que debe permear todo aspecto de la vida de la comunidad de la iglesia, tanto en su reunión dominical como en su dispersión semanal.

En un artículo como este es imposible ahondar en las diversas maneras en las cuales se puede buscar llegar a esa meta, pero busco brindar algunos consejos.

La Palabra en los ministerios eclesiales

La Biblia debe reinar en los discipulados. El discipulado es la instrucción orgánica que brota desde la Biblia y se pone en práctica en todos los aspectos de la vida cotidiana. La iglesia debe buscar que cada persona involucrada en hacer discípulos (si bien es una responsabilidad de todo creyente) esté llevando a cabo la tarea por medio de instrucción bíblica sana y profunda (Ef 4:12-13; Col 3:16).

La enseñanza bíblica no está limitada al púlpito, sino que debe permear en toda la iglesia, tanto en su reunión dominical como en su dispersión semanal

Lo mismo debemos buscar en las reuniones diversas de la iglesia, como las reuniones de hombres, de mujeres, de jóvenes y, por supuesto, de niños. Por ejemplo, en nuestra iglesia local, buscamos que el material que se usa para la enseñanza a los niños sea de calidad y profundidad bíblica, pues entendemos la importancia de la educación bíblica desde temprana edad.

Dios ha puesto a los pastores de la iglesia como responsables de enseñar la Escritura y supervisar la enseñanza bíblica en los diferentes medios conectados a la iglesia local. Aunque el liderazgo pastoral es más efectivo cuando aprende a delegar, hay ciertos aspectos de la vida de la iglesia que se deben supervisar cuidadosamente y uno de ellos es la enseñanza. Proveer una visión clara de lo que se espera de los maestros y maestras en la iglesia es vital. De hecho, la mayoría de los hermanos esperan eso de sus pastores y pueden frustrarse cuando sienten que al liderazgo pastoral no le interesa mucho lo que no sea el púlpito.

La Palabra en los asuntos familiares

Me parece que todos los creyentes saben, o por lo menos intuyen, que no es suficiente depender de las reuniones de la iglesia para el crecimiento espiritual y personal. Por ejemplo, los padres son los responsables primarios con respecto a la educación cristiana de sus hijos (Dt 11:19; Sal 34:11; etc.).

Hoy en día, muchos padres creyentes quieren delegar esa responsabilidad a la iglesia o a la escuela cristiana. Pero la Escritura pone esa responsabilidad sobre los padres mismos (Ef 6:4). Por lo tanto, los padres deben ser intencionales en enseñar a sus hijos la Palabra de Dios de diversas maneras y usando la creatividad que Dios mismo da. No solo pueden enseñarles versículos bíblicos, sino también cantos bíblicos, por ejemplo. Pero lo más importante es enseñar a los hijos a poner en práctica la enseñanza de la Escritura. Por otra parte, la escuela es indispensable y crucial en la formación no solo espiritual sino también intelectual de los hijos. Por lo tanto, los padres deben pedir la sabiduría de Dios para tomar la mejor decisión en cuanto a la educación de sus hijos. Vivimos en tiempos en donde ideologías antibíblicas se han infiltrado en los sistemas educativos, de manera que están educando a la nueva generación con bases completamente opuestas a Dios.

Necesitamos un corazón dispuesto a confesar sus carencias y que se fortalece en la gracia para hacer cambios con el poder del Espíritu Santo

En la medida de lo posible, los padres deben orar a Dios para tomar las mejores decisiones sobre la educación de sus hijos. En algunos casos, la mejor decisión será educarlos en casa. En otros casos, en alguna institución con fundamentos cristianos. Para algunos padres, por diversas situaciones, esas primeras dos opciones no les serán posibles, así que tendrán que ser inmensamente intencionales para resguardar a sus hijos del ataque del maligno.

La Palabra en lo individual

No olvidemos que la Biblia no solo debe reinar en la iglesia y en la casa, sino también en cada individuo. La Escritura dice: «La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales» (Col 3:16, RV60).

Cada creyente es individualmente responsable delante de Dios de buscar su propio crecimiento espiritual por medio de las disciplinas espirituales, como la lectura y meditación de la Biblia, la oración, la reunión con la iglesia y la participación de las ordenanzas. Para muchos cristianos, la única interacción que tienen con la Escritura es precisamente los domingos y nada más. Eso no es suficiente. Meditar continuamente en la Palabra de Dios es crucial y se debe poner empeño en ello, por medio de la confianza en la gracia de Dios.

Así que la Biblia debe reinar en todo aspecto de la vida del creyente y no está limitada al uso desde el púlpito. Esto, por supuesto, necesitará un corazón dispuesto primeramente a confesar sus carencias, pero también un corazón que se fortalece en la gracia para hacer cambios con el poder del Espíritu Santo. Pidamos la ayuda de Dios para vivir una vida de gozosa obediencia a la revelación divina.

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