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Como hombre que ha vivido sin su padre casi toda mi vida, he descubierto que definir la masculinidad es engañosamente difícil. No tuve a nadie a mi alrededor que me demostrara una masculinidad verdadera y sana. La ausencia de mi padre ha sido una fuente de dolor y pesar, pero esta sensación de anhelo me ha llevado a Dios en busca de respuestas, plenitud y la condición de hijo. Él es mi único Padre fiel, mi Padre celestial.

Encontrar una definición clara y precisa de la masculinidad es especialmente difícil si acudimos al mundo en lugar de acudir a la Biblia. Consideremos por un momento lo que aprendemos de nuestra sociedad sobre la masculinidad. Por lo general, un niño no tarda mucho en encontrarse con una imagen erótica, una historia explícita o un chiste groseramente inapropiado. Incluso si sus padres consiguen protegerlo de contenidos inapropiados en la televisión y en Internet, sus amigos pueden transmitirle lo que han visto y oído. La comprensión de la sexualidad por parte de un niño suele estar distorsionada desde una edad temprana y esa visión distorsionada del sexo afecta profundamente a su visión de la masculinidad.

Mientras tanto, la industria del entretenimiento nos ofrece una representación defectuosa de la masculinidad tras otra, glorificando las actividades mujeriegas de James Bond, la dureza estoica y la distancia emocional de Jason Bourne, y la obsesión de Gordon Gekko por la codicia, el poder y el control. A medida que envejecemos, las compañías farmacéuticas nos venden un cuento de hadas y nos sugieren que si tenemos disfunciones en el rendimiento masculino, hemos «perdido» nuestra masculinidad y necesitamos una cura para recuperarla.

¿Cómo entender qué es la masculinidad cuando parece tan complicada dondequiera que miremos?

Dios hace a los hombres

Necesitamos una mejor definición de la masculinidad, y ¿quién mejor para definir qué es la masculinidad que el propio Creador? Cuando Dios creó la vida, se acercó para tocar y moldear al hombre desde la tierra. Con cuidado e intimidad, creó al hombre de una manera distinta. En última instancia, aprendemos que Dios está incrustando Su propia imagen en el hombre.

Entonces el SEÑOR Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente (Gn 2:7).

En los versículos que rodean a Génesis 2, vemos cómo Dios define el propósito de este único hombre antes de la creación de la mujer: el propósito de su labor, la extensión de su autoridad, los parámetros de su obediencia e incluso el aumento del deseo por una esposa.

Necesitamos una mejor definición de la masculinidad, y ¿quién mejor para definir qué es la masculinidad que el propio Creador? 

La masculinidad encuentra su definición solo en Dios, no en el mundo, ni en la cultura, ni en el lugar de trabajo. La masculinidad se define, en última instancia y por completo, por el Dios que hace a los hombres.

El Dios-Hombre

Pero la trama continúa.

Al leer la gran historia de Dios en la Biblia y buscar representaciones ideales de los hombres entre los reyes, sacerdotes, profetas, guerreros y líderes que encontramos, sentimos que algo nunca está del todo bien. El pecado ha dañado el reflejo de la masculinidad ideal. Un héroe bíblico tras otro se muestra herido, quebrantado, defectuoso, propenso a la desobediencia e incluso a la maldad absoluta. Sin embargo, en esos mismos hombres vemos pequeños destellos de gloria masculina: fe inalterable, convicción inquebrantable, servicio humilde y sacrificio. Pero, de nuevo, solo destellos.

Hasta que Dios mismo irrumpe nuevamente en el tiempo y el espacio para darnos al hombre modelo. Su Hijo, Jesús, es la representación divina perfecta de la masculinidad. Él define la verdadera masculinidad.

Al observar la vida de Jesús, encontramos innumerables atributos y compromisos que nos muestran cómo vivir como un hombre fiel al llamado del Padre. Si eres un hombre que busca la masculinidad verdadera, considera si estos nueve compromisos (entre muchos otros) tendrían un impacto significativo en tu masculinidad si los aplicaras activamente en tu papel de líder, empleado, esposo, padre e hijo.

1. Un hombre se compromete a seguir a una autoridad mayor.

A otro [Jesús] le dijo: «Ven tras Mí». Pero él contestó: «Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». «Deja que los muertos entierren a sus muertos», le respondió Jesús; «pero tú, ve y anuncia por todas partes el reino de Dios». También otro dijo: «Te seguiré, Señor; pero primero permíteme despedirme de los de mi casa». Pero Jesús le dijo: «Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios» (Lc 9:59-62).

2. Se compromete a sacrificar todo lo demás a la sombra del discipulado.

Si alguien viene a Mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser Mi discípulo (Lc 14:26).

3. Se compromete a una obediencia decidida y gozosa.

Como resultado de esto muchos de Sus discípulos se apartaron y ya no andaban con Él. Entonces Jesús dijo a los doce discípulos: «¿Acaso también ustedes quieren irse?». Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios» (Jn 6:66-69).

4. Se compromete con la disciplina espiritual.

Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, Jesús salió y fue a un lugar solitario, y allí oraba (Mr 1:35).

5. Se compromete a permanecer en la Palabra de verdad.

Entonces Jesús decía a los judíos que habían creído en Él: «Si ustedes permanecen en Mi palabra, verdaderamente son Mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Jn 8:31-32).

6. Se compromete con el crecimiento y la producción, especialmente de frutos espirituales.

En esto es glorificado Mi Padre, en que den mucho fruto, y así prueben que son Mis discípulos (Jn 15:8).

7. Se compromete a llevar a cabo la misión de Dios.

Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28:19-20). 

8. Se compromete a amar fielmente a los demás.

Un mandamiento nuevo les doy: «que se amen los unos a los otros»; que como Yo los he amado, así también se amen los unos a los otros. En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros (Jn 13:34–35).

9. Se compromete con la hermandad y la comunidad.

Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca (He 10:24–25).


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.
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