×

Recuerdo cómo, en una sesión de consejería, una joven expresó que la santidad era imposible de alcanzar en el tema de la sexualidad. Ella se exponía a la pornografía, y hacerlo abrió la puerta a más pecados sexuales. Se acomodó en decir que «era su lucha más grande», y que mientras se arrepintiera cada vez, todo estaría bien hasta que Cristo regrese. Así que le pregunté: «Y el evangelio que es poder de salvación, ¿dónde está para ayudarte?».

Antes de hablar sobre cómo caminar en santidad en el área de la sexualidad, es importante que sepamos por qué debemos hacerlo. De lo contrario, solo tendríamos una lista de pasos para seguir, sin la motivación correcta.

¿Por qué caminar en santidad? 

Cristo vino para hacer posible con Su sacrificio que Dios habitara por la fe en nuestros corazones (Ef 3:17). De modo que, los cristianos podemos decir junto a Pablo: «ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gá 2:20). Así que, porque Cristo vive en nosotros, guardamos nuestro cuerpo y alma para Él. ¡Esa es la motivación! ¡Él es la motivación correcta!

Lo que hacemos en nuestro cuerpo refleja lo que adoramos en nuestro corazón

Nuestro mayor problema no era el pecado sexual, sino nuestra relación rota con Dios. Por la fe en Cristo, Él lo solucionó para nosotros. Ahora nuestra lucha es contra el pecado que trata de regresarte a la esclavitud de la cual fuiste liberado (Gá 5:1). Si has creído en verdad el evangelio, eres una nueva criatura en Cristo, todo tu ser debe ser testimonio fiel de Su presencia en ti. ¡Él ya te justificó y santificó! ¡Corre a Él en adoración!

Lo que hacemos en nuestro cuerpo refleja lo que adoramos en nuestro corazón. En algunos sentidos (y esto aplica a nuestra pureza sexual), lo que hacemos con nuestro cuerpo es tan importante como lo que hacemos con nuestra alma. Si somos el templo del Espíritu Santo (1 Co 6:19), rendimos adoración a Dios también con nuestra boca, ojos, mente y acciones.

¿Cómo caminar en pureza sexual?

1. Creciendo en tu amor por Dios

Quizás pienses: «Ya sé que hay que amar a Dios, pero _______ (llena el espacio en blanco)». Creo que todos ponemos excusas cuando un pecado nos engaña, pero también cuando no queremos dejar ese pecado, si hemos de ser honestos. Si esto es así en tu vida, como le respondí a la joven del inicio: necesitas arrepentirte y crecer en tu conocimiento y amor por Dios (Mt 22:37-38).

Necesitamos tomar acción al respecto, no solo decir que ya lo sabemos. ¿Qué estamos haciendo para amar más al Señor? Si dices que amar más a Dios es una lucha para ti, ¿cómo estás luchando? ¿Es difícil? Sí, pero no por causa de la ley de Dios ni por la incapacidad del Espíritu Santo, sino por nosotros.

¿Cuánto te dispones a conocer a Dios cada día para experimentar Su presencia y amor en todo momento?

Leer la Biblia, memorizarla, orar y hacerlo junto a otros son nutrientes indispensables para nuestro crecimiento en el Señor, con el resultado que mata el deseo del pecado. Crecer en el amor por el Señor no es una declaración romántica, es experiencial. Amas, adoras y eres leal a quien conoces. ¿Cuánto te dispones a conocer a Dios cada día para experimentar Su presencia y amor en todo momento?

2. Guardando tu mente, tus ojos y tus oídos

El pecado sigue el patrón de ver, codiciar y actuar, como sucedió en el Edén (Gn 3:6). Por ejemplo:

  • Un hombre o mujer casados empiezan a sentir atracción o alegría por estar con una persona diferente a su cónyuge, ven que es bueno y agradable a sus ojos. Al contemplarlo más, un deseo empieza a ser racionalizado y justificado a la luz de sus problemas matrimoniales o de sus frustraciones individuales. Se convierte en un deseo que llega a parecerles sensato, justo o incluso lógico. Entonces, «de repente», se hallan comiendo del fruto.
  • O los solteros, quienes fantasean tanto con una persona, influenciados por las redes, las series y las historias de otros jóvenes, que esa persona empieza a ser todo lo que desean y, lentamente, sucumben a lo que han oído y pensado. Cuando han caído presas de sus deseos impuros, empiezan a maquinar cómo hacerlos realidad: hablan palabras dulces, provocan risas, ofrecen atenciones y comprensión, pero todo esto responde a lo que habían estado maquinando (cp. Pr 7:5, 21).

El pecado sexual se comete porque alguien empieza a considerar y ver algo o a alguien como de más valor que Dios y su propia santidad. No detienen una mirada lasciva, un pensamiento impuro o un consejo desafortunado, sino que les dan rienda suelta.

Tu mente, tus ojos y tus oídos están conectados. Tu mente guarda las imágenes, los recuerdos, las palabras y lo que estas te hicieron sentir. Lo que retienes en tu memoria se convierte en tu mundo y en tu realidad; por eso, tu mente necesita ser renovada por la verdad de Dios (Ro 12:1-2). Cuida lo que tus ojos ven, lo que tus oídos oyen y lo que permitirás que florezca en tus pensamientos.

3. Cortando tu pecado de raíz 

El pecado sexual más que llevarte a una vida de placer y felicidad, te lleva a una vida de esclavitud y dolor, tanto físico como espiritual. Te lleva a vivir una vida desordenada y secreta. ¿Qué hay detrás? Idolatría. Porque intentas encontrar felicidad, plenitud, gozo y consuelo en el lugar equivocado.

En consejería, aprendí que el pecado se trata y corta de raíz. No hablo de decir «Esto no se hace», sino de reconocer qué está llevándote a hacerlo una y otra vez. Hay dos actitudes equivocadas que solemos tener. 1) Nos culpamos: «Yo lo resolveré, haré esto y lo otro». 2) Justificamos el pecado: «Es por mi pasado y mi contexto».

Cuida lo que tus ojos ven, tus oídos oyen y lo que permites que florezca en tus pensamientos

Pero como bien dijo Jesús: «Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno» (Mt 5:29). Cristo está hablando sobre el adulterio en este pasaje, así que, aunque este consejo se aplica a todo pecado, especialmente se aplica al pecado sexual.

En los momentos difíciles de la vida, no demos paso a escribir o responder un mensaje inapropiado, o a entretenernos viendo la cuenta del deportista o personaje famoso que casi siempre se expone físicamente, o con quien confundo mis sentimientos por una característica que me gusta de esa persona.

Corta esos hábitos, recursos y lugares que propician el pecado sexual en tu vida, pero hazlo con arrepentimiento. No limpies el vaso por fuera intentándolo en tus fuerzas (Mt 11:28-31); lleva tu debilidad a Cristo, porque solo Él nos limpia de toda maldad cuando confesamos nuestro pecado (1 Jn 1:9).

4. Arrepintiéndote

El arrepentimiento genuino debe impulsar nuestras acciones para vivir en pureza sexual. Hablo de tristeza por el pecado cometido contra la santidad de Dios (2 Co 7:10; Sal 51:3-4), de volvernos a Dios de todo corazón (Jr 29:13), pero también de hacer un plan para no regresar a un patrón pecaminoso (Ez 33:11). Esto no es solo un compromiso de «ya no hacerlo», sino uno por cultivar asombro por quién es Dios y lo que te ha dado en Cristo para ser como Él.

Nuestro corazón necesita recordar quién es el único digno de amar y adorar por sobre todas las cosas y quiénes somos ante Dios por Cristo

Así que, busca cortar de raíz también la idolatría, el orgullo y la necedad, y ríndete a la gracia y el amor que hay en Cristo para vivir libre de la lujuria, la fornicación y todo pecado sexual.

Pide perdón a quienes has ofendido abiertamente, no te complazcas con solo tener un cargo de conciencia, camina junto al Señor en todo tu proceso de transformación. Es posible salir de este pecado —¡de todo pecado!—, no por cuánto te esfuerces, sino porque Dios es tan poderoso que en Su gracia no dejará tranquilos a Sus hijos en su pecado. Él hará esto hasta que vivamos conforme a Su diseño, aún si eso conlleva pruebas o disciplina; Él lo hará porque nos ama (cp. Fil 1:6).

5. No luchando solo

La Biblia dice: «Antes, exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: “Hoy”; no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado. Porque somos hechos partícipes de Cristo» (He 3:13-14).

Te animo a no detenerte en pensamientos que despiertan deseos, que no juegues con el pecado, y que hables de tus luchas antes de que se materialicen y no haya vuelta atrás. Pero si el pecado ya ha tomado lugar en tu vida, tus hermanos todavía te pueden ayudar a centrarte en el evangelio.

Su perdón es más grande

En mis años previos a conocer al Señor, la música, las películas y los anuncios sexualizados no me molestaban. De hecho, en una cultura de feminismo y revolución sexual, esto era normal. Pero ahora, cuando escucho a jóvenes en su dolor y vergüenza por el pecado sexual y recuerdo mi antigua vida rendida a mis deseos y supuesto empoderamiento, atesoro más en mi corazón una de las verdades más hermosas que nos otorga el evangelio: el perdón de Dios.

La maravillosa noticia de la gracia de Dios es que Su perdón siempre está disponible, cuando vienes en arrepentimiento genuino y fe. La consecuencia de no ser un buen mayordomo de tu sexualidad es la esclavitud al pecado (2 P 2:19). Pero ¿por qué regresar a la esclavitud de un pecado, cuando ya eres libre en Cristo?

Nuestro corazón necesita recordar quién es el único digno de amar y adorar por sobre todas las cosas y quiénes somos ante Dios por medio de Cristo. De modo que, cuando la tentación se asome, distingamos su presencia y huyamos para refugiarnos en Cristo.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando