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Era el año 1987 y mi vida estaba destruida. La fortaleza que pensaba estaba salvaguardada, ya no era. Mi matrimonio roto, el ministerio cerrado, mis pequeños hijos en la encrucijada entre el departamento de papá y el de mamá. Pero más profunda aún era la crisis espiritual. ¿De qué había servido dedicarle mi vida al Señor? ¿Dónde estaba ese Dios que supuestamente me amaba y quería lo mejor para mí? Veía a muchos alrededor mío que disfrutaban de la vida sin un pensamiento acerca de Dios. Esa parecía una mejor vida que la que yo había estado siguiendo, sirviendo en el pastorado. Era en esas circunstancias cuando tomé la Biblia, específicamente la carta de 1 Pedro, para conocer a este Dios que decía que me amaba. Lágrimas, depresión, decepción, e incertidumbre eran mi contexto para leer “para que la prueba de la fe de ustedes, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo” (1 Pe 1:7). Nueve meses más tarde, mi corazón rebozaba de gozo, no porque mis circunstancias hubieran cambiado, pues no era el caso. Mi corazón había sido transformado por la pura Palabra de Dios. Nueve meses de leer todos los días, toda la carta, había sido el proceso por el cual el Espíritu de Dios había usado la Palabra de Dios para cambiar mi corazón.

¿Qué tiene que ver esta historia con memorización? ¡Todo! Después de nueve meses la primera carta de Pedro era mía. Se había encarnado. En Su misericordia y en Su tiempo, Dios también obró en nuestros corazones la reconciliación matrimonial, y ahora casi 30 años más tarde, el amor y unidad de pareja siguen firme, y disfrutamos de seis nietos. Pero las lecciones aprendidas durante esos nueve meses han perdurado hasta hoy, ya que desde entonces la memorización es parte de mi rutina diaria y el Señor me ha dado la oportunidad de compartir su Palabra en muchos lugares por América Latina.

Entonces, ¿qué beneficios trae la lectura y memorización de las Escrituras? ¿Cómo puedo memorizar en medio de una vida ajetreada?

Por qué memorizar las Escrituras

La lectura extensa y memorización de las Escrituras es la energía para transformar nuestras vidas. 1 Tesalonicenses 2:13 dice: “…la aceptaron no como la palabra de hombres, sino como lo que realmente es, la palabra de Dios, la cual también hace su obra en ustedes los que creen” (énfasis añadido). Pablo da gracias a Dios, porque los tesalonicenses aceptaron la palabra como Palabra de Dios. Si hacemos un estudio del término “aceptar” encontraremos que también se traduce como “dar la bienvenida”, “abrazar”, “recibir en casa”. Cuando leemos, meditamos, y memorizamos la palabra “como Palabra de Dios”, esa palabra actúa en nosotros. O sea, produce algo. La lista de los beneficios que la Palabra produce en nosotros es larga:

  1. Salva – Santiago 1:18, 21
  2. Alimenta – 1 Pedro 2:2-3
  3. Purifica – Salmo 119:11
  4. Anima y consuela – Romanos 15:4
  5. Edifica – Hechos 20:32
  6. Prepara – 2 Tim 2:16-17
  7. Guía – Salmo 119:133

He aquí el desafío: dedícate a la lectura extensa de la Palabra, y si te animas, ¡a la memorización extensa! La televisión y los diarios nos fueron acostumbrando al resumen, a enfocar nuestra atención por unos minutos nada más. Los pastores nos animan a “pasar 5 minutos en la Palabra”. Hoy podemos comprar la Biblia de un minuto, y todo esto ha atrofiado nuestra relación con la Palabra. Siéntate por 20 minutos y lee toda la carta a los Filipenses, o a los Colosenses, o 1 Pedro, y verás cuán diferente se entiende en comparación con leer solo 4-5 versículos a la vez.

Hay otros aspectos prácticos que la lectura extensa y memorización producen:

  1. Me ayuda a comprender la intención del autor. Los libros de la Biblia —y particularmente las cartas apostólicas— tienen un concepto principal que se muestra a lo largo del escrito. Cuando leemos y meditamos solamente en unos pocos versículos a la vez, perdemos la idea central.
  2. Me ayuda a entender la conexión de pensamiento entre secciones del libro o carta. Entre las palabras más importantes de la Escritura están las conjunciones. La próxima vez que te sientes a leer la carta de Filipenses, presta atención y subraya las conjunciones, y no solamente las más obvias como “por tanto” de 2:1, y 2:12; o “por lo demás” de 3:1, y 4:8; o “así que” de 3:15, y 4:1. Pero nota también los “porque”, “de tal manera”, “solamente que”, “pero”, “sino que”, y de repente la Escritura se abrirá como nunca antes. ¡El texto cobrará vida!
  3. Me ayuda a entrar en el mundo del autor y de la audiencia original. ¿Cómo se sentía el autor al escribir? ¿Qué estaba pasando en su vida? ¿Qué pasaba en la iglesia a la que el escritor se dirige? ¿Qué tipo de problemas enfrentaba la iglesia? Las respuestas saltan a la vista en la lectura total.
  4. Me ayuda a meditar. Cuando leemos con el entendimiento, la Palabra misma nos da elementos en los cuales meditar. El salmista dice, “sino que en la ley Jehová está su delicia” (Sal 1:2) ¿Cómo puede la lectura de un texto producir delicia en nosotros? Cuando leemos extensamente y memorizamos la Palabra, hay un gozo, un deleite en la Palabra que es difícil de explicar, pero sublime de disfrutar.

Cómo memorizar las Escrituras

Finalmente, ¿cómo puedo hacerlo? Hay todo tipo de métodos para memorizar. Comparto aquí lo que me ayudó a mí.

  1. Dedica un poco de tiempo. Aparte 20-25 minutos cada día. A mí me resulta mejor la mañana temprano, para ti puede ser el medio día, o la noche. Me gusta caminar mientras memorizo.
  2. Escoge una versión de la Biblia. Una que sea una buena traducción y a la vez amena.
  3. Comienza con algo simple. No tomes el Salmo 119 o Romanos para empezar. Comienza con un salmo conocido, o la carta a Filemón, o un capítulo del Sermón del monte.
  4. Lee toda la carta. Si quieres memorizar una carta como Filipenses o Efesios, lee toda la carta varias veces primero, así comenzarás a familiarizarte con el flujo de pensamiento del autor.
  5. Comienza despacio. Memoriza frase por frase. Memoriza una frase, luego la segunda, repite ambas, luego memoriza la tercera. Repite desde la primera. Avanza despacio.
  6. No pienses en versículos. No le prestes atención a los números de versículos o capítulos. Recuerda que los escritores del NT escribieron cartas con texto seguido. Te ayudará a hilar pensamiento tras pensamiento.
  7. Repite, repite, repite, repite. Luego, repasa, repasa, repasa. Esto ha sido la clave para mí.
  8. No te desanimes. Encuentro que muchas personas abandonan a las dos o tres semanas, porque “no les queda”. Nuestras neuronas se han desacostumbrado a trabajar. Persiste, y tendrás victoria. La primera carta me llevó año y medio para memorizarla completa. La segunda seis meses. Después de 14 cartas o libros, ¡puedo asegurarte que se puede!
  9. Comparte lo memorizado. Por los primeros cinco años, mi esposa se sentaba a escuchar y corregirme. Busca oportunidades de compartir con amigos, grupos caseros, clases en la iglesia. El compartir será una motivación adicional para memorizar bien. Desde hace varios años el Señor me ha dado oportunidades como esta de compartir, en esta ocasión la carta a los Filipenses. Y en mi propia iglesia, El libro de Apocalipsis (en inglés).
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