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Uno de los argumentos que más frecuentemente presentan los ateos contra la existencia de Dios, es la existencia del mal. El argumento se plantea más o menos así: “Si Dios es completamente bueno y absolutamente poderoso, entonces debe tener la capacidad y la disposición de remover el mal de nuestro mundo. Pero el mal existe; consecuentemente, Dios no puede existir”.

En otras palabras, se asume que si Dios existiera el mundo debería funcionar de tal manera que el hombre fuera completamente feliz; pero lo cierto es que hay muchas desgracias en este mundo en que vivimos y, por lo tanto, no podemos defender racionalmente la existencia de Dios.

En este punto es necesario reconocer que la dificultad que el mal plantea en relación a la existencia de Dios es tanto intelectual como psicológica. No sólo parece una contradicción lógica creer en la existencia de un Dios bueno y todopoderoso en mundo donde hay tanto mal, sino que también nos genera un conflicto interno. Sin embargo, para lidiar con este aspecto psicológico del problema, debemos abordar primero el aspecto intelectual.

¿Demuestra la existencia del mal la inexistencia de Dios? No, realmente. De hecho, la existencia del mal no es un problema insoluble para el creyente, sino para el incrédulo.

Cuando un ateo replica airado que hay demasiado mal en el mundo para creer en la existencia de un Dios bueno y todopoderoso, está partiendo de una premisa que es incompatible con su ateísmo: la existencia de un estándar objetivo por medio del cual podemos juzgar las cosas que ocurren en el mundo como “buenas” o “malas”.

Pero lo cierto es que en un mundo sin Dios, producto de un accidente, las cosas no son ni buenas ni malas, simplemente son (como dijo el gran poeta inglés del siglo XVIII, Alexander Pope, “One truth is clear, WHATEVER IS, IS RIGHT” – Una verdad es clara: cualquier cosa que es [o existe], es correcta”).

El ateo no puede ofrecer ninguna teoría significativa y objetiva de valor o moralidad que sirva de base para condenar ninguna acción humana como “mala” o “perversa”. Pero el ateo reacciona con indignación moral ante la maldad, porque en el fondo de su corazón sabe que los seres humanos deberían comportarse de cierto modo.

Cuando en la selva africana un grupo de leones se come a un jabalí, no se juzga esa acción como perversa, sino como una realidad de la cadena alimenticia. Pero cuando un hombre daña a otro voluntariamente, de inmediato pasamos un juicio moral sobre su acción.

Ese juicio moral es un reconocimiento inconsciente de que existe un estándar moral objetivo que debe regir a todos los hombres por igual y un Ser superior que estableció ese estándar. Decir que no puede haber Dios porque hay mucho mal en el mundo es una contradicción. Si Dios no existe, entonces no hay mal; las cosas simplemente son como son.

Más adelante, si el Señor lo permite, continuaré ampliando este tema.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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