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La epístola a los Hebreos es un libro fascinante, distinto, conmovedor. Debo confesar que mi aprecio por esta carta se fortaleció por un comentario que hace unos años le escuche al Dr. RC Sproul. El decía que si algún día era dejado solo en un lugar y debía escoger un libro para leer, que obviamente ese libro sería la Biblia. Pero si luego le pedirían escoger únicamente un libro entre los 66 que componen las Escrituras, el teólogo dijo que ese libro sería la epístola a los Hebreos.

De incierta autoría. Los eruditos no se han puesto de acuerdo para determinar quién es el escritor de esta carta. Pero eso, es lo de menos. La epístola se sostiene sola, por su profundo contenido teológico y por la lucidez y elocuencia de sus argumentos [Algunos han especulado que se trata de una homilía, es decir el bosquejo de un sermón].

Cristológico en su esencia. Es decir, un libro que se enfoca en la persona y en la obra de Jesucristo. El autor está tratando de explicar a su audiencia hebrea que Cristo es mayor que los ángeles, más prominente que Moises y es el cumplimiento de las ceremonias de la religión judía. Los rituales son solo la sombra de la gran realidad: Jesucristo. Las sombras son sólo eso: sombras.

Y aunque la carta desarrolla otros temas importantes [el nuevo pacto, la fe, etc], sin embargo, es justo recalcar que uno de los temas dominantes de esta carta tiene que ver con el sacerdocio judío y el sistema de sacrificios. Un gran segmento de la epístola está gobernada por este concepto. El autor inicia este gran tema diciendo:

Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe.  Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado.(Hebreos 4:14-15 LBLA)

Este argumento seguirá hasta el verso 21 del capítulo 10 de Hebreos. En otras palabras, ¡casi 7 capítulos dedicados a explicar, desarrollar y abundar en el sacerdocio de Cristo y sus implicaciones!

El tema es vasto, rico y revelador. Hebreos es central e indispensable si queremos tener una compresión justa de la obra de Cristo: Nuestro sumo sacerdote.

Este sacerdote es compasivo, pues tiene misericordia de los suyos. Este sacerdote es santo. Puede, por méritos propios, estar siempre ante la presencia del Dios santo. No tiene necesidad de ofrecer sacrificios por sus pecados, porque no los tiene. Este sacerdote es eterno. No muere, porque tiene “el poder de una vida indestructible”. Y al no estar sujeto a la muerte, su servicio no tendrá fin.

Esto quiere decir que en Jesús tenemos esta clase de sacerdote en quien podemos confiar perpetuamente. Por eso dice con gran satisfacción: “tenemos tal sumo sacerdote….”(Hebreos 8:1 LBLA).

Los creyentes tenemos el privilegio de contar con una clase de sacerdote que nunca tuvieron los israelitas. Un sacerdote que vive para siempre y que no tiene mancha. Compasivo, suficiente y poderoso para socorrer y salvar, pues “vive perpetuamente para interceder por ellos” (Hebreos 7:25 LBLA).

Cristo está ahora mismo intercediendo por nosotros ante el Padre. Está constantemente exhibiendo los beneficios que la cruz comporta. Nuestro sacerdote presenta los méritos y la suficiencia de su sacrificio. Consumado es, le dice al cielo.

Qué necesario es entender y recordar que Cristo intercede por nosotros. Qué glorioso es saber que cuando pecamos, cuando estamos en necesidad, cuando oramos ante Dios, cuando pedimos su protección, dirección y provisión, tenemos al Hijo de Dios mostrando los argumentos necesarios para que el cielo sea propicio. Jesús es nuestro sacerdote y sigue intercediendo por nosotros. Por eso creo que Hebreos (y la biblia entera) debería leerse con más frecuencia.

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