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Conocer a Dios, exige necesariamente una comprensión correcta de Su carácter y para tal efecto debemos considerar cada uno de sus atributos, que encontramos en las Sagradas Escrituras. En cada Testamento, en cada libro y en cada autor encontramos impresa, de alguna u otra forma, la naturaleza y las características del Creador.

Ahora bien, es evidente que algunos atributos son más conocidos y preferidos que otros, pero al ser Dios una unidad, (Deut 6:4-6) tenemos que afirmar que Él es la suma de todos sus atributos y ninguna de sus perfecciones debe ser enfatizadas a expensas de otra. Por eso debemos guardarnos de pensar que Dios es más misericordioso, que santo y más amoroso que justo. Más bien, afirmamos que Dios es misericordioso, amoroso y bueno y a su vez, poderoso, santo y justo. Él es el mismo y no cambia, afirma la Biblia.

Sin embargo, dentro de todos los atributos de Dios, hay uno que encuentra una extraña resistencia, no solo entre los incrédulos sino también entre cristianos. Tiene que ver con el atributo de la ira de Dios.

En el Antiguo Testamento vemos varios eventos que son una viva y clara expresión de la ira divina. El diluvio, el juicio de Sodoma y Gomorra, los que murieron tragados por la tierra (Números 16:32) y la matanza de los amalecitas (1 Samuel 15), son algunas de las muchas manifestaciones de la ira de Dios. Asimismo Moises dijo que los israelitas “lo provocaron a ira con abominaciones” (Deut 32:16). Ademas el rey David le decía al Señor “aborreces a todos los que hacen iniquidad” (Salmos 5:5 LBLA) y también “Dios es juez justo, Y Dios está airado contra el impío todos los días” (Salmos 7:11). Y podemos citar decenas de pasajes semejantes.

Aun en el Nuevo Testamento encontramos este mismo atributo en repetidas ocasiones. Pablo le dijo a los romanos que “la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Rom 1:18). A los efesios  les dijo que antes de convertirnos a Cristo los cristianos “éramos por naturaleza hijos de ira”  (Efesios 2:3). Es decir que todo hombre, mientras permanezca en incredulidad está bajo la ira divina. El mismo Jesús confirma esta afirmación al decir que:  “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (S.Juan 3:36). No obstante, debemos decir que la mayor expresión de la ira divina la experimentó nuestro Salvador. Cristo sufrió toda la furia de Dios por qué en la cruz estaba padeciendo por los pecados del pecador. Es por eso que en la noche de su arresto, (Lucas 22:42) mientras oraba en Getsemaní le pidió al Padre librarlo de la copa (de la ira de Dios). Aun así podemos citar varios pasajes semejantes.

Pero, ¿cómo podemos definir a la ira de Dios?

La ira divina es la inevitable reacción de un Dios santo contra el pecado de los hombres. La ira es la respuesta necesaria de un Dios justo contra la maldad de las criaturas.

Quizá encontramos dos dificultades para entender esta característica divina. La primera es por que para el hombre, la emoción de la ira tiene una connotación negativa y hasta pecaminosa. La segunda dificultad que encuentran las personas que no aprecian ni aceptan hablar de este atributo, es que la ira de Dios que no es congruente con Su amor. Argumentan que hablar de un Dios furioso no está en armonía con Su misericordia. Sin embargo, a la luz de los textos citados, no podemos aceptar tal afirmación. No seríamos precisos en nuestra descripción de la santidad y la justicia de Dios si ignoramos o suavizamos el concepto bíblico de la ira divina.

En su libro, Los atributos de Dios, A.W. Pink dice al respecto:

La ira de Dios constituye una perfección divina tan importante como su fidelidad, poder o misericordia. Ha de ser así, por cuanto en el carácter de Dios no hay defecto alguno, ni la mas leve tacha ….la indiferencia al pecado es una falta moral y el que lo odia es un leproso moral. ¿Cómo podría Él, que es la suma de todas las excelencias,  mirar con igual satisfacción la,virtud y el vicio, la sabiduría y la locura? ¿Cómo podría Él, que es infinitamente santo, desestimar el pecado y renunciar a su ira?

Por lo tanto, ¿cómo podemos meditar con gozo por la ira divina? ¿En qué manera podemos agradecer y celebrar la ira de Dios? ¿Cuáles son los beneficios de meditar en la ira? Creo que pudiéramos enfocarnos fundamentalmente en tres beneficios al meditar en la ira divina.

En primer lugar, recordar la ira de Dios nos debe producir la certeza de que un día el Señor sacará todo a la luz. Por qué mientras vivamos en este mundo estaremos expuestos a las injusticias, maltratos y abusos. La realidad de un Dios justo y santo nos debe generar la confianza de que un día  Dios juzgará toda impiedad y maldad. Sin embargo debemos tener presente que es prerrogativa divina cómo, dónde y cuándo hará manifiesta su justicia, porqué sino lo hace aquí en la tierra, lo hará en la vida venidera. Y en ese mismo sentido todo acto de obediencia será expuesta y recompensada. Por eso el salmista decía que el Señor “Que hace justicia a los agraviados”(Salmos 146:7).

En segundo lugar, la convicción de la ira de Dios despertará una mayor consciencia y anhelo por la obediencia y la santidad. Matthew Henry decía que “la esperanza de la impunidad es el gran soporte de toda iniquidad”. Por eso, ignorar la ira divina puede ser dañino para el ejercicio de la piedad. Al contrario, un sano y santo temor se despierta en los corazones de los creyentes al contemplar este aspecto del carácter de Dios. La ira santa de Dios despierta una consciencia santa en el pueblo de Dios. Por eso en las mismas tablas de la ley, el Señor demandó fidelidad de Israel y prohibió la adoración a imágenes al decirles “porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen (Éxodo 20:5).

Por último, la meditación en la ira de Dios nos debe llevar a una adoración gozosa por qué nunca sufriremos sus efectos, pues Cristo padeció en la Cruz para librarnos de ella. Gratitud, gozo, alivio deben ser las respuestas lógicas del pueblo cristiano al saber que hemos sido librados del castigo por nuestros pecados. El apóstol Pablo captura bien esta verdad cuando dijo que Jesús, es “quien nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:10).

Confianza en que Dios juzgará toda maldad, un sano y santo temor y finalmente, el gozo de saber que por el sacrifico expiatorio de Cristo hemos sido librados de la justa ira de Dios son los beneficios mientras contemplamos la ira del Creador.

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