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Definición

El pentecostalismo es un movimiento que hace hincapié en la persona y obra del Espíritu Santo y que se caracteriza por promover varias doctrinas y prácticas únicas, incluyendo el bautismo en el Espíritu para los cristianos después de la conversión, el hablar en lenguas como evidencia de ese bautismo en el Espíritu y la vigencia y ejercicio de todos los dones espirituales. Estos carismas (gr. charisma) incluyen los dones «de señales» o «milagrosos», palabra de conocimiento, palabra de sabiduría, profecía, milagros, curaciones, hablar en lenguas e interpretación de lenguas.

Sumario

Este artículo aborda el pentecostalismo y su teología, señalando sus orígenes y mencionando dos movimientos que se derivan de él: el movimiento carismático y el evangelismo de la tercera ola. Pasando por alto los muchos puntos en común que el pentecostalismo comparte con otras tradiciones cristianas, el artículo se centra en sus distintivos teológicos, experienciales y misioneros. Aunque muchos de estos distintivos están bien fundamentados y son apreciados por la mayoría de las otras tradiciones, algunos elementos pentecostales suscitan preocupación.

Introducción

El pentecostalismo y su teología forman parte de varias «olas» de movimientos centrados en el Espíritu que se extienden por todo el mundo. El pentecostalismo y su teología, que se originó hace algo más de un siglo, dio lugar al movimiento carismático, al evangelismo de la tercera ola e incluso a algunos grupos heréticos. Con un gran número de puntos en común con otras iglesias y movimientos cristianos, el pentecostalismo se distingue por elementos teológicos, experienciales y misioneros. Aunque muchos aspectos del pentecostalismo y su teología son bien recibidos y respetados, algunos generan preocupación.

Orígenes

El pentecostalismo comenzó a principios del siglo XX por medio de una serie de acontecimientos que condujeron al denominado avivamiento de la calle Azusa en 1906 (Los Ángeles, Estados Unidos). Desde sus pequeños comienzos, el pentecostalismo se ha expandido hasta convertirse en un movimiento global con unos 600 millones de seguidores, más de una cuarta parte de los dos mil millones de cristianos que hay en el mundo.

El pentecostalismo ha dado lugar a tres importantes desarrollos u olas de actividad. La primera ola, que es el propio pentecostalismo, dio origen a nuevas denominaciones (p. ej., las Asambleas de Dios, la Iglesia de Dios, la Iglesia Cuadrangular). La segunda ola es el movimiento carismático, que comenzó en las décadas de 1960 y 1970. Llamado así por su particular énfasis en los carismata (gr.) o dones del Espíritu Santo, el movimiento carismático es el desarrollo dentro de las iglesias y denominaciones principales (p. ej., la Iglesia católica romana y las iglesias anglicanas) para incorporar ciertos distintivos de la teología y la práctica pentecostal. La tercera ola, que comenzó en la década de 1980, es el evangelicalismo de la tercera ola, una rama del evangelicalismo que presenta tanto similitudes como diferencias con la teología pentecostal y el movimiento carismático.

Pasando por alto los muchos puntos comunes que el pentecostalismo comparte con el cristianismo en general (p. ej., doctrinas como la Trinidad y la cristología, prácticas como la oración y el estudio de la Biblia, y actividades como el culto corporativo y la evangelización), sus distintivos incluyen las siguientes áreas teológicas, experienciales y misionales.

Distintivos teológicos

En la mente de muchas personas, el distintivo clave de la teología pentecostal es el bautismo en el Espíritu Santo como una segunda bendición, después de la salvación. Este distintivo depende de dos doctrinas: la separabilidad y la subsecuencia.

La separabilidad sostiene que la regeneración y el bautismo en el Espíritu son dos actos de Dios poderosos y distintos. La regeneración es la obra del Espíritu para eliminar la vieja naturaleza de los incrédulos e implantar una nueva naturaleza, lo que resulta en el nuevo nacimiento. El bautismo en el Espíritu es venir sobre los creyentes para capacitarlos y equiparlos para el servicio.

La subsecuencia es la doctrina de que el bautismo en el Espíritu tiene lugar después de la regeneración, ya sea de manera lógica o temporal. El Espíritu Santo primero hace que los incrédulos nazcan de nuevo —este es su concepto sobre cómo obra la salvación— y luego viene con poder sobre ellos como creyentes —esta es su obra para lanzarlos a la misión—. Puede ser que estas dos experiencias sean simultáneas, es decir, que pueden suceder al mismo tiempo. Sin embargo, la obra del Espíritu en la salvación por medio de la regeneración precede lógicamente a su obra en el bautismo para el servicio; esta última depende de la primera. A menudo estas dos experiencias se dan en diferente momento: días, semanas, meses, años, a veces incluso décadas después de que la gente experimente la salvación por medio del Espíritu, experimentan el bautismo en el Espíritu como una segunda bendición. Una implicación de este punto de vista es que, mientras que no hay (ni puede haber) cristianos que no sean regenerados por el Espíritu, hay cristianos que no son bautizados en el Espíritu.

Según la teología pentecostal clásica, esta segunda bendición va necesariamente acompañada de la glosolalia, o hablar en lenguas, que es un segundo distintivo pentecostal. Ya sea que este fenómeno consista en una lengua conocida (p. ej., el italiano o el suajili, aunque nunca haya sido estudiada o hablada por sus receptores), alguna lengua angélica (1 Co 13:1) o un mensaje codificado (p. ej., «X-17-pr-9-bt», cuya clave posee el intérprete), el hablar en lenguas es la manifestación del bautismo en el Espíritu. El hablar en lenguas se utiliza para alabar a Dios y sus poderosas obras (Hch 2:11; 10:46), expresar oraciones y acciones de gracias (1 Co 14:13-17), pronunciar misterios dirigidos a Dios (1 Co 14:2, 9) y, cuando se interpreta en la iglesia, funciona como la profecía para comunicar mensajes de Dios (1 Co 14:5). Algunas expresiones del pentecostalismo contemporáneo ya no mantienen la necesidad de hablar en lenguas como evidencia del bautismo del Espíritu. De hecho, una porción significativa de cristianos pentecostales nunca ha hablado en lenguas.

En cualquier caso, el hablar en lenguas como un don del Espíritu Santo, que sigue distribuyendo a la iglesia hoy en día, subraya otro distintivo teológico del pentecostalismo: el continuismo. Esta posición sostiene que el Espíritu continúa dando a la iglesia todos los dones espirituales (enumerados en el Nuevo Testamento como charismata), incluyendo los llamados dones de «señales» o «milagrosos»: palabra de conocimiento, palabra de sabiduría, profecía, milagros, curaciones, hablar en lenguas e interpretación de lenguas (algunos incluirían los exorcismos). En consecuencia, los miembros de la iglesia ejercen sus dones de enseñar, dirigir y dar junto con la comunicación de las revelaciones recibidas de Dios por medio de la profecía y el hablar en lenguas (interpretado) (1 Co 14). Esta posición es contrarrestada por el cesacionismo, que sostiene que el Espíritu ha dejado de dar los dones de «señales» o «milagros» a la iglesia hoy en día. Afirman que esos dones estaban reservados para los miembros de la iglesia primitiva, especialmente para los apóstoles.

Distintivos de la experiencia

Aunque es ciertamente difícil generalizar las experiencias de los seguidores del pentecostalismo que los distinguen de otros cristianos, en la mente de muchas personas lo siguiente es típico de la experiencia pentecostal. El primer distintivo se desarrolla a partir del primer distintivo teológico: una experiencia del Espíritu Santo en dos etapas. Los pentecostales experimentan primero la regeneración por el Espíritu y luego el bautismo en el Espíritu. (Algunos grupos pentecostales sostienen una experiencia de tres etapas: la regeneración, la santificación y el bautismo en el Espíritu como habilitación para el servicio). En consecuencia, los creyentes pentecostales han experimentado una segunda bendición que los creyentes no pentecostales no han experimentado.

De esta segunda bendición se desprende una segunda característica: una experiencia poderosa, casi palpable, de la realidad y la presencia de Dios. Esta intimidad con Dios puede expresarse como un sentimiento más profundo de amor y adoración al Señor, una mayor alegría al orar (y percibir más respuestas a la oración), un sentimiento intensificado de gratitud expresado en una acción de gracias continua a Dios, una mayor conciencia de protección contra la tentación y el sufrimiento o una mayor anticipación de la guía y la bendición divinas.

Un tercer rasgo distintivo se deriva del énfasis pentecostal en los dones espirituales. Acompañando a la posición del continuismo está la convicción de que los dones no se limitan a los llamados líderes de la iglesia, sino que son distribuidos por el Espíritu a todos los miembros, incluidos los más humildes. Esta democratización de los dones a menudo resulta en el colapso de la distinción entre clero y laicado. Aunque todavía hay líderes de la iglesia, a menudo no funcionan en una estructura jerárquica tradicional, y suelen rechazar el profesionalismo comúnmente asociado con el liderazgo de la iglesia.

Distintivos misioneros

De nuevo, aunque es difícil generalizar sobre los distintivos misioneros de los adherentes e iglesias pentecostales, muchas personas reconocen los siguientes énfasis. El primer distintivo es una misionalidad urgente. Al haber sido bautizados con el Espíritu Santo, los pentecostales y sus iglesias se toman en serio la Gran Comisión y se sienten impulsados y capacitados para evangelizar, plantar iglesias y llegar a los no alcanzados. Teniendo en cuenta este rasgo distintivo, no es de extrañar que donde se encuentran nuevas fronteras misioneras, gran parte del trabajo y el crecimiento se deban a los esfuerzos pentecostales.

Además de anunciar el evangelio y plantar iglesias, los pentecostales se dedican regularmente a los ministerios de sanación y liberación. Esta segunda característica se deriva de su teología, según la cual la enfermedad, el sufrimiento y la opresión son manifestaciones del pecado o de la actividad demoníaca. Siguiendo las instrucciones de Jesús a sus discípulos (que «les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades. Los envió a proclamar el reino de Dios y a sanar a los enfermos»; Lc 9:1-2), los creyentes pentecostales proclaman la buena nueva, curan a los enfermos y exorcizan a los demonios. Mediante estos ministerios, se enfrentan a los temidos adversarios de la humanidad: el pecado, la enfermedad, el sufrimiento y el poder satánico/demoníaco.

En resumen, las tres áreas de los distintivos pentecostales son la teológica, la experiencial y la misional. Estas características se resumen en la «Declaración de verdades fundamentales» de la constitución y los reglamentos del Concilio General de las Asambleas de Dios. El artículo 7 afirma lo siguiente sobre el bautismo en el Espíritu Santo:

Todos los creyentes tienen derecho y deben esperar ardientemente y buscar con fervor la promesa del Padre, el bautismo en el Espíritu Santo y fuego, según el mandato de nuestro Señor Jesucristo. Esta fue la experiencia normal de todos en la iglesia cristiana primitiva. Con él viene la investidura de poder para la vida y el servicio, el otorgamiento de los dones y sus usos en la obra del ministerio. (Lc 24:49; Hch 1:4; 1:8; 1 Co 12:1-31). Esta experiencia es distinta y posterior a la experiencia del nuevo nacimiento (Hch 8:12-17; 10:44-46; 11:14-16; 15:7-9). Con el bautismo en el Espíritu Santo vienen experiencias tales como: una plenitud desbordante del Espíritu (Jn 7:37-39; Hch 4:8); una reverencia más profunda hacia Dios (Hch 2:43; Heb 12:28); una consagración intensificada a Dios y una dedicación a Su obra (Hch 2:42); y un amor más activo por Cristo, por Su Palabra y por los perdidos (Mr 16:20).

Preocupaciones

La reacción al pentecostalismo y a sus distintivos teológicos, experienciales y misioneros ha sido variada y, a veces, vitriólica. Las preocupaciones sobre el pentecostalismo incluyen lo siguiente.

En primer lugar, la creación de un cristianismo de dos niveles al elevar a los creyentes que han sido bautizados en el Espíritu Santo y hablan en lenguas por encima de otros creyentes (es decir, los que carecen de tales experiencias) es antibíblica. Se hace eco del faccionalismo que Pablo denunció de manera explícita en 1 Corintios, el escrito inspirado al que la teología pentecostal del bautismo en el Espíritu y el hablar en lenguas apunta para algunos es apoyo. Hablar con entusiasmo de la segunda bendición puede confundir e incluso alejar a quienes no la han experimentado. Además, enfatizar la segunda bendición puede dar la impresión de que esa única experiencia ha elevado a sus receptores por encima de las pruebas y tentaciones normales de la vida. Pero ni siquiera este momento decisivo puede ser una panacea, un remedio para los problemas y tribulaciones que los cristianos fieles están llamados a afrontar mientras caminan con el Señor día a día.

Una segunda preocupación es la posible prioridad que el pentecostalismo da a las experiencias no mediadas del Espíritu sobre los medios tradicionales de gracia. Al menos para algunos defensores del pentecostalismo, el bautismo en el Espíritu, los mensajes proféticos, la guía divina y otros similares dependen más de las experiencias directas de Dios que de los medios normales de acción divina en el mundo. Bastan dos ejemplos: (1) afirmaciones de mensajes divinos que contradicen las Escrituras, impugnan las decisiones de los líderes eclesiásticos o se oponen a la sabiduría bien fundada (p. ej., las directivas médicas para la curación); y (2) declaraciones de instrucción divina para otros que resultan estar basadas en nociones erróneas de un problema de pecado, en la ignorancia de las circunstancias de la vida o en las agendas personales de quienes dan las instrucciones.

Conviene recordar que la presencia y la actividad de Dios con su pueblo siempre son mediadas. Los ejemplos de mediación abundan. La revelación: Dios habla a su pueblo por medio de su Palabra, la Escritura. Cristo: Dios se acerca a su pueblo por la encarnación del Hijo, el único mediador entre Dios y los seres humanos. Expiación: Dios salva a su pueblo mediante la muerte de Cristo como sacrificio sustitutivo y expiatorio que paga la pena por el pecado humano. Salvación: Dios aplica la obra de Cristo mediante el anuncio del evangelio y su apropiación por medio del arrepentimiento y la fe. Presencia: Dios se relaciona con su pueblo mediante una relación estructurada, que en el caso de los cristianos es la nueva alianza. Iglesia: Dios reúne a su pueblo como el cuerpo de Cristo y el templo del Espíritu Santo, la iglesia con sus líderes divinamente designados y su liturgia, incluyendo las ordenanzas que median la presencia de Dios y moldean las vidas de los miembros en ritmos dominados por el evangelio.

Una tercera preocupación es el énfasis del pentecostalismo en la acción inusual, incluso sensacional, del Espíritu Santo: hablar en lenguas, profecías, curaciones milagrosas y cosas por el estilo. Pocos cristianos de hoy en día negarían que a veces (y quizás más a menudo de lo que pensamos), Dios puede actuar y actúa de forma espectacular. Los cristianos agradecen con razón los sueños y la visión de Jesús en el mundo musulmán, que han llevado a la conversión de decenas de miles de personas. Los cristianos se regocijan cuando las víctimas del cáncer se curan milagrosamente de su enfermedad debilitante. Los cristianos celebran y prestan atención a la dirección clara que se les da por medio de auténticas profecías. Junto a esta acción impresionante del Espíritu Santo está su presencia y poder normales, diarios y rutinarios, cuando llena a los cristianos y estos caminan y se mantienen al paso con Él en los asuntos mundanos de la vida (Ef 5:18-21; Gá 5:16-26).

La preocupación más importante se refiere a los grupos no bíblicos e incluso heréticos que, en cierto sentido, derivan del pentecostalismo o están asociados a él. Un grupo es la iglesia pentecostal de la unicidad que niega la Trinidad (también conocida como pentecostalismo unitario o teología de la unicidad), afirma un tipo de modalismo y bautiza a las personas en el nombre de Jesús, y no en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Otro grupo es el movimiento del evangelio de la prosperidad con su afirmación de que Dios quiere que su pueblo sea sano, rico y exitoso. Un tercer grupo es el llamado movimiento de la «palabra de fe» que enfatiza que las palabras pronunciadas con fe crean la realidad a la que se dirigen (p. ej., salud en lugar de enfermedad). Un grupo bastante reciente es el de Bill Johnson y la Iglesia Bethel. Este movimiento niega la soberanía de Dios sobre el pecado, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte y afirma que, al igual que Jesús era un hombre lleno del Espíritu Santo y realizaba milagros, también los cristianos llenos del Espíritu deben realizar milagros. Los seguidores sinceros del pentecostalismo denuncian todos estos movimientos.

Conclusión

El pentecostalismo (junto con el movimiento carismático y el evangelismo de tercera ola) y la teología asociada a él es un movimiento que hace hincapié en el Espíritu y que se extiende por todo el mundo. Aunque comparte muchas doctrinas y prácticas similares con otras iglesias y movimientos cristianos, tiene elementos teológicos, experienciales y misioneros distintivos. El pentecostalismo y su teología ofrecen muchos aspectos que son bienvenidos y respetados, mientras que otros suscitan preocupación.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

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