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Nota del editor: 

Puedes leer el artículo anterior: ¿Cómo la Reforma impactó nuestro entendimiento de Israel?, donde se hizo una breve revista de la relación histórica entre Israel y la Reforma protestante. Para una perspectiva amilenial del tema, puedes leer Introducción al amilenialismo.

Unos de los principios más significativos de la Reforma fue el de Sola Scriptura. Este principio trajo cambios profundos en la interpretación bíblica con respecto a la nación física de Israel. Los cambios fueron tan marcados que, al final del siglo XVI, un gran número de los puritanos y otros descendientes de Calvino se apartaron de la escatología de sus antepasados, al mantener que Dios aún no había terminado con el pueblo judío.

¿Y qué piensa la Iglesia del siglo XXI? En una encuesta dirigida por el Philos Project (Proyecto Filos) y LifeWay, una mayoría de los hispanos cristianos estadounidenses (40 %) están de acuerdo en que “la formación del Israel moderno es un cumplimiento del pacto de Dios con el pueblo judío”, casi el doble sobre aquellos quienes estuvieron en desacuerdo (21 %). Sin embargo, es importante notar que aunque la mayoría de los cristianos hispanos creen así, una segunda mayoría en la encuesta (39 %) no supieron cómo responder. En otras palabras, aproximadamente dos de cada cinco cristianos hispano-estadounidenses no supieron cómo opinar sobre Israel. ¿Por qué?

En gran medida, esta confusión general sobre la nación física de Israel se debe a la confusión particular sobre la identidad de Israel. En otras palabras, si Israel ya no es el antiguo pueblo judío, ¿de que le sirve regresar a la tierra de Israel? ¿Qué significado tiene el llamado particular de Dios para el pueblo judío con la promesa universal de Dios, el evangelio? A continuación, me enfocaré en esas preguntas al tratar el tema de la identidad de Israel. En este artículo, específicamente, me centraré en la confusión sobre el “todo Israel” en la carta de los Romanos.

El “todo Israel” de Romanos

En su libro: Kingdom Come: The Amillennial Alternative [Venga tu reino: La alternativa amilenial], Sam Storms indica que “el propósito eterno de Dios nunca contempló la salvación de cada judío étnico”. Él, como otros, considera que la frase “todo Israel” en Romanos 11:25-26 se refiere solo a un remanente de judíos y gentiles creyentes. Otros sugieren que Pablo se refiere de manera específica al “remanente” creyente de judíos. Aunque el lenguaje utilizado para explicar tales posiciones difiere, por lo general, son diferentes formas de decir que Pablo ha sustituido a Israel por la Iglesia, o que la Iglesia es el verdadero Israel, o “Israel espiritual”.

El “todo” de Israel

Afirmar que todo Israel será salvo encierra la totalidad de sus componentes, lo que implica que las 12 tribus de Israel también serán salvas.

Note que Storms niega la salvación de “cada” judío étnico. Esto se debe a que algunos entienden la frase “todo Israel” como “cada uno” de los descendientes de Israel. Sin embargo, Craig Blaising, en su ensayo sobre hermenéutica en el libro The New Christian Zionism [El nuevo sionismo cristiano], demostró que no debe entenderse así. Blaising aclara que “todo Israel” no implica la salvación de cada descendiente de Israel que haya vivido, ni tampoco “la conversión de cada judío viviente”. A lo largo del Antiguo Testamento (AT) y en ciertas partes del Nuevo Testamento (NT), “todo Israel” se refiere a la totalidad, o la plenitud, de Israel. En otras palabras, afirmar que todo Israel será salvo encierra la totalidad de sus componentes, lo que implica que las 12 tribus de Israel también serán salvas. “Pablo está visualizando —escribe Blaising—, a un futuro Israel que está totalmente formado por judíos salvos […]. No hay cambios en la identidad de Israel, el ‘todo Israel’ que está completamente salvo en Romanos 11:26 es el mismo ‘Israel’ que está parcialmente endurecido en Romanos 11:25”.

De esta manera, las palabras de Pablo no implican necesariamente la salvación de cada judío étnico, pero sí de los judíos étnicos. Mucho antes de llegar a Romanos 11, la carta está repleta de comentarios positivos sobre la identidad judía y el valor de la torá (los primeros cinco libros de Moisés). Mark D. Nanos, en su obra académica Reading Romans within Judaism [Leyendo a Romanos dentro del judaísmo], hace la siguiente observación:

  1. Pablo abre y ubica sus buenas nuevas de Cristo en la historia de Israel: “Las buenas nuevas de Dios, que prometió de antemano por medio de sus profetas en las Sagradas Escrituras […] concernientes a su Hijo, que descendió de David según la carne” (1:1-3).
  2. Continúa con afirmaciones como la prioridad diacrónica judía en la proclamación del evangelio: “Para el judío primero” (1:16; 2:10).
  3. Señala la ventaja de la identidad judía demostrada en la posesión de “los oráculos de Dios” (3:1-2).
  4. Explica la poderosa unificación entre judíos y gentiles derivada de la exégesis del shema, junto con la confirmación de la torá por la fe (3:29-31).
  5. Aclara la paternidad de Abraham, quien “recibió la circuncisión como una señal o sello de la justicia que tuvo por fe” (4:11).
  6. Enfatiza la naturaleza positiva de la torá como “santa y justa y buena” (7:12), sin dejar de mencionar “espiritual” (7:14), mientras que el objetivo de caminar en el Espíritu es el cumplimiento del “requisito justo de la torá” (8:4).
  7. Además, afirma poderosamente el valor eterno de la identidad y el privilegio judíos al comienzo del capítulo 9 (9:4-5).

La particularidad del “todo” de Israel

Sin embargo, aunque Pablo distingue a los judíos de las demás naciones, algunos dirán que no es así. Señalarán que la afirmación de Romanos 4:13 (NVI), “que él sería heredero del mundo”, indica que el “mundo” ha reemplazado la particularidad de Israel. A menudo se utiliza Efesios 2:11–3:17 y Gálatas 3:28 para corroborar tal posición, y se asevera que todos (judíos y griegos) son “descendientes de Abraham, herederos según la promesa”. Craig Blaising, en cambio, nos revela dos errores al respecto.

Primero, no se considera la dimensión universal de la promesa abrahámica que ha estado presente siempre en el AT, “desde la torá hasta los Profetas”, y que nunca estuvo en conflicto con las promesas particulares de Dios a Israel. Segundo, no se nota cómo la promesa de “bendecir a todas las naciones en ti” (Gn. 12:3) se desarrolla en Génesis como una regla “hegemónica universal”, que luego se da específicamente a la casa de David en el Salmo 2, caracterizada como una “herencia” mundial. “Entonces —concluye Blaising—, en ninguna parte del Tanaj (es decir, del AT) esta ‘herencia del mundo’ alguna vez está pensada para reemplazar o redefinir a Israel”.

La particularidad universal del “todo” de Israel

La promesa universal de Dios y el llamado particular de Israel nunca estuvieron en conflicto.

De acuerdo a Blaising, la promesa universal de Dios y el llamado particular de Israel nunca estuvieron en conflicto. Por esta razón, no habría necesidad de que el “mundo” en Romanos 4:13 reemplace la particularidad de Israel en la consumación del plan de Dios. En otras palabras, la universalidad de la promesa siempre fue, al mismo tiempo, particular. Paula Fredriksen, de la destacada Universidad Hebrea en Jerusalén, describe esta particularidad universal como una “universalidad judía”, un concepto derivado del AT. Ahora, “dentro de la congregación eclesiástica —explica Fredriksen—, Pablo ve su manifestación evangélica donde los creyentes pueden ser ‘uno en Cristo Jesús’ (Gál. 3:28), pero su particularidad social continúa: aquellos ‘en Cristo’, insiste Pablo, permanecen y deben seguir siendo judíos o gentiles, circuncidados o incircuncisos, así como deben mantener sus roles sociales como hombres o mujeres, esclavos o libres”.

En el contexto de la carta a los Romanos, la identidad judía es positivamente distinguida y afirmada. Esa distinción no es por una jerarquía de raza entre judíos y gentiles: “¡En absoluto!”, dice Pablo (Ro. 3). En cambio, esto involucra un “misterio” que Pablo empieza a abarcar en Romanos 11, y que ahora está dispuesto a revelar por el bien de la futura restauración del pueblo de Israel. De este misterio hablaré en un próximo artículo.


IMAGEN: JUAN 1:16.
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