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Nota del editor: 

Este es el primer artículo de una serie titulada: Israel y la reforma presente, en donde se analizará bíblicamente el rol de Israel en la historia, desde una perspectiva bíblica.

Sola Scriptura (“solo la Escritura como autoridad máxima”) fue uno de los principios más significativos de la Reforma protestante. La convicción sobre la suficiencia de la Escritura como nuestra autoridad suprema, en todos los asuntos espirituales, afectó profundamente la teología de la Iglesia.

En primer lugar, revivió las doctrinas de la salvación únicamente por gracia y por medio de la fe. En segundo lugar, este principio determinó un cambio profundo en el entendimiento de diversas otras doctrinas. Entre ellas, la escatología (la doctrina de los últimos tiempos), de manera general con respecto a la consumación del plan de Dios, y de manera particular con respecto a Israel.

El doctor Gerald McDermott escribió sobre la diversidad de posiciones con relación a Israel en la tradición reformada. Él explicó que “a partir del final del siglo XVI, algunos de los descendientes teológicos de Calvino, en su mayoría puritanos, adoptaron un enfoque diferente [sobre Israel]”. Continuó: “Estos reformadores tomaron en serio el énfasis de la Reforma”. El énfasis, dice él, de alcanzar el “sentido pleno de la Biblia”. Por lo tanto, añadió McDermott, ellos “distinguieron entre las promesas hechas al Israel judío y las hechas al nuevo Israel gentil”.

Alcanzar el “sentido pleno de la Biblia” llevó a una nueva ola de reformadores a reconsiderar el papel de la nación física de Israel.

Alcanzar el “sentido pleno de la Biblia” llevó a una nueva ola de reformadores a reconsiderar el papel de la nación física de Israel. Esa nueva reflexión llevó a pensadores puritanos —tales como Thomas Brightman (1562-1607), Henry Finch (c. 1558-1625), John Milton (1608-1674), y Thomas Draxe (m. 1618)— a la convicción de que Dios aún no ha terminado con Israel.

Draxe, por ejemplo, un discípulo del teólogo puritano William Perkins, argumentaba que la segunda venida de Cristo será cuando “los judíos dispersos generalmente se convirtieran al cristianismo”, y que mientras tanto, dijo él, “serían restaurados temporalmente”. Brightman, por su parte, escribió un comentario sobre el libro de Apocalipsis que fue publicado póstumamente en 1611, en donde asevera que los judíos serían restaurados a la tierra prometida: “¿Volverán a Jerusalén? No hay nada más seguro: los profetas lo confirman claramente y lo dicen con frecuencia”.

Debido a que el estudio de la Biblia condujo a esta convicción, el desarrollo de esto fue tan marcado que ha sido observado por judíos eruditos. El conocido historiador Cecil Roth escribe: “La mente puritana tendía a considerar favorablemente a los judíos, como al antiguo pueblo de Dios”.⁠[1] La Enciclopedia judaica afirma:

“[En los “puritanos” y “calvinistas”] comenzó a surgir una nueva actitud hacia los judíos. Esta nueva actitud también dio un nuevo impulso a la actividad misionera, ya que los judíos… pueden aparecer como la ‘nación noble’ del Antiguo Pacto que, en la plenitud del tiempo, entrará en la perfección del Nuevo Pacto”.⁠[2]

Al llegar el siglo XIX, el interés en la nación física de Israel creció exponencialmente con el desarrollo del sistema dispensacional.

Al llegar el siglo XIX, el interés en la nación física de Israel creció exponencialmente con el desarrollo del sistema dispensacional, propagado por John Nelson Darby y por la producción de la Biblia de Referencia Scofield.

No obstante, es interesante notar cómo el escenario hermenéutico se desarrolló, en lo general, independientemente de tal sistema. Por ejemplo, el famoso predicador bautista Charles Spurgeon (1834-1892) no pertenecía al creciente movimiento de simpatizantes con la teología dispensacional. Sin embargo, dice lo siguiente en su sermón basado en la visión de Ezequiel 37:

“Esta visión ha sido utilizada, desde el tiempo de Jerónimo en adelante, como una descripción de la resurrección… Ese tema es totalmente ajeno al tema que nos ocupa y no pudo haberse infiltrado en la mente del profeta. Él estaba hablando sobre el pueblo de Israel y profetizando acerca de ellos… Y evidentemente la visión, de acuerdo con la propia interpretación de Dios, se refería a ellos y a ellos solo, porque ‘estos huesos son toda la casa de Israel’… Él no estaba considerando la Reforma, ya sea de Lutero o de Whitfield, ni tampoco un avivamiento de una iglesia o de otra. No, él estaba hablando de su propio pueblo, de su propia raza, y de su propia tribu… y, guiado por el Espíritu Santo, nos da la explicación de la visión; no es: ‘Así dice el Señor, mi iglesia moribunda será restaurada’, sino: ‘Sacaré a mi pueblo de sus tumbas y los traeré a la tierra de Israel’. ¡El predicador de la verdad de Dios no debería renunciar al sentido del Espíritu Santo! Debería tener cuidado de ni siquiera ponerlo en segundo plano”.

Spurgeon concluye diciendo lo siguiente:

“Primero, debe haber una restauración política de los judíos. Israel ahora está borrada del mapa de las naciones; sus hijos están dispersos por todas partes; sus hijas lloran junto a todos los ríos de la tierra. Su canción sagrada es silenciada; ningún rey gobierna en Jerusalén; ella no trae gobernadores entre sus tribus. No obstante, debe ser restaurada; ella debe ser restaurada ‘como de entre los muertos’; pero, hay un segundo significado aquí. Israel debe tener una restauración espiritual o una conversión. Tanto el texto como el contexto lo enseñan”.⁠[3]

Durante la Reforma no solo surgieron cambios en la soteriología de la iglesia, sino también en la escatología respecto a la nación física de Israel.

Solo Dios está absolutamente seguro si su Palabra enseña que los judíos llegarán a (¿o han logrado ya?) experimentar una restauración política.

Sin embargo, es importante resaltar que fueron precisamente el “texto” y el “contexto” de la Palabra de Dios las fuerzas motrices que llevaron a Spurgeon a concluir que el pueblo judío llegaría a experimentar semejante evento. Spurgeon era ajeno al hecho de que, menos de un siglo después de este sermón (predicado en 1864), habría de nacer un estado judío, el estado moderno de Israel (en 1948).

En conclusión, cuando el “sentido pleno de la Biblia” empezó a ser el factor principal en la interpretación bíblica, no solo surgieron cambios en la soteriología de la iglesia, sino también en la escatología respecto a la nación física de Israel.

Por lo tanto, al final del siglo XVI, Sola Scriptura produjo un cambio tan profundo que, a diferencia de sus antepasados, los puritanos y otros descendientes de Calvino mantuvieron que Dios aún no había terminado con el pueblo judío.


1. Cecil Roth, A History of the Jewish People, Harmondsworth, Middlesex: Penguin Books, 1964, p. 319.

2. Encyclopaedia Judaica, Jerusalem: Encyclopaedia Judaica, 16 vols (1971-72), 5:512.

3. Charles H. Spurgeon, “The Restoration and Conversion of the Jews”, 16 de junio de 1864, en Christian Classics Ethereal Library, www.ccel.org/ccel/spurgeon/sermons10.xxxvi (énfasis añadidos).


IMAGEN: LIGHTSTOCK.
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