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¿Has reflexionado alguna vez sobre cómo los padres podemos ser inconsistentes en la forma en que criamos a nuestros hijos?

Por ejemplo, he notado que muchos padres se indignan cuando la industria del entretenimiento expone a los niños a contenido sensual e indecente. Pero a la misma vez, ellos permiten que sus hijas se vistan de forma provocativa para fiestas y eventos especiales. ¿Por qué lo permiten? Aseguran que lo hacen para «no provocar a ira a sus hijos» (Ef 6:4), usando la frase bíblica como excusa. Pero Pablo mismo enseña que la alternativa a no provocarlos a ira es criarlos «en la disciplina e instrucción del Señor».

El problema de las inconsistencias

¿Puedes ver la inconsistencia en el ejemplo anterior? Por un lado decimos que la sensualidad es malvada, pero por otro lado, la permitimos. Estoy convencido de que este tipo de inconsistencias son las que terminan provocando ira y rebeldía en nuestros hijos debido a la ambigüedad de los mensajes que reciben. Los exasperamos porque no les permitimos discernir lo que esperamos de su ética y comportamiento, o por nuestra falta de consistencia al exigirles cosas que ni nosotros solemos cumplir.

Volviendo al ejemplo del comienzo, cuando dejamos que nuestros hijos participen en eventos sociales que promueven y alaban la sensualidad, les permitimos que adapten sus conciencias a la cultura del mundo; una cultura que luego condenamos. Ahora bien, tal vez lo hacemos para evitar que se enojen con nosotros por prohibirles participar en tales encuentros. Pero por ahorrarnos un enojo hoy, sembramos rebeldía para el futuro. ¿Qué harás cuando la sensualidad que se le permitió en la adolescencia sea el parámetro principal con el que inicien un noviazgo?

La crianza debe ser guiada por los estándares y expectativas bíblicas, no por la sabiduría del mundo

Nuestros hijos desean y necesitan liderazgo bíblico. Cuando les falta, damos espacio para que broten raíces de ira y amargura por no tener una dirección clara de lo que deseamos ver en ellos. 

Crianza diligente

De acuerdo con los principios de la Palabra, ser hijo implica relación, no edad. Entre los padres y sus hijos existe una relación de autoridad que no tiene límites de edad, aunque es cierto que dicha relación se va modificando según la etapa de la vida.

La crianza diligente requiere estar totalmente involucrados en las vidas de nuestros hijos y huir de la tentación de apartarnos de su lado por querer ahorrarnos discusiones. En el mundo actual circulan ideas psicoanalíticas y humanistas que promueven una autonomía individual desmedida. Si aceptamos estas enseñanzas sin evaluarlas a la luz de la Biblia, terminaremos implementado prácticas que nada tienen que ver con Dios. La crianza debe ser guiada por los estándares y expectativas bíblicas, no por la sabiduría del mundo. 

Dios llama a los padres a ejercer su autoridad para discipular y guiar a sus hijos en todo momento de la vida, para que no olviden a Aquel que nos libró de la esclavitud y nos otorgó la libertad de Su cuidado (Dt 6:4-12).

Cuando en el futuro tu hijo te pregunte: «¿Qué significan los testimonios y los estatutos y los decretos que el Señor nuestro Dios les ha mandado?», entonces dirás a tu hijo: «Nosotros éramos esclavos de Faraón en Egipto, y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte» (Dt 6:20-21).

En la comunidad de creyentes del Nuevo Testamento se esperaba que los hijos obedecieran a los padres (Ef 6:1-3; Col 3:20), ya que la desobediencia era una evidencia de la depravación pagana (2 Ti 3:2). Los hijos deben entender que Dios los llama a ser obedientes y apartarse del pecado porque les ha dado algo mejor: la libertad de adorarle sin culpa por medio de la obra completa de Cristo en la cruz.

La meta terrenal de los padres es que los hijos sean obedientes, su salvación queda en manos del Señor

Si a nuestros hijos les damos solo moralismo, los tentaremos a la rebeldía. Pero si les enseñamos que una vestimenta sensual atenta contra la santidad de Dios y tiene el potencial de robarnos el placer de llegar con una conciencia tranquila al matrimonio, entonces les enseñaremos que Dios nos dio Su libertad para que tengamos un futuro mejor bajo Su voluntad.  

La urgencia de la obediencia

Los padres debemos reflexionar con detenimiento sobre lo que permitimos o prohibimos a nuestros hijos. No solo en algunos asuntos, sino en todos. El problema es que pensamos que instruir a nuestros hijos es opcional, o que el mandato a que ellos obedezcan es solo para los hijos creyentes, o que sería legalista que obedezcan sin «sentirlo». Ningún pasaje bíblico presenta tales condiciones. 

La Biblia es clara cuando instruye a los hijos a la obediencia. La meta terrenal de los padres es que los hijos sean obedientes, su salvación queda en manos del Señor. Enseñarles obediencia es tan importante que en el Antiguo Testamento encontramos que los padres debían ejercer una intervención drástica cuando un hijo no se caracterizaba por la obediencia:

Si un hombre tiene un hijo terco y rebelde que no obedece a su padre ni a su madre, y aunque lo castiguen, ni aun así les hace caso, el padre y la madre lo tomarán y lo llevarán fuera a los ancianos de su ciudad, a la puerta de su ciudad natal. Y dirán a los ancianos de la ciudad: «Este hijo nuestro es terco y rebelde, no nos obedece, es glotón y borracho». Entonces todos los hombres de la ciudad lo apedrearán hasta que muera. Así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá esto y temerá (Dt 21:18-21)

La respuesta apropiada a la rebeldía de los hijos no debiera ser el encubrir su conducta, sino sacarla a la luz

En tiempos del Antiguo Pacto había un sentido de urgencia para que los hijos fueran obedientes, o sus padres tendrían que entregarlos para su ejecución. Este paso tan duro se tomaba luego de que la familia le rogase a su hijo que se arrepintiera. No era un impulso por un enojo del momento. Lo que deseo comunicar al hablarte de esto es que debemos tener ese mismo sentido de urgencia, pues si no instruimos a nuestros hijos en el temor de Dios, las consecuencias de eso conducen a la muerte.

Arrojando luz sobre la rebeldía

Tengo la convicción de que en el Nuevo Testamento podemos observar que los padres tienen la responsabilidad de exponer el pecado de sus hijos en la comunidad de la iglesia y advertirles cuando veamos evidencias de muerte espiritual. Esta es una lección que podemos derivar de los textos que nos hablan sobre la crianza y la disciplina en la iglesia. Los padres son los encargados de traer a la luz los pecados de sus hijos. Esta exposición del pecado debe hacerse con la intención de cuidar al hijo y rogar a Dios que traiga vida espiritual a su corazón. Esta acción también resultará en beneficio para la familia y para el resto de los creyentes. 

En efecto, se oye que entre ustedes hay inmoralidad, y una inmoralidad tal como no existe ni siquiera entre los gentiles, al extremo de que alguien tiene la mujer de su padre. ¡Y ustedes se han vuelto arrogantes en lugar de haberse entristecido, para que el que de entre ustedes ha cometido esta acción fuera expulsado de en medio de ustedes! (1 Co 5:1-2).

En otras palabras, la respuesta apropiada a la rebeldía de los hijos no debiera ser el encubrir su conducta, sino sacarla a la luz. En el nuevo pacto existe la gracia de que la muerte física no es inminente; no tenemos que apedrear a un hijo rebelde. Pero eso no remueve el sentido de urgencia que debemos tener por la santidad y la obediencia. Los hijos correrán peligro de muerte si sus corazones continúan endurecidos por la rebeldía.

Si los padres fallamos en instruir y guiar los corazones de nuestros hijos hacia Dios, no solo no nos oponemos a sus pecados, sino que también los alentamos y nos hacemos sus colaboradores (Ro 1:32). 

En conclusión, los padres provocan la rebeldía de sus hijos cuando no les enseñan a obedecer ni les advierten con claridad sobre las demandas del evangelio. Por tanto, oremos que Dios nos ayude a modelar la gracia, pero también a temer al juicio de Dios. Que podamos ser padres que crían a sus hijos en la disciplina e instrucción del Señor.

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