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Hay adolescentes y jóvenes que viven pensando: «no puedo esperar a tener dieciocho años para ser libre», como si esa fuera una edad mágica que les permitirá hacer todo lo que sus padres les prohíben. ¿De dónde viene esta forma de pensar? 

Hay ideas completamente mundanas que abrazamos porque son parte de la fibra cultural de nuestra sociedad. El filósofo Charles Taylor las define como «imaginarios culturales». Son aquellos valores y expectativas que forman parte de la cultura y estamos tan empapados con ellas que apenas nos damos cuenta. Son ideas que forman parte, por así decirlo, del aire que respiramos.

La edad de la autonomía individual

Los dieciocho años como la edad de autonomía individual es uno de esos imaginarios culturales que hemos permitido que den forma a nuestras relaciones familiares. Se hace evidente en frases como: «los jóvenes necesitan su espacio», «si los restrinjo demasiado se volverán rebeldes», «pronto serán independientes».

Este modo de pensar ha llevado a muchos padres a tener una especie de temor a ejercer su autoridad y los ha empujado a darles a sus hijos un grado de independencia que todavía no pueden manejar con madurez. Todo con la promesa de que a los dieciocho años serán «libres».

La sumisión es una de las evidencias de que una persona ha sido transformada por el evangelio

Quiero ser claro: tengo la convicción de que la Biblia enseña que los hijos «salen» de la autoridad de sus padres cuando se casan, no antes. Lo puedo ver claramente desde la creación: «Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn 2:24).

Hasta el momento en que se vuelvan una sola carne con otra persona, los hijos estarán bajo la autoridad de la familia en la que nacieron. Luego del matrimonio, esa autoridad se traslada al nuevo núcleo familiar, pero soy de la opinión de que no hay un periodo intermedio donde sean independientes y no deban rendir cuentas a nadie.

Entiendo que mientras los jóvenes crecen en edad y adquieren madurez, los padres deben otorgarles privilegios de confianza para que puedan experimentar un mayor sentido de responsabilidad y ejercitarse en la toma de decisiones. Pero aún en esta etapa, las decisiones deben estar sometidas a la autoridad de la familia. 

Una persona soltera no debe tomar decisiones contrarias a la dirección de su familia, mientras esté sometida a la Palabra de Dios. Por esto considero que la juventud no es una etapa para comenzar a retirar autoridad ni para que hagan cualquier cosa que a ellos les plazca. Más bien, es una etapa para ayudarles a crecer en sabiduría y afirmar los valores bíblicos en los que fueron criados. 

La autoridad familiar siempre debe estar presente en sus mentes y corazones, de manera que no necesiten que los padres estén encima diciéndoles qué hacer en todo momento, sino que sepan tomar decisiones en el temor de Dios y honrando a sus padres. 

Por ejemplo, la vestimenta de una adolescente debe estar tan sometida a los valores bíblicos y familiares como la de una adulta soltera de treinta años. Un joven soltero debe tener la convicción de no ver contenido sensual y contrario a la pureza bíblica, ya sea que tenga dieciocho o treinta años.

Afirmando la autoridad

Es cierto que existe un fenómeno social en el que los hijos no quieren asumir responsabilidades y prefieren ser mantenidos por sus familias hasta bien entrados en la adultez. Sin duda que esto es pecado. Pero la solución no es la ausencia de autoridad o enseñarles a ser tan independientes que no tengan que rendir cuentas a los padres. 

La autoridad es algo que se afirma o se ignora. La diferencia de estos dos términos puede significar la vida eterna de alguien. Aquellos que son redimidos están bajo la autoridad y el señorío de Cristo y, por lo tanto, se someten a las autoridades pertinentes en cada ámbito de la vida como parte de su sumisión a Dios. Siempre vivimos bajo autoridad. La sumisión es una de las evidencias de que una persona ha sido transformada por el evangelio. 

La cultura actual nos bombardea con la mentira de que los seres humanos son autónomos desde la niñez. Por ejemplo, en Canadá se debate la ampliación de la ley de eutanasia para que menores considerados «maduros» estén autorizados para optar por el suicidio asistido.

Una cosmovisión bíblica robusta sin un entendimiento de los valores de la sociedad no será suficiente para navegar las aguas turbulentas en las que vivimos

La sociedad parece haber abrazado la idea de que la autoridad paterna oprime la autonomía de los hijos. Bajo esta premisa, los jóvenes sienten que necesitan ser liberados de esa opresión para expresar su individualidad suprimida por el sistema patriarcal. 

Todo esto nos recuerda que los cristianos debemos luchar con todas nuestras fuerzas contra las mentiras que empujan a nuestros hijos a la mundanidad y los acercan al infierno. Debemos enseñarles desde temprano cómo vivir bajo autoridad y cuáles son las expectativas bíblicas para cada etapa de la vida. 

En parte, lo logramos demostrando que también los padres vivimos bajo autoridad. Por ejemplo, algo tan sencillo como llegar a horario a las reuniones de la iglesia refleja que no somos personas autónomas que aleatoriamente determinamos nuestras propias normas. Respetar el horario demuestra que reconocemos y afirmamos la autoridad de la iglesia. 

Que Dios nos ayude a tener la sabiduría para no permitir que los valores de este mundo sean los que guíen nuestra instrucción o la vida de nuestros hijos. Una cosmovisión bíblica robusta sin un entendimiento de los valores de la sociedad no será suficiente para navegar las aguas turbulentas en las que vivimos. 

Oremos para que Dios nos ayude a confiar en Su Palabra, y a estar convencidos de la belleza y bendición de abrazar sus principios.

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