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Tengo un par de años compartiendo principios bíblicos sobre el manejo del tiempo para todo tipo de audiencias: estudiantes, amas de casa, empleados de oficina, profesores, líderes de iglesia y más. Sin duda, una de las preguntas más frecuentes en cada ocasión es alguna versión de «¿cómo balanceo el descanso y la productividad?».

Es una inquietud prevalente, pues a algunos les preocupa convertirse en esclavos de una empresa. Muchos quieren invertir más en sus familias (aunque parecen ignorar que cultivar el hogar también requiere trabajo, pero ese es otro tema para otra ocasión). Otros han notado problemas de salud ocasionados por continuo estrés laboral. Sea cual sea la razón de la pregunta, mi respuesta siempre es la misma: «El descanso y la productividad no se balancean. El descanso es un elemento crucial para la productividad personal».

Esta es una verdad sencilla que muchos nos rehusamos a abrazar: si no descansas bien, no vas a trabajar bien. Si quieres cumplir con tus labores con excelencia, tienes que cuidar tu reposo, particularmente en un mundo donde la conexión permanente nos empuja a estar en «modo trabajo» todo el tiempo.

El descanso no es una opción: es un mandato

Aunque no todos los cristianos están de acuerdo sobre cómo debería lucir el día de reposo para los creyentes hoy, hay algo que todos podemos afirmar sin dudar: el descanso es importante para Dios. Muy temprano en la narrativa bíblica aprendemos que Él mismo descansó (Gn 2:2-3), aunque sabemos que no necesita reposar como nosotros. ¡Dios jamás se fatiga! Además, el Señor entregó lineamientos muy particulares respecto a cómo las personas, los animales e incluso la tierra debían reposar de manera regular (Éx 20:8-11; 23:12; Lv 25:4).

Incluso nuestros cuerpos dan testimonio sobre lo importante que es el descanso para nuestro Hacedor. Dios nos formó como criaturas que necesitan pasar al menos un tercio de sus vidas inconscientes para funcionar. Queramos o no, vamos a dormir. Por mucho que nos resistamos, terminamos cediendo ante la necesidad del sueño, pues somos restaurados a través de varias horas de profundo descanso.

Resistirnos al descanso suele ser lo contrario a la adoración: en lugar de tener los ojos puestos en el Dios, confiamos en nuestros propios esfuerzos

Quizá no lo habías pensado antes, pero dormir de buena gana puede ser una manera muy concreta de adorar a Dios. Es, literalmente, rendirse. Puede predicar con nuestros cuerpos lo que nuestra boca pronuncia a veces con tanta ligereza: «Dios no me necesita trabajando para que el universo siga funcionando». 

Resistirnos al descanso suele ser todo lo contrario a la adoración: en lugar de tener los ojos puestos en el Dios que nos da descanso, confiamos en nuestros propios esfuerzos. En el fondo pensamos: «si yo no estoy, las cosas no salen como deberían», «si no me quedo despierto, mi familia no comerá mañana», «si no atiendo esta necesidad, nadie más lo hará».

Sin darnos cuenta, ponemos el peso del bienestar de nuestra familia, negocio o iglesia sobre nuestros hombros. Nos hemos puesto en el lugar de Dios, en lugar de rendirnos delante de Él y confiar en Su poder para mantener todas las cosas bajo control. Nuestra falta de sueño demuestra que nuestros corazones tampoco están descansando. Demuestra que hemos fallado en buscar sabiduría para discernir cuándo es tiempo de trabajar y cuándo es tiempo de descansar. Demuestra que hemos igualado la fidelidad con la actividad, ignorando que Dios también nos llama a ser fieles a través de nuestro reposo.

Descansa como Jesús

Las necesidades abundan en la iglesia, en la oficina, en el hogar y en el vecindario. ¡No tienen fin! Por más que te esfuerces, jamás podrás satisfacer todas esas necesidades y, ¿sabes qué?, eso está bien. No tienes que satisfacer todas las necesidades que encuentres a tu alrededor. Ni siquiera Cristo, Dios hecho carne, hizo todas las cosas que podría haber hecho. Jesús no sanó a todos los enfermos, no predicó en todos los lugares, no hizo todos los milagros que le pidieron. Él tenía clara Su misión y se enfocó en andar en las buenas obras que Su Padre había preparado para Él. Entonces, ¿por qué nos rehusamos a seguir Su ejemplo?

Los correos electrónicos no dejarán de llegar. Las bodas y los funerales no se detendrán. Las actividades que podrías organizar con tus hijos son infinitas. Siempre habrá un libro más que leer. Si esperas completar «la lista» para tomarte en serio tu descanso, te quedarás esperando para siempre. Cuando «completas la lista», inevitablemente te das cuenta de que otras tres te están esperando. ¡Siempre hay algo más por hacer!

Si te preparas para descansar, podrás deleitarte en el Dios que te da reposo cuando es tiempo de esforzarte y cuando es tiempo de descansar

Empieza a establecer límites hoy. Los límites de reposo para el pueblo de Dios eran claros y no estaban condicionados por el desempeño que tuvieron durante la semana. ¡Debemos tener esa misma actitud para nuestros propios límites de descanso! Nada de: «Si terminaste con todas las cosas que querías hacer de lunes a viernes, entonces reposa». Siéntate, ora, pide consejo y evalúa tus semanas, meses y años. Establece tiempos de reposo regular y haz lo que sea necesario para mantenerlos. Si te hace falta disciplina para respetar tu reposo, habla con tu cónyuge o compañeros ministeriales para rendir cuentas.

Entonces, prepárate para cumplir esos límites. Si decides que, por ejemplo, tu día de descanso será el sábado, ¿cómo te prepararás el viernes? Podrías hacer una limpieza de tu bandeja de entrada de correo electrónico, asegurarte de delegar cualquier asunto verdaderamente urgente y preparar tu agenda para el próximo día de labores. De esta manera, cuando sea tiempo de descansar, podrás enfocarte en descansar. 

Si te organizas, tu cuerpo podrá ser verdaderamente restaurado para tener energía y luego retomar la labor que Dios te ha llamado a completar en respuesta a Su gracia mostrada en el evangelio (Ef 2:10). Podrás servir a tu prójimo con la claridad mental que necesitas para escucharlo y apoyarlo. Podrás andar un paso a la vez con paciencia, durante el tiempo que Dios te conceda, sin sucumbir ante el burnout. Lo más importante de todo: podrás deleitarte en el Dios que te da reposo cuando es tiempo de esforzarte y cuando es tiempo de descansar.

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