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Aunque hoy, desafortunadamente, no recuerdo más que unos cuantos, hace quince años memoricé alrededor de cien versículos del Salmo 119.

Me avergüenza un poco admitir que no fue por voluntad propia, sino por cumplir con una tarea de mi líder de alabanza. Él quería ayudarnos a abrazar la belleza de la Escritura, pero, si soy honesta, no abordé el reto deseando saborear la dulzura de la Palabra de Dios y ser transformada por ella. Quería ganar. Y creo que gané. Al menos no recuerdo que nadie haya memorizado más versículos que yo.

Pero en realidad gané por una razón mucho más importante y humillante. El Señor tuvo misericordia de mí y me dio un premio mucho mejor que cualquier cosa que mi líder de alabanza podía ofrecer. El Señor me concedió arrepentimiento. Mientras recitaba como perico versículo tras versículo del Salmo 119, me di cuenta de que no me creía nada de lo que estaba diciendo. Y me dolió.

Me he gozado en el camino de Tus testimonios,
Más que en todas las riquezas (v. 14).

Mejor es para mí la ley de Tu boca
Que millares de monedas de oro y de plata (v. 72).

¡Cuánto amo Tu ley!
Todo el día es ella mi meditación (v. 97).

¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras!,
Sí, más que la miel a mi boca (v. 103).

Abrí mi boca y suspiré,
Porque anhelaba Tus mandamientos (v. 131).

Poco a poco, conforme memorizaba los versículos de este salmo, reconocí que mi corazón estaba muy lejos del corazón del salmista. Empecé a abrazar este verso como una oración:

Abre mis ojos, para que vea
Las maravillas de Tu ley (v. 18).

Quizá te ha pasado como a mí. Vas a la Biblia, la memorizas e incluso la enseñas… pero no la amas. No toda. Hay partes que te aburren, otras que te confunden e incluso algunas que pasas de largo porque no sabes qué hacer con ellas. Parecen algo primitivo e inaceptable. ¿Qué hacemos con eso?

Sé honesto

Dios sabe cómo te sientes. Él mira cuando te saltas esos capítulos que te parecen tediosos y conoce tus pensamientos cuando lees esas partes que te confunden o te abruman. No vale la pena pretender que no estás incómodo o frustrado. Nuestro Dios no espera que finjamos que todo va bien y ya.

Él es nuestro buen Padre. Podemos ir delante de Él y expresar con reverencia aquello que hay en nuestro corazón, incluso cuando parece inapropiado. Así como Job se sintió con libertad de expresar su dolor delante del Señor, nosotros podemos ir delante de Él para expresar confusión, aburrimiento, frustración, incomodidad, miedo y cualquier otra cosa que haya en nosotros (Job 10:1; Sal 142:1-3).

Recuerda que algunas partes de la Biblia deberían incomodarte

Es importante recordar que no todo lo que la Biblia describe (cuenta) son cosas que Dios prescribe (manda). Hay episodios en la Escritura que deberían llenarnos de indignación. Nadie lee Jueces 19 con una sonrisa en el rostro. Las náuseas son una respuesta apropiada.

El Dios digno de mi confianza es un Dios digno de que rinda mi confusión y frustración a Sus pies. Él no se asusta

Por otro lado, Dios es Dios. Él va más allá de nuestro entendimiento. Sus planes son mucho más altos que los nuestros. Sería absurdo pretender comprender completamente por qué obra de la manera en que obra. Recordemos que Job nunca tuvo explicaciones sobre su sufrimiento. Aún así, entendió lo que debía entender (Job 42:5).

La Biblia expone el pecado humano sin censura. No debería sorprendernos que haya cosas que nos indignen en gran manera. La Biblia habla de un Dios que va más allá de cualquier cosa que podamos imaginar. No debería sorprendernos que haya cosas que nos confundan en gran manera. Además, las Escrituras exponen nuestro propio pecado, por lo que es natural sentirnos confrontados mientras las estudiamos.

Reconoce que necesitas la ayuda de Dios

El hecho de que nosotros no siempre podamos ver la belleza de la Palabra de Dios no significa que la Palabra de Dios no es bella. Como nos recuerda el Salmo 119:18, (1) la Escritura es maravillosa, (2) a veces no podemos ver las maravillas de la Palabra y (3) Dios puede abrir nuestros ojos para que veamos las maravillas de la Palabra.

Nuestro Dios es bueno y verdadero. Muestra de ello es la cruz del calvario y la resurrección. Así que podemos confiar en que Su Palabra revelada es buena y verdadera. ¡Tenemos razones de sobra para abrazar 2 Timoteo 3:16! Pidámosle al Señor que nos ayude a entender cómo es que los pasajes de la Escritura que nos incomodan son útiles. Pidámosle que renueve nuestro entendimiento.

Reconoce que necesitas ayuda de tus hermanos

Dios nos ha hecho parte de una iglesia. Él ha levantado maestros que nos pueden instruir mientras buscamos entender con fidelidad y abrazar con gozo aquellos pasajes de la Escritura que todavía nos dejan perplejos. Tenemos académicos expertos en culturas ancestrales que pueden ayudarnos a reconocer cómo nuestros lentes culturales nos impiden ponernos en el lugar de la audiencia original para entender las cosas que ellos entendieron.

Dios se deleita en abrir nuestros ojos para que podamos ver las maravillas de Su Palabra

Pero empieza en tu iglesia local. Abre tu corazón a un líder maduro en la fe y pídele que te acompañe en oración e instrucción en este tiempo. También puedes aprovechar los muchos recursos que se encuentran disponibles hoy. Por ejemplo:

No evites los libros que te incomodan

No vamos a entender el propósito ni ver la belleza de todos los pasajes «problemáticos» de una sola vez en la primera lectura. El Señor irá abriendo nuestros ojos espirituales poco a poco; es nuestra responsabilidad abrir los ojos físicos y ponerlos delante de esas secciones incómodas de la Escritura mientras Dios hace Su obra.

Utilizar un plan de lectura bíblica completo es una excelente manera de guardarse de evitar los libros o capítulos que te confunden o asustan en la Escritura. No te quedes leyendo solo tu libro favorito de la Biblia. Avanza, aunque sea poco a poco, y el Señor te permitirá encontrar tesoros que jamás imaginaste.

Persevera

Mi Biblia tiene espacios en los márgenes y si vas al libro de Levítico encontrarás un montón de notas y oraciones que dicen cosas como «¡Señor! ¿Qué es esto? ¡No entiendo nada!». Con el paso del tiempo he llegado a comprender mejor algunas cosas, otras no tanto. Con todo, confío en que el Señor seguirá revelando Su verdad a mi corazón. Mientras tanto, seguiré adelante, pues las riquezas de la Palabra son inagotables. Tengo toda la vida para explorarlas.

El Dios digno de mi confianza, quien demostró Su amor al encarnarse y sufrir sin merecerlo, es un Dios digno de que rinda mi confusión y frustración a Sus pies. Él no se asusta. Él se deleita en abrir nuestros ojos para que podamos ver las maravillas de Su Palabra.

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