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Cuando ayudé a escribir este artículo sobre los propósitos de año nuevo desde una perspectiva bíblica, lo último que estaba en mi mente era la posibilidad de una pandemia. En enero los gimnasios estaban llenos, las vacaciones programadas, y los grupos de lectura organizados. Todos nos encontrábamos emocionados por lo que Dios traería en el nuevo año, pero nadie se imaginaba la inminente crisis mundial de salud.

Los propósitos que parecían tan importantes en enero ahora son lo último en lo que pensamos. Estamos concentrados en sobrevivir entre millones de desempleados y la crisis sanitaria. Muchos han perdido seres amados sin poder compartir sus últimos momentos, la violencia doméstica se ha disparado, y las iglesias tienen meses sin reunirse como comunidad. En fin, ir al gimnasio o leer más libros parece completamente irrelevante.

Es fácil permitir que esta etapa de nuestras vidas se vuelva deprimente. La aparente falta de opciones ocasiona que perdamos tiempo viendo televisión o las redes sociales. La escuela en casa y las interminables reuniones de Zoom resultan abrumadoras. Incluso el más introvertido entre nosotros siente el peso de la incertidumbre: ¿Cuándo podremos volver a salir de casa? ¿Cuándo podremos volver a vivir y hacer todas esas cosas que solíamos hacer?

No tenemos que vivir de esta manera. Aunque nuestros propósitos de año nuevo se hayan arruinado, nuestro verdadero propósito no se ha perdido.

Los propósitos divinos no cambian

Tú y yo estamos aquí por una razón. No somos un accidente y Dios no está jugando con nuestras vidas. Él sigue siendo el mismo de ayer, de hoy, y de siempre: el soberano Señor del universo (Sal. 115:3). En medio del caos, su mano sigue obrando y, si todavía estamos aquí, su mano quiere obrar a través de nosotros.

Aunque nuestros propósitos de año nuevo se hayan arruinado, nuestro verdadero propósito no se ha perdido

Los cristianos somos llamados a ser sal y luz en un mundo insípido y oscuro. Somos llamados a entregar nuestra vida entera a favor de otros, para compartir con ellos la gloriosa buena nueva del evangelio: el Dios del cielo y de la tierra se hizo hombre para morir en una cruz y pagar la culpa de pecadores condenados al infierno. Estamos aquí para compartir ese mensaje, hablando la verdad y viviendo vidas de amor a Dios y al prójimo en donde quiera que nos encontremos. Una pandemia mundial no cambia este propósito supremo.

No conozco los planes que tenías para este año. Probablemente te sientes decepcionado porque las cosas no salieron como esperabas. Seguramente deseabas hacer cosas muy buenas, para la gloria de Dios y el bien de los demás. Pero, ¿sabes qué? Los planes de Dios son mejores.

Vivamos para honrar a Dios

El encierro no es para matar el tiempo o solo para sobrevivir. Es una oportunidad para reevaluar nuestros planes, pedir sabiduría, y orientarlos al Señor. Clamemos para que Él nos ayude a cumplir nuestra misión desde donde estamos y con lo que tenemos.

Sigamos creciendo y sigamos sirviendo, aun en medio del caos de nuestras circunstancias. Hay muchas maneras de aprender, evangelizar, y tener comunión con otros en este tiempo difícil. Dejemos las excusas. Pongamos nuestra confianza en el Señor. Descansemos en que Él se encarga de llevar la historia hasta su culminación y busquemos servirle lo mejor que podamos durante el recorrido.

No nos cansemos de hacer el bien, como nos anima Pablo en Gálatas 6:9. En medio de la incertidumbre por la pandemia, algo es seguro: Dios quiere seguir usándonos para Su gloria y transformándonos a la imagen de su Hijo. El Señor está obrando en nosotros y a través de nosotros en este tiempo. No lo desperdiciemos.

Nuestros propósitos de año nuevo pueden haber sido frustrados, pero el propósito de Dios jamás se frustrará. Con esta confianza, fijemos nuestros ojos en Él y sigamos corriendo hacia la meta que Dios estableció, la cual es supremamente mejor.

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