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Pocas cosas son más reconfortante que una promesa hecha y cumplida. Y pocas cosas hieren más que una promesa sin cumplir. Saber que adoramos a un Dios que cumple sus promesas es una fuente de sumo gozo. Pero este conocimiento mal aplicado puede también llevarnos a buscar promesas en las Escrituras en formas problemáticas.

¿Cómo podemos saber cuáles promesas son para nosotros? ¿Cómo podemos reclamar las promesas de la Biblia sin trascender su aplicación? Estas son algunas de las dificultades más comunes para tener en cuenta cuando estudias.

Errores comunes

Confundir una promesa con un principio. Las promesas son siempre cumplidas. El 100 por ciento de las veces. Los principios afirman verdades generales. El libro de Proverbios es a menudo confundido con un libro de promesas, cuando en realidad se trata de un libro de principios. El principio de “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Prov. 22: 6) es generalmente cierto, y algo sabio para seguir. Pero no es una garantía de que cada niño criado en la instrucción piadosa se convertirá en un creyente de Jesús.

Ignorar el contexto. A menudo nos aplicamos una promesa a nosotros mismos antes de considerar su audiencia original o su contexto textual, histórico o cultural. En algunos casos, se ha hecho una promesa a una persona específica por una razón específica y no tiene ninguna aplicación adicional más allá de su contexto inmediato. En otros casos, la aplicación solo puede ser hecha adecuadamente después de que la promesa se entienda en su contexto original. La promesa de Dios a Abraham acerca de tierra y descendencia (Génesis 12:1-3) no puede interpretarse en el sentido de que Dios me dará una casa o unos niños. Puede, sin embargo, aplicarse en el sentido de que me va a dar una herencia espiritual a través de Cristo.

Pasar por alto el “si”. Promesas que contienen un “si” requieren alguna forma de obediencia antes de que podamos esperar que vengan a pasar en nuestras vidas. Son condicionales. Si queremos reclamarlas, es mejor que estemos preparados para actuar en obediencia a lo que requieren. Dios nos concede sabiduría si la pedimos (Santiago 1:4). Pero tenemos que pedirla. A menudo la promesas “si” de bendición son acompañadas por los correspondientes “si” de advertencias sobre la desobediencia. Tendemos a celebrar promesas de bendición de Dios y dejar de lado sus promesas de castigo, aunque ambas apuntan a un Dios fiel. Es difícil encontrar una taza de café que tenga escrito Hebreos 12:6. Lo que nos lleva a…

La elección selectiva de una promesa. Tenemos la tendencia de favorecer a esas promesas que apelan a nuestra propio caso para bien. Citamos Éxodo 14:14 en una crisis: “El Señor peleará por vosotros; solo quédense tranquilos”. Pero nos olvidamos de notar que tres capítulos más adelante en el Éxodo se le ordena a Israel que no se detuviera, sino que luchara contra sus enemigos. En las batallas espirituales, a veces debemos estar quieto y a veces debemos luchar. Es mejor pedir a Dios sabiduría en cuanto a la respuesta que se pide, en vez de reclamar una promesa que no es de aplicación universal.

Usar una promesa de manera manipulante. A veces empleamos un versículo como una promesa porque queremos que Dios actúe de determinada manera. Probablemente el pasaje más abusado de esta categoría es “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo con ellos” (Mateo 18:20) No solo la usamos fuera de contexto, sino que también la usamos para tratar de coaccionar a Dios para que haga lo que le pedimos simplemente porque nos hemos reunido el número necesario de personas para pedir por ello. Las promesas de Dios a nosotros nos deberían ayudar a someternos a su voluntad, y no doblarla a la nuestra.

Limitar una promesa a tu propio entendimiento. Incluso cuando reconocemos una promesa de manera correcta como hecha a nosotros, a menudo imponemos nuestra propia comprensión de cómo se cumplirá. O tenemos la tentación de imponer nuestra propia línea de tiempo en su cumplimiento. Sí, Dios tiene planes para ustedes, planes de paz, y no de mal,  (Jer. 29:11), pero, como en el caso de las personas a las que esas palabras fueron escritas originalmente, ese “ustedes” es más probablemente una referencia colectiva al cuerpo de creyentes, y ese plan se puede llevar a cabo a través de los siglos en formas que posiblemente no podemos predecir. Reconocer ese propósito no disminuye la belleza de la promesa en absoluto. En realidad, la realza.

Evitar las trampas

Entonces, ¿cómo podemos evitar estas trampas de “reclamar promesas”? Nuestra estrategia a largo plazo debe ser pasar del conocimiento inmediato de la Biblia al conocimiento integral. A corto plazo, prueba estas ayudas.

Haz tu tarea. Antes de escribirla en una tarjeta para tu refrigerador, antes de publicarla en Instagram o comprarla en una taza de café o declararla tu versículo de vida, haz un estudio a fondo de dónde vino la promesa, en las Escrituras y en la historia bíblica. Asegúrate de que sea una promesa general, no una promesa específica a otra persona, o simplemente un principio general para tener en cuenta. Verifica que no haya un “si” que pueda cambiar su aplicación.

Examina tus motivaciones. Si una promesa en las Escrituras te llama la atención, pregúntate por qué. ¿Qué miedo o necesidad está detrás de tu deseo de reclamar esa promesa para ti mismo? ¿Qué seguridad estás buscando más allá de la seguridad de tu alma garantizada por Cristo? ¿Reclamar esa promesa te ayuda a someterte al gobierno de Dios? ¿Estás definiendo su cumplimiento en base a tu propia comprensión limitada? ¿Te ayudaría el cumplimiento de esa promesa a crecer en la piedad y la humildad?

Y recuerda, la Biblia está llena de promesas inequívocas de nuestro Dios trino que podemos celebrar con certeza. Aquí hay un puñado de mis favoritos:

  • Él promete darnos sabiduría si pedimos (Santiago 1:5).
  • Él promete proporcionar una manera de salir de la tentación (1 Cor. 10:13)
  • Él promete que nuestra salvación está segura, no importa lo que pase (Juan 10:28-29).
  • Él promete que nunca nos dejará ni nos abandonará (Hebreos 13:5).
  • Él promete acabar la buena obra que ha comenzado en nosotros (Fil. 1: 6).
  • Él promete regresar (Lucas 12:40).

Estas promesas son seguras y firmes. ¿Te das cuenta de que tienen mucho más que decir acerca de quién es Dios y cómo nos está santificando, que de una circunstancia o resultado específico? No se nos ha prometido certeza en nuestras circunstancias, pero se nos promete certeza en el Dios de nuestras circunstancias. Y eso es un ancla para el alma.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Luz Guillen.
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