“Que su conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona”, Colosenses 4:6.
En el mundo de las palabras y conversaciones, la crítica ocupa la delantera. Puesto que todo el quehacer humano es gobernado por el análisis constante de información que luego concluye en un juicio a favor o en contra de aquello bajo consideración, nada ni nadie escapa de la crítica.
La crítica es un escrutinio, examen, análisis, evaluación, opinión, o juicio que formulamos acerca de una persona, situación, objeto, idea, o propuesta. La misma es necesaria e inevitable, pues nos permite llegar a conclusiones y auxilia en la toma de decisiones.
El gran error consiste en asumir que toda crítica es malsana. Una crítica que resalta puntos negativos puede ser constructiva si es expresada con gracia, sinceridad, y amor. Cuando la crítica es permeada por los principios bíblicos del carácter cristiano, la Palabra de Dios y el amor al prójimo, ejercita nuestro discernimiento y lo conduce de una opinión subjetiva, halagadora o superficial, a un juicio objetivo, constructivo y de bendición.
Dos tipos de crítica
Dicho esto, la crítica se pudiera clasificar en positiva y negativa, constructiva y destructiva, u objetiva y subjetiva.
La crítica objetiva, también llamada científica, es una herramienta o disciplina mediante la cual se evalúa una situación o informe valiéndonos de criterios enteramente factuales, y en nuestro caso, validados por la Escritura. La crítica subjetiva es la conclusión que comúnmente causa conflictos interpersonales, pues expresa criterios que denotan una opinión personal distorsionada y carente de objetividad, y que por consiguiente emite juicios parcializados, censurables, y mal intencionados.
Los efectos de la crítica malsana pueden ser devastadores para la salud y el testimonio personal
Los efectos de la crítica malsana pueden ser devastadores para la salud y el testimonio personal. Por lo tanto, es importante prestar atención a la manera de manejar ambos lados de este problema.
Por un lado, la tendencia de criticar a otros es un indicativo personal de mayores problemas espirituales, siendo el mayor de ellos la incredulidad e insatisfacción en Dios. La envidia y los celos revelan nuestra incomprensión del carácter de Dios, y nuestra desconfianza en su Palabra y voluntad para nuestra vida.
Es imperativo crecer en la gracia y el conocimiento del Señor Jesucristo (2 P. 3:18) y confiar en la autoridad y suficiencia de la Escritura (Sal. 119:160, Jn. 17:17, 1 P. 1:25). El Señor ha empezado una obra buena y única en cada una de sus hijas, así que ninguna tiene nada que envidiarle a otra. Él está comprometido a perfeccionar y completar esa obra en cada una (Flp 1:6). “Él es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Ef. 3:20).
Respondiendo a la crítica
Por el otro lado, a la hora de responder a la crítica debemos considerar conjuntamente la fuente y su intención.
Si la crítica es maliciosa, debemos primero reflexionar en lo que dice la Palabra y acatar sus mandatos: “Nunca paguen a nadie mal por mal. Respeten lo bueno delante de todos los hombres” (Ro. 12:17). Ora por tus injuriadores (Mt. 5:44-45) y encomienda tu causa al que juzga justamente (1 P. 2:23).
Si la crítica es correcta, al menos en su mayoría, bien pudiera ser parte de la corrección del Señor para nuestra vida
Si la crítica es incorrecta pero con algunos elementos de verdad, existe la posibilidad de que la persona esté sinceramente confundida o mal informada. Luego de orar por dirección y templanza, debemos considerar hablar con tal persona. “El siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido. Debe reprender tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad” (2 T. 2:24-25).
Si la crítica es correcta, al menos en su mayoría, bien pudiera ser parte de la corrección del Señor para nuestra vida. Seamos humildes, pues “Aquel cuyo oído escucha las reprensiones de la vida morará entre los sabios. El que tiene en poco la disciplina se desprecia a sí mismo, pero el que escucha las reprensiones adquiere entendimiento” (Pr. 15:31-32).
Finalmente, es importante tener cuidado de no confundir una crítica positiva con el hecho de recibir o dar alabanza repetida a los siervos del Señor, la cual, incitando el ego, pudiera ser tan peligrosa o dañina como la crítica maliciosa. Nos corresponde darle toda la gloria al Señor, sabiendo que “no que somos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios” (2 Co. 3:5).
El Señor nos ayude a poner guarda a la puerta de nuestros labios, y atribuirle toda la gloria y honra debida a Su Nombre.