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El hombre siempre ha buscado la espiritualidad y el mundo ofrece una serie de aparentes caminos a esta, pero en realidad son vías hacia una adoración falsa. El cristiano está llamado a vivir en la verdad y esto únicamente lo puede lograr si basa su experiencia espiritual en la Palabra de Dios.

En el libro En espíritu y en verdad: Una introducción a la espiritualidad bíblica (B&H Español, 2021), el pastor Samuel E. Masters brinda una enseñanza robusta para crecer en nuestra comprensión de este tema. Comparto contigo estas veinte frases destacadas que encontré en mi lectura de este nuevo recurso:


Existe la espiritualidad que construimos y la espiritualidad que se nos revela en Cristo (p. 29).

La tendencia histórica de nuestra raza es satisfacer sus inquietudes espirituales construyendo sistemas de esfuerzo propio (p. 33).

Un mundo sin pautas divinas implica un mundo sin culpa y castigo. Pero en lo profundo, mi corazón todavía me dice que soy culpable y no hay quien me perdone si no hay Dios (p. 35).

Los que hoy dicen ser «espirituales, pero no religiosos» hablan de experiencias positivas. Sin embargo, los encuentros con Jesús muchas veces resultaron incómodos (p. 40).

Dios es personal. Por medio de Jesús entramos en contacto con Él. Así como Dios actúa de forma sobrenatural, descubrimos que es también «superpersonal» (p. 43).

La espiritualidad bíblica siempre pasa por la cruz (p. 54).

La espiritualidad bíblica se trata de conocer de forma personal e íntima a Dios. Por la lectura de la Biblia llegamos a conocer a Dios personalmente. El mismo Espíritu que inspiró las Escrituras nos ayuda a entenderlas (p. 74).

De esto trata la espiritualidad bíblica: significa tener una relación con Dios, estar unido a Cristo para ser moldeado con el fin de parecerse cada vez más a Él (p. 77).

Cristo se encuentra aferrado a nosotros por el Espíritu. A la vez, nosotros estamos aferrados a Cristo por el regalo de la fe. El Espíritu y la fe funcionan como anclas imbatibles del alma que vencen cualquier tormenta (p. 78). 

La espiritualidad bíblica entendida en toda su dimensión deja en la sombra cualquier espiritualidad autodirigida que los individuos puedan construir con los recursos limitados de sus propias almas (p. 84).

Lo que el ateísmo no logra explicar es cómo podemos confiar que habrá un final feliz en la historia sin un autor quien la escriba (p. 107).

Al nacer tenemos la bendición de poseer vida biológica, pero no vida espiritual. Poseemos la libertad de escoger diversos cursos de acción, pero no tenemos la capacidad de agradar a Dios por medio de ninguno de ellos (p. 125).

Una espiritualidad bíblica entiende que el problema principal no se encuentra en el mundo físico que nos rodea, sino en nuestra propia voluntad (p. 157).

La Palabra y el Espíritu le dan un importante equilibrio a nuestra espiritualidad (p. 176).

El Espíritu nos abre los ojos a la belleza de Cristo y nos convence de nuestra pecaminosidad desastrosa (p. 177).

El mismo Espíritu nos permite ver la maravilla del sacrificio de Jesús y nos atrae esperanzados a la cruz (p. 177).

El Espíritu nos ayuda a aplicar el evangelio revelado en la Palabra a nuestra vida luego de la conversión (p. 177).

La Palabra se convierte en una luz a nuestros pies y sustento para nuestras vidas mediante el Espíritu. Esa es la razón por la que el Señor aún busca adoradores que lo adoren en espíritu y en verdad —siempre uniendo espíritu y verdad— (p. 177).

La espiritualidad bíblica es un estilo de vida que depende de una cosmovisión basada en el concepto de Coram Deo: vivir en la presencia y bajo la mirada de Dios (p. 186).

El primer paso hacia una cosmovisión bíblica podría ser la reforma del uso de nuestros tiempos y espacios con el fin de sacar a la Palabra de Dios del margen de nuestras vidas y llevarla al mismo centro de nuestra existencia (p. 218).

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