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Una perspectiva bíblica frente a los ataques de pánico

No tener una perspectiva bíblica del ser humano, su estado y su problemática, junto a mi falta de un buen entrenamiento en consejería bíblica, me llevó hace varios años a no valorar bien lo que mi esposa estaba experimentando. Para mí, los ataques de pánico eran algo de lo que había escuchado que otra gente vivía y, según mis consideraciones miopes, algo que un cristiano no debía experimentar, salvo por una notable falta de fe.

Recuerdo que mi esposa se realizó varios exámenes médicos y los resultados no mostraron posibles causas orgánicas que explicaran los síntomas. Fueron tiempos difíciles. Estábamos en proceso de plantar una iglesia y teníamos presiones de diferentes tipos: hijos pequeños, desafíos económicos, sumado a la demanda de una comunidad que creció de diez a cien asistentes en un año, entre otras cuestiones.

Teníamos mucha presión, como la que viven muchas personas, pero el sesgo con el que evalué la situación y los síntomas me impidió entender los ataques de pánico que mi esposa enfrentaba, de modo que no pude compartirle a tiempo la Palabra de Dios con amor y compasión.

Gracias a Dios, ella salió adelante guiada por el Señor y Su Palabra, en el contexto de la vida de la iglesia local. Pero esta experiencia familiar me ayudó a darme cuenta de que los cristianos necesitamos una perspectiva bíblica sobre esta lucha que tantas personas combaten, aun dentro de las iglesias.

¿Qué es un ataque de pánico?

¿Has experimentado alguna vez un miedo fuera de control? Sin duda, es algo difícil de vivir. Lo vi en mi esposa y en varias personas a las que he acompañado en los últimos años como consejero bíblico. Los ataques de pánico son reacciones repentinas y abrumadoras en las que se experimenta un alto nivel de miedo. Estos episodios pueden tener un desencadenante obvio, pero en general la persona no sabe qué lo provocó.

La Palabra de Dios ministrada en amor es suficiente para atender la dimensión espiritual de cada ser humano

La palabra «ataque» es engañosa. Si bien describe la forma en que alguien se siente durante el episodio, también implica que es algo externo y sobre lo que no tiene control. Estos ataques son mayormente el fruto de cuadros de ansiedad persistentes que no han sido tratados, como un Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG).

Sobre estos trastornos de ansiedad, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) informa que: «La mayoría aparece más frecuentemente en mujeres que en varones (aproximadamente en una proporción de 2:1)».1 El mismo manual describe los ataques de pánico como:

La aparición súbita de miedo intenso o de malestar intenso que alcanza su máxima expresión en minutos (la aparición súbita se puede producir desde un estado de calma o desde un estado de ansiedad) y durante este tiempo se producen cuatro (o más) de los síntomas siguientes:

  1. Palpitaciones, golpeteo del corazón o aceleración de la frecuencia cardíaca. Sudoración.
  2. Temblor o sacudidas.
  3. Sensación de dificultad para respirar o de asfixia.
  4. Sensación de ahogo.
  5. Dolor o molestias en el tórax.
  6. Náuseas o malestar abdominal.
  7. Sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo.
  8. Escalofríos o sensación de calor.
  9. Parestesias (sensación de entumecimiento o de hormigueo).
  10. Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (separarse de uno mismo).
  11. Miedo a perder el control o de «volverse loco».
  12. Miedo a morir.2

Dificultades del tratamiento secular

El abordaje secular a la problemática de los ataques de pánico y la ansiedad se concentra en dos enfoques: el farmacológico y el psicológico.

Un plan de tratamiento para el TAG tiene como objetivo lograr los siguientes aspectos:

  • Reducir tanto los síntomas psíquicos (es decir, la preocupación y la ansiedad) como los somáticos.
  • Tratar las condiciones comórbidas.
  • Mejorar la calidad de vida y la funcionalidad del paciente.
  • Continuar el tratamiento hasta la remisión y prevenir las recaídas.

El tratamiento principal del TAG es el farmacológico, pero también puede consistir en un tratamiento psicológico (es decir, terapia cognitivo-conductual).3

Los grandes esfuerzos por estudiar lo que viven las personas en estos eventos, y los intentos por mitigar sus síntomas y entender las posibles causas, no han estado ajenos a las dificultades. Una de ellas es la gran cantidad de cambios en los criterios de diagnóstico durante las últimas décadas.4 A esto se suma que la determinación sobre si una persona necesita algún tratamiento depende mucho de la subjetividad de las personas involucradas. El diagnóstico se basa en lo que los pacientes sienten, en el intento de cuantificar sus impedimentos para realizar actividades rutinarias y en la valoración y el criterio de quien esté a cargo del tratamiento.

Aunque el bienestar es importante, no debemos olvidar que Dios tiene una meta mayor para Sus hijos: que Cristo sea formado en nosotros

Estas problemáticas también generan un impacto económico. Solo a modo de referencia, el costo total (en Europa) del tratamiento cada tres meses para el TAG oscila entre 700 y 1200 dólares estadounidenses, dependiendo de si el paciente tiene o no comorbilidad (presencia de dos o más enfermedades al mismo tiempo).5

Tomando una perspectiva correcta

Los consejeros bíblicos no combatimos contra las ciencias médicas, porque la Palabra de Dios nos enseña con claridad que el ser humano es una unidad material e inmaterial. Adán fue creado como un ser material, «del polvo de la tierra», tanto como inmaterial, un «ser viviente», literalmente «alma viviente», a imagen y semejanza de Dios (Gn 1:26-27).

Por lo tanto, desde la consejería bíblica valoramos lo que los médicos pueden aportar en cuanto al cuidado del cuerpo y su comprensión biológica del organismo. ¡Debemos trabajar junto con los médicos! Sin embargo, también afirmamos que la Palabra de Dios es suficiente y poderosa para ayudar a las personas en su sufrimiento (como las crisis de ansiedad) y sus luchas contra el pecado (como el temor y la preocupación pecaminosa). La Palabra de Dios ministrada en amor es suficiente para atender la dimensión espiritual de cada ser humano, en conjunto con una mirada correcta a la dimensión material.

Por lo general, el modelo secular de las psicoterapias no puede ver esta unidad bipartita del ser humano, debido a su cosmovisión materialista. Su paradigma de base suele ser la teoría evolutiva, la cual se ha convertido en «el tema dominante en la mayoría, si no en todos, los aspectos de la psicología».6 Esta postura filosófica sostiene que el universo —por tanto, también el ser humano— está constituido solo por una realidad material (nada inmaterial). Este sesgo solo permite un abordaje superficial de las causas de las enfermedades y no es capaz de tener en cuenta la esencia de la problemática humana: el pecado.

En cambio, la Biblia nos muestra la integralidad del ser humano y cómo su dimensión inmaterial puede afectar la dimensión material («efectos psicosomáticos»). Lo vemos, por ejemplo, en el clamor de David:

¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada,
Cuyo pecado es cubierto!…
Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió
Con mi gemir durante todo el día.
Porque día y noche tu mano pesaba sobre mí;
Mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano (Sal 32:1, 3-4).

Desde la consejería bíblica tampoco tenemos una guerra contra toda la psicología o la psiquiatría, sino que hacemos una crítica a ciertas interpretaciones que realizan de los hechos y, por consecuencia, al tratamiento o terapia que aplican. Estos profesionales, además de interpretar en base a un modelo materialista, pasan por alto el efecto del pecado en el intelecto humano —los efectos noéticos del pecado (Ef 4:17-28)— y no reconocen que los pensamientos del hombre se oponen continuamente a los pensamientos del Señor (Ro 8:5-8).

Los cuadros de ansiedad y pánico muestran lo que hay en nuestro corazón y nuestra necesidad de depender de Dios y del evangelio

Esta condición humana provoca una inversión del sistema de valores de Dios. El ser humano natural no valora las cosas de la misma manera que Dios y tiene una visión narcisista de la vida, es decir, una visión dominada por una preocupación excesiva hacia uno mismo. Los tratamientos y las terapias que la psicología propone están fuertemente impregnados de este narcisismo.

Confía en Dios

Aunque el bienestar de las personas es importante, no debemos perder de vista que Dios tiene una meta mayor para Sus hijos: «que Cristo sea formado» en nosotros (Gá 4:19). Esa debe ser también la meta en la consejería bíblica. De hecho, muchas veces los cuadros de ansiedad y pánico muestran lo que hay en nuestro corazón y nuestra necesidad de depender de Dios y del evangelio. ¿No es ese un objetivo de las pruebas que Dios permite en nuestras vidas?

Y te acordarás de todo el camino por donde el SEÑOR tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no Sus mandamientos. Él te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que tú no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del SEÑOR (Dt 8:2-3).

En definitiva, dado que el ser humano es una unidad material e inmaterial, el tratamiento de los ataques de pánico requiere tanto una evaluación física de un profesional de la salud, como un acompañamiento con la verdad en amor a través de la consejería bíblica, que busque abordar las causas de base (en el corazón) de los cuadros de temor y ansiedad.

Si estás sufriendo ataques de pánico o estás acompañando a alguien que los sufre, tengan en cuenta la perspectiva bíblica sobre las dimensiones material e inmaterial del ser humano, para que no descuiden ningún área de la vida.

Como consejero bíblico, te animo a confiar en que «Dios en Su amor siempre desea lo mejor para nosotros, en Su sabiduría siempre sabe lo que es mejor, y en Su soberanía tiene el poder para hacer que suceda» (Confiando en Dios aunque la vida duela, p. 19). Deja que la Palabra de Dios te llene de esperanza:

No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla (1 Co 10:13).

Confía en que Dios tiene una salida al problema o prueba que te afecta. Sé que la verdad de Su evangelio es suficiente para sostenernos porque lo vi en mi esposa. El Señor es siempre fiel.


1 American Psychiatric Association. DSM-5 (Editorial Médica Panamericana, 2014), p. 189.
2 Ibid., p. 208.
3 Short- and Long-Term Use of Benzodiazepines in Patients with Generalized Anxiety Disorder: A Review of Guideline.
4 Roselind Lieb, Eni Becker y Carlo Altamura. The epidemiology of generalized anxiety disorder in Europe (European Neuropsychopharmacology, 2005), pp. 445-452.
5 Ibid, 3.8. Economic costs of GAD in Europe.
6 Hergenhahn B. R., An Introduction to the History of Psychology (Wadsworth), p. 293.
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