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El apóstol Pedro nos dice en su primera carta que nuestras almas fueron purificadas “para el amor fraternal no fingido” (1P. 1:22). Porque nuestras almas han pasado por ese proceso purificador ahora podemos y debemos amarnos unos a otros. Y nos preguntamos, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?

La esencia del pecado es el egoísmo y el orgullo. Si pudiésemos rastrear todas las motivaciones y pensamientos que intervienen en cada uno de nuestros pecados, en algún punto nos toparemos con el egoísmo y el orgullo. Estos dos pecados generan en nosotros todos los otros pecados y por lo tanto, son dos ingredientes que obstaculizan el que podamos amar sinceramente a los demás. Al ser moralmente purificados, librados de la esclavitud del pecado, ahora podemos vencer esa inclinación al egoísmo y al orgullo que todavía permanecen en nosotros, pero que ya no nos controlan.

El pecado mora en nosotros, pero ha sido destronado, ya no nos gobierna a su antojo y, por lo tanto, los creyentes verdaderos tienen la capacidad de actuar por encima de sus intereses personales, para promover los intereses del reino de Dios y el bienestar de sus hermanos. Es por eso que la Biblia presenta el amor como uno de los frutos imprescindibles de la fe verdadera.

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn. 13:35).

“El que dice que está en luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas” (1Jn. 2:9).

“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte” (1Jn. 3:14).

“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios porque Dios es amor” (1Jn. 4:7-8).

El mensaje no podía ser más claro: el amor fraternal es uno de los frutos imprescindibles de la verdadera fe. Como vimos en una entrada anterior, la verdad purifica, la mentira corrompe y destruye. Nosotros abrazamos la verdad del evangelio cuando vinimos a Cristo en arrepentimiento y fe, pero eso no concluyó la obra que Dios quiere hacer en nosotros.

El propósito de Dios en la salvación es hacernos cada vez más semejantes a Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y eso sólo será posible en la medida en que la luz de la verdad de Dios continúe despejando las tinieblas de nuestros corazones, todas las mentiras que el mundo nos vendió cuando éramos esclavos del pecado, muchas de las cuales todavía continúan repercutiendo en nosotros.

Por eso Pablo nos exhorta en Rom. 12 a resistir conscientemente el amoldarnos a este mundo y a ser transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento. Nuestra forma de pensar debe ser renovada por la verdad de Dios revelada en Su Palabra; y en la misma medida en que eso ocurra nosotros seremos transformados.

¿Qué tanto nos estamos esforzando consciente y diligentemente por crecer en el conocimiento de la verdad y vivir conforme a ella? ¿Qué tanto se está evidenciando en nuestras vidas la obra purificadora de la verdad, sobre todo en lo que tiene que ver con nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos?

Todos los creyentes tenemos lucha con el pecado que aún mora en nosotros; constantemente somos tentados a volver a nuestro antiguo patrón de vida, donde el orgullo y el egoísmo controlaban nuestras acciones, donde era evidente que el gran amor de nuestras vidas éramos nosotros mismos. Pero el Señor purificó nuestras almas para que eso no sea así. No fue un ticket gratis el que Cristo compró para nosotros en la cruz del calvario, fue perdón y liberación del pecado con todas sus consecuencias.

En la próxima entrada continuaremos observando de cerca lo que sigue diciendo Pedro en su carta: “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1Pedro 1:22-23).

© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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