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Ser discípulo de Jesús es aprender a Jesús

Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro El proyecto de la vid (Poiema Publicaciones, 2020), por Colin Marshall y Tony Payne. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

No hay mucha controversia ni dificultad en cuanto al significado de la palabra traducida como “discípulo” en el Nuevo Testamento (la palabra griega mathētēs). Básicamente se refiere a un aprendiz o estudiante, alguien que aprende de un maestro.

En pocas palabras, un discípulo es un aprendiz; el discipulado es su proceso de aprendizaje.

Esto lo vemos muy claramente en la forma en que los Evangelios usan esta palabra. Un discípulo busca aprender las formas, las prácticas y la sabiduría de su maestro: 

“El discípulo no está por encima de su maestro, pero todo el que haya completado su aprendizaje, a lo sumo llega al nivel de su maestro” (Lc 6:40 NVI). 

Algunos le dijeron a Jesús: “Los discípulos de Juan ayunan y oran con frecuencia, lo mismo que los discípulos de los fariseos, pero los tuyos se la pasan comiendo y bebiendo” (Lc 5:33 NVI). 

Ya sean los discípulos de Juan, los de los fariseos o los de Jesús, el punto básico es el mismo: los aprendices tienen una relación con su maestro (o maestros) y buscan aprender y adoptar sus enseñanzas y su forma de vida. 

Ciertamente, están aprendiendo un contenido intelectual —una forma de pensar y percibir el mundo, una serie de conocimientos y un entendimiento en particular. En los Evangelios vemos frecuentemente a Jesús enseñando este tipo de contenido a Sus aprendices: 

“Cuando vio a las multitudes, subió a la ladera de una montaña y se sentó. Sus discípulos se le acercaron, y tomando Él la palabra, comenzó a enseñarles diciendo…” (Mt 5:1-2 NVI). 

Los aprendices tienen una relación con su maestro y buscan aprender y adoptar sus enseñanzas y su forma de vida

Pero en el caso de los discípulos de Jesús, el resultado de este aprendizaje no era simplemente el dominio de cierto conocimiento —lo que asociaríamos hoy con el aprendizaje académico. Lo que los aprendices estaban aprendiendo de Jesús era una forma de vida basada en un entendimiento de ciertas verdades acerca de la realidad (así como lo estaban haciendo los discípulos de Juan e incluso los de los fariseos).

La meta era que ellos no solo supieran lo que sabía su Maestro, sino también que llegaran a ser como su Maestro y a vivir como Él. Por decirlo de alguna manera, no estaban aprendiendo un tema, sino que estaban aprendiendo a una persona —Su conocimiento, Su sabiduría, toda Su forma de vida. 

Esa es parte de la razón por la que estos aprendices seguían a su maestro a todos lados. No solo escuchaban Sus palabras, sino que las veían en acción en Su vida y buscaban aprender esa forma de vida al estar siempre con Él.

En ese tiempo, esta era la forma habitual en la que se transmitía y se dominaba una enseñanza. Lo vemos en los Evangelios cuando los aprendices le hacían preguntas y le presentaban dilemas a Jesús, y cuando le pedían clarificaciones durante Su enseñanza pública.

Tal vez esta sea una de las razones por las que el concepto de “seguir” ha llegado a dominar el pensamiento de la mayoría sobre el discipulado. Al pedirles que den una definición sencilla de lo que es un discípulo, muchos responderían: “Alguien que sigue a Jesús”. Por lo que hemos visto hasta ahora, quizá sería más preciso decir: “Alguien que se dedica a aprender a Jesús”. Sin embargo, aunque el discipulado no es exactamente lo mismo que seguir a un maestro, hay por lo menos dos razones por las que vemos que una cosa va de la mano con la otra en los Evangelios. 

Jesús repite constantemente que seguirlo es un compromiso exclusivo de vida o muerte. Ir con Él significa dejar todo lo demás, incluso tu propia vida

La primera tiene que ver con la clase de aprendizaje a la que se estaban comprometiendo los aprendices (es decir, los discípulos). Difícilmente podías aprender del Maestro, y adoptar la forma de vida que enseñaba y ejemplificaba, si no estabas con Él regularmente —viéndolo, escuchándolo, practicando, haciendo preguntas y así sucesivamente. Jesús quería que Sus aprendices caminaran con Él y aprendieran a ser como Él. 

Pero los Evangelios nos muestran que seguir a Jesús tenía implicaciones mucho más profundas, tanto por quien es Él como por el llamado que Él hace a Sus seguidores. Él repite constantemente que seguirlo es un compromiso exclusivo de vida o muerte. Ir con Él significa dejar todo lo demás, incluyendo tu propia vida. Tal como lo declara en el Evangelio de Lucas: 

“De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser Mi discípulo [aprendiz]” (Lc 14:33 NVI). 

Aprender a Jesús —someterte a Su enseñanza, andar como Él anduvo— significará abandonar todos tus compromisos actuales. Significará caminar con Él hacia Jerusalén y hacerle frente a la cruz que allí espera. Jesús deja muy claro que salvar nuestra antigua vida no es una opción; solo salvaremos nuestra vida si la perdemos. O para ponerlo en el lenguaje de Pablo, solo podremos resucitar a una nueva vida en Cristo si somos crucificados con Él. 

En los Evangelios, seguir a Jesús tiene un significado muy parecido al arrepentimiento. Es abandonar mi existencia actual y dirigirme a un lugar nuevo, a aprender una vida completamente nueva de un nuevo Maestro y a ser parte del nuevo Reino que Él traerá.


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