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La santificación de los creyentes fue una de las peticiones principales que Cristo tuvo en mente al orar al Padre, antes de ir a la cruz:

«No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad; tu Palabra es verdad» (Juan 17:15-17).

En medio de la realidad de nuestra pecaminosidad y las inevitables consecuencias de vivir en un mundo caído, podemos confiar en la esperanza de un futuro glorioso en Cristo. Antes de que podamos disfrutar de ese futuro a plenitud, los creyentes tenemos la obra del Espíritu Santo a nuestro favor y la guía de la Escritura mientras vivimos en esta tierra.

Aquí te comparto una entrevista que le hice recientemente a Jason Wright, director del Seminario Bíblico William Carey.


1) ¿Por qué consideras que la santidad es importante? ¿Qué te hizo ver la necesidad de tratar este tema?

Creo que para muchos cristianos, incluyéndome a mí, la pandemia ha cambiado muchas cosas y quizás algunos de nosotros hemos caído en malos hábitos. Cuando atravesamos momentos difíciles, es fácil justificar nuestro pecado. La vida es dura, hay enfermedades o depresión, y por razones como esas la búsqueda intencional de la santidad personal podría quedar relegada.

Esta verdad es algo que siempre me sorprende del libro de 1 Pedro. En su contenido se habla de un grupo de cristianos exiliados que de alguna manera están sufriendo por su fe. Están enfrentando desafíos y tribulaciones. Y, sin embargo, la carta de Pedro está llena de llamados a la santidad. Es como si la respuesta de Pedro a las personas que están sufriendo fuera: «¡sean santos!».

La primera carta de Pedro está llena de llamados a la santidad. Es como si la respuesta de Pedro a las personas que están sufriendo fuera: ¡Sean santos!

Por eso, después de los casi dos años en que hemos vivido esta pandemia, creo que es importante que los cristianos recuerden el claro llamado de la Biblia a buscar la santidad. No permitamos que nuestras circunstancias, sean las que sean, nos engañen haciéndonos creer que nuestra santidad personal no importa.

2) ¿Cuáles son los problemas más comunes que se presentan al hablar de la santidad en nuestras iglesias?

Si predico un sermón que incluye imperativos del evangelio, casi siempre al menos una persona me dirá: «Me di cuenta de que en tu sermón había mucho “haz esto” o “no hagas aquello”. ¡Cuidado con el legalismo!».

Por supuesto, existe el peligro del legalismo. Siempre estamos tratando de agregar a los mandamientos de Dios o crear un nuevo estándar para que podamos sentir que de alguna manera merecemos el favor o la bendición de Dios. Pero si somos fieles a las Escrituras, encontraremos que los verdaderos cristianos, aquellos que han puesto su fe en Cristo como el único que puede ofrecer salvación, son llamados una y otra vez a buscar la santidad.

Nuestro mundo está lleno de distracciones que a menudo pueden alejarnos de la santidad

Ese es uno de los mayores problemas que enfrentamos cuando hablamos de santidad. Para algunos, cualquier llamado a obedecer a Dios o disciplinarnos a nosotros mismos suena como una contradicción al evangelio. Sin embargo, cuando hablamos de la santidad personal, estamos hablando del fruto de nuestra salvación, no de la raíz. En otras palabras, somos justificados por gracia mediante la fe en Cristo. Esa es la raíz. Pero el fruto de esa salvación es una vida dedicada a honrar a Cristo mediante la búsqueda de la santidad. Y esto sin mencionar que la santidad personal es completamente contracultural. Nuestro mundo está lleno de distracciones que a menudo pueden alejarnos de la santidad.

3) ¿Cómo definirías la necesidad que la iglesia tiene de comprender la santidad que Dios demanda de sus hijos y la realidad de que todavía pecamos?

Siempre me ha gustado la analogía de que la santificación se parece más a una montaña rusa que a una simple línea recta que se mueve hacia arriba. En otras palabras, hay altibajos en nuestra santidad personal, pero en general hay crecimiento. Vivimos en un mundo caído y nunca llegaremos a la santidad perfecta hasta que estemos con Cristo en la eternidad.

Sin embargo, eso no significa que estemos sin esperanza o que nuestros esfuerzos hacia la santidad personal sean en vano. Creo que los autores bíblicos son honestos sobre la naturaleza de los altibajos de la vida cristiana. Mencionamos a Pedro antes. Ciertamente, es un ejemplo de un cristiano de quien la Escritura testifica que su santidad personal tuvo momentos altos y bajos. Pero creo que la responsabilidad de la iglesia es animar a los creyentes en la lucha por la santidad. Nuevamente, esa lucha no es en vano. El creyente puede obtener la victoria en su lucha contra el pecado a través del poder del Espíritu Santo. Hay esperanza. ¡Puedes crecer y cambiar!

4) ¿Cuáles son las características principales de un creyente que ha comprendido la santidad bíblica?

Diría que la característica principal es la humildad. Cuando somos salvos, entendemos la importancia de la cruz de Cristo. En ella, Cristo hizo un puente entre nosotros, pecadores, y un Dios Santo. Creo que a medida que crecemos en santificación, a medida que buscamos la santidad, la cruz se vuelve cada vez más preciosa para nosotros. Un cristiano que madura tiene una conciencia cada vez mayor de su pecaminosidad y un aprecio creciente por Cristo y el evangelio. Esto conduce a la humildad.

Un cristiano que madura tiene una conciencia cada vez mayor de su pecaminosidad y un aprecio creciente por Cristo y el evangelio

5) Vas a exponer sobre la santidad de Dios. ¿Podrías compartir con nosotros un punto sobre cómo debería afectar nuestra santidad el hecho de conocer la santidad de Dios?

La idea de santidad realmente tiene dos significados. Uno es pureza, impecabilidad. El otro es la idea de ser apartado. Esa es la idea de santidad que vemos en Romanos 12:1-2. Pablo llama a los romanos a presentar sus cuerpos, sus vidas, como sacrificio vivo y santo. ¿Cómo hacen eso? Pablo afirma: «no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente» (Ro 12:2).

Estamos llamados a ser santos como Dios es santo. Debemos apartarnos. Debemos ser contraculturales. En lugar de estar de acuerdo con lo que dice la cultura, debemos apartarnos. Ciertamente, esa es una batalla diaria para los cristianos porque cada uno de nosotros vive en una cultura manchada por el pecado y estamos tentados a vivir de acuerdo con sus normas, en lugar de ser apartados. En algunos de nuestros talleres durante la conferencia esperamos hablar sobre cómo el llamado a la santidad afecta la forma en que interactuamos con la cultura.

6) ¿Cuáles crees que son los principales obstáculos que se interponen entre la santidad conforme a la voluntad de Dios y los creyentes?

No busco restar importancia a nuestra responsabilidad de ser intencionales en la búsqueda de la santidad, pero honestamente, creo que la cultura en que vivimos es el obstáculo más grande. Siempre estamos siendo discipulados por la cultura. Si no somos cuidadosos e intencionales con respecto a nuestra búsqueda de la santidad, simplemente adoptaremos las normas de la cultura. No hace falta decir que las normas de nuestra cultura a menudo están en contra de nuestro llamado a la santidad.

El llamado a la santidad significa que a menudo no concordamos con la cultura del mundo

En otras palabras, la cultura que nos rodea no nos guiará hacia la santidad. Ella buscará alejarnos de la santidad. Por lo tanto, la idea de ser apartado es tan importante. La mayoría de nosotros queremos agradar a la cultura, queremos concordar con ella. Pero el llamado a la santidad significa que a menudo no concordamos con la cultura del mundo. Y creo que para muchos cristianos esto es algo difícil de superar.

7) ¿Qué consejos tienes para los maestros de niños y jóvenes sobre cómo abordar la santidad en sus respectivas áreas ministeriales?

¡Qué buena pregunta! Diría que todo comienza con la forma en que compartimos el evangelio. Si compartimos el evangelio de una manera que sugiere que Dios no tiene ningún plan para santificarnos, estamos dando una idea falsa del propósito para el que Dios nos salva. Por supuesto, debemos afirmar que la salvación es por gracia a través de la fe, punto. Pero podemos cometer el error de compartir el evangelio con niños y jóvenes de tal manera que hagamos de la salvación una casilla que marcamos y luego vivimos como queremos.

La Biblia es clara en que Dios nos salvó para buenas obras (Ef 2:10; Stg 1:25, 27). A menudo, los jóvenes se preguntan: ¿Cuál es la voluntad de Dios para mi vida? Me gusta responder citando 1 Tesalonicenses 4:3: «Porque esta es la voluntad de Dios: su santificación…».

¡El plan de Dios para tu vida incluye tu santificación! Eso es suficiente para mantenernos ocupados por un tiempo. Ese es un mensaje importante para los jóvenes, que comprendan que su santificación es importante. Importa ahora. Afecta a su iglesia local, su futuro matrimonio, su futura familia. Necesitamos desafiar a los jóvenes para que vean que Dios los ha llamado a la santidad y les ha dado las herramientas para perseguirla.

8) ¿Cuál es el papel de la santidad en el hecho de vivir y predicar el evangelio en una sociedad inconversa y apática a Cristo?

Dios es soberano y salva a las personas a pesar de la pecaminosidad de sus mensajeros. Sin embargo, nuestras vidas deben coincidir con el mensaje que predicamos. Si predicamos el poder de Cristo para salvar a las personas de los estragos y el poder destructor del pecado, pero aún vivimos esclavizados al pecado, nuestro mensaje se embotará. Por otro lado, una comunidad de creyentes apartada, que buscan la santidad, se aman unos a otros y viven el evangelio, es una poderosa herramienta de evangelismo.

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