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Reflejando la imagen de Dios en nuestras iglesias

Recientemente mi esposo, que es mucho más alto que yo, manejó el vehículo que yo suelo manejar. Él ajustó el espejo retrovisor a su altura. Mi hija Maia, sentada detrás del asiento del conductor, ya no se podía ver a sí misma en el espejo. Su comentario fue, “¿Donde está Maia? El espejo no funciona. Ya no me puedo ver”. Mi esposo y yo dejamos escapar una pequeña sonrisa.

El espejo entre Dios y hombre

Aquel comentario me dejó pensando. ¿Está trabajando correctamente el espejo entre Dios y el hombre? ¿Estamos reflejando del todo quién es Dios? Génesis 1:27 dice: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. En su libro “Made for More” (Hechas para más), Hannah Anderson lo explica de esta manera: “Mientras cada uno de nosotros [hombres y mujeres] existe completamente en la imagen de Dios, ninguno podrá reflejar y representar a Dios totalmente por separado. Todo lo contrario, es juntos que revelamos la naturaleza de Dios”[1]. Esto es verdad no solo en la vida del hogar, sino también en la vida de la Iglesia. La gloria de Dios es claramente expuesta cuando hombres y mujeres trabajan uno al lado del otro en la iglesia, cada uno de acuerdo a su diseño, y sin importar su estado civil.

Cuando hombres y mujeres intencionalmente trabajan juntos por la causa del Evangelio, resaltamos algo acerca del carácter de Dios, que por nosotros mismos no podemos hacer bien. Piensa por un momento en la teología sobre el diseño de la mujer y la imagen de Dios. Él creó a la mujer para ser una ayuda idónea (ezer es la palabra en hebreo). Dios se llama a Sí mismo nuestro Ayudador/ezer a lo largo del Antiguo Testamento. Su ayuda se manifiesta de dos formas: defendiendo/protegiendo, y mostrando compasión (Éxodo 18:4; Salmos 10:14; Salmos 20:2).[2] De forma particular las mujeres fueron diseñadas para reflejar este aspecto del carácter de Dios. Aunque los hombres también reflejan la imagen de Dios, la Biblia enfatiza que la mujer, no así el hombre, representa a Dios de forma particular en su rol como nuestro Ayudador (Gen. 2:18).

Viviendo nuestro diseño en comunidad

Al principio, como mujer soltera, estas verdades trajeron tristeza a mi corazón. ¿A quién iba yo a ayudar? Pero en ese proceso surgió otra verdad que me cautivó. Dios nos creó para vivir nuestro diseño en el contexto de las personas con quienes Dios nos ha unido con Su sangre. Ya que Él se ha unido a nosotros a través de su Hijo, nosotras también estamos unidas a los que Él ha adoptado y hecho parte de su familia (Ef. 2:19-22). ¿Quiénes son los principales beneficiarios de nuestra fuerte ayuda y de la compasión que nos ha sido dada como mujeres? El pueblo de Dios, en especial la iglesia local con la cual tenemos una relación de pacto. Cuando las mujeres no viven su diseño como portadoras de la imagen de Dios en la iglesia, la iglesia sufre y el mundo obtiene una visión distorsionada de Cristo.

Las mujeres nutren y dan vida cuando son ayudadoras. Podemos observar este patrón en el Nuevo Testamento. En los Evangelios encontramos mujeres sirviendo a Jesús y a sus discípulos, y usando sus recursos para ministrarles (Lucas 8:2-3). En las Epístolas, leemos acerca de mujeres cuyos hogares sirvieron como lugares de adoración para los creyentes (Ro. 16:3, Col. 4:15); otras, quienes fueron compañeras de trabajo de Pablo  (Fil. 4:2); y quienes trabajaron duro en el Señor (Ro. 16:2).

Gozo inundó mi corazón cuando empecé a entender estas verdades. No tenía que esperar por un esposo: ¡Podía reflejar la imagen de Dios en la iglesia! Podía nutrir vidas aunque en el momento no pudiese tener hijos.

La imagen de Dios reflejada en la mujer incluye defender, proteger y nutrir a aquellos que se encuentran bajo nuestro cuidado. Existen diferentes maneras de hacer esto en la iglesia: enseñando la palabra a otras mujeres, ayudándolas a defenderse de errores doctrinales, o de creer mentiras acerca de su identidad.

De la misma manera, este mundo caído nos da muchas oportunidades para reflejar la compasión de Dios hacia aquellos que sufren dentro de nuestras iglesias. Aconsejar a otras hermanas, sentarse en silencio junto a una hermana en duelo, o ayudar a limpiar la casa de alguien son algunas de las formas en que podemos reflejar el corazón de Dios por aquellos que Él ama. Haciendo esto, nosotras refrescamos con esperanza al cuerpo y novia de Cristo, Su iglesia.

El evangelio nos ofrece el marco que necesitamos para considerar nuestro diseño de ayudadoras. No tenemos el poder suficiente en nosotras mismas para ofrecer nuestras vidas y alentar vida en otros. Sin embargo, en la medida en que Cristo nos transforma, Su gloria cautiva nuestro corazón. En la medida que nuestro amor por Jesús aumenta, Él a la vez cultiva un afecto más profundo en nosotros por aquellos que le pertenecen.

Querida hermana, oro que estas verdades animen tu corazón mientras sirves a la iglesia de Cristo. Cualquier oportunidad de modelar el evangelio en nuestro diario vivir –ya sea visitando a una viuda o discipulando a otra mujer;  enseñando la Palabra o preparando una comida para un enfermo; abriendo tu hogar para reuniones de grupos pequeños o escribiendo una carta de aliento– es utilizada por Dios para fortalecer a su iglesia.

Amado pastor, le animo a equipar a las mujeres en su iglesia a reflejar la imagen de Dios dentro de su comunidad. Reclútelas para enseñar y aconsejar (Tito 2:1-5); entrénelas tanto para estudiar como enseñar la Palabra de Dios a otras mujeres. Busque su visión y perspectiva. Comuníqueles el vivificante poder de su ministerio dentro de la iglesia. En la medida en que trabajemos juntos, hombres y mujeres, el espejo entre Dios y sus hijos reflejará la multiforme gloria de Dios en formas que alegrarán el corazón de Su pueblo.


Publicado originalmente The Gospel Centered Woman. Modificado por la autora para esta publicación.

[1] Hannah Anderson, “Hechas para más/Made for More”, p.37

[2] Gracias a Susan Hunt y a Ligon Duncan por inicialmente señalarme esta enseñanza en su libro, “Women’s Ministry in the Local Church” (El Ministerio de Mujeres en la Iglesia Local).

 

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