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Vivimos en un mundo altamente sexualizado y que permite un fácil acceso a todo tipo de contenido desde la palma de nuestras manos. Debido a esta combinación letal, vemos que existe un consumo insaciable de pornografía.

En mi época de adolescencia, el acceso a la pornografía requería exponerse a la vergüenza social: para poder consumirla, una persona tenía que ir a una tienda y comprar una revista o rentar un video. Hoy, gracias a los teléfonos inteligentes, el material pornográfico está accesible sin el costo de la vergüenza social que muchas veces servía de freno.

En la actualidad es casi garantizado que un adolescente con un teléfono inteligente tiene acceso a todo tipo de contenido inapropiado, sin que sus padres se enteren. Solo un padre que está altamente involucrado en la crianza de sus hijos puede ayudarles a luchar con esta tentación tan fuerte.

No leas lo que no estoy diciendo: no estoy diciendo que todo adolescente que tiene un teléfono inteligente está viendo pornografía (aunque los estudios dicen que es un gran porcentaje, incluso dentro de la iglesia). Más bien, lo que estoy diciendo es que en el momento que le das esa tecnología a tu hijo, debes de saber que tendrá formas de esconder su pecado, si así lo desea.

La pornografía pervierte lo que debe ser un acto de entrega por amor y servicio, en un acto de satisfacción egoísta

Con esto en mente, quiero animar a los padres a tener un compromiso férreo de ayudar a sus hijos en la lucha contra la pornografía. Papá, no está mal que le regales un teléfono nuevo a tu hijo, pero te animo a que también le des un regalo mejor: protegerlo de la basura tan nociva que es la pornografía.

Estas son nueve verdades que no debes ignorar:

1. La pornografía roba el deleite sexual

Uno de los mayores regalos que puedes darle a tu hijo es que llegue a consumar su matrimonio y no se sienta defraudado. Con esto me refiero a que lo que presenta la pornografía no es la realidad de la intimidad sexual saludable. El joven que ha consumido pornografía piensa que llegará al lecho matrimonial y su esposa actuará de la misma manera denigrante que presenta este tipo de material. Cuando esta no es la realidad, termina insatisfecho y hasta resentido con su esposa porque no está cooperando con sus deseos. Esto puede llevarlo a no apreciar a su esposa y depender más de la pornografía.

Papá, dale el regalo a tu hijo de que en su luna de miel se sienta satisfecho y no que diga decepcionado «¿esto es todo?». No permitas que el lecho matrimonial sea deshonrado antes del matrimonio (He 13:4).

2. La pornografía roba la dignidad humana

La pornografía pervierte lo que debe ser un acto de entrega por amor y servicio, en un acto de satisfacción egoísta. La pareja se vuelve un objeto de placer en lugar de una portadora de la imagen de Dios que debe ser tratada con dignidad. Una de las formas principales en que la pornografía le roba la dignidad a la esposa es que la hace sentir que no es suficiente, que su esposo prefiere una fantasía antes que la realidad.

Eso es devastador para el corazón de la esposa y es el daño que producen los jóvenes que entran al matrimonio con una visión de la dignidad humana manchada por la pornografía.

3. La pornografía alimenta todo tipo de explotación sexual

Una forma de batallar contra la tentación de ver pornografía es entender que esta industria alimenta la trata humana. La pornografía fomenta la explotación de personas que atraviesan circunstancia de debilidad y están vulnerables.

La explotación sexual de muchas mujeres pasa desapercibida en los Estados Unidos y en todo el mundo; son hijas y hermanas usadas para el placer torcido. Papá, no dejes que tu hijo sea partícipe de un drama humano que entristece a Dios.

4. La pornografía defrauda 

¿Quieres saber cuál es la voluntad de Dios? Nuestra santificación y, en especial, en el aspecto de la sexualidad (1 Ts 4:3-5). El apóstol Pablo advierte que tomar ventaja de otra persona para el placer sexual es una forma de defraudarla (v. 6) y utiliza un lenguaje fuerte para advertirnos que no priorizar la pureza sexual es oponerse a Dios (v. 8).

Una persona entregada al consumo de pornografía no puede tener esperanza real de que es parte del reino de Dios

Muchos padres se esfuerzan para que sus hijos vayan a la universidad o que jueguen en los equipos de su deporte predilecto, pero no toman en serio el llamado a la santificación de sus hijos. Papá, dale el regalo a tu hijo de no defraudar a su futura esposa ni vivir en oposición a Dios.

5. La pornografía aísla

Muchos padres, bajo la idea de que es «natural» que los adolescentes se aislen, les permiten a sus hijos ciertas conductas y hábitos que no convienen para su pureza sexual. De esta manera, permitimos que se den las condiciones para que consuman pornografía a escondidas. Sin embargo, todo pecado que se comete en la intimidad termina por afectar la vida en comunidad. La pornografía se fortalece en el aislamiento y lo refuerza.

Papá, no dejes que la pornografía aisle a tu hijo de una comunidad de relaciones sanas, como la familia y la iglesia local.

6. La pornografía atenta contra el poder del evangelio

La pornografía es un pecado difícil de vencer que nos vende la mentira de que el evangelio no es suficiente para nosotros. Pablo estaba consciente del peligro de ceder a las tentaciones sexuales, por eso le dijo a Timoteo que huya de las pasiones juveniles (2 Ti 2:22). La batalla contra la lujuria es real para la mayoría de los hombres desde la pubertad hasta su muerte, pero es una batalla que podemos vencer por la gracia de Dios y la victoria que tenemos en Cristo Jesús.

Papá, no dejes que tu hijo sea consumido por la mentira del pecado, y si este pecado te acusa también a ti, no dejes de luchar. También le estarás enseñando a tu hijo a vencer sus pecados en la gracia de Dios y con la ayuda de otros hermanos en la fe.

7. La pornografía alimenta todo tipo de desorden 

Vivir entregado a las pasiones se expresa en todo tipo de desórdenes (Ro 1:18-32). Por ejemplo, la ola de adolescentes que se autoperciben como transexuales sin dudas que está relacionada con una visión incorrecta de la sexualidad, que se alimenta del fácil acceso a la pornografía en la actualidad. Cada acto degradante lleva a que el próximo sea cada vez peor.

Papá, cuida a tu hijo de caer en un espiral de desorden en su vida; ayúdale a no sucumbir en la trampa de la pornografía y cuida su futuro (Pr 22:6).

8. La pornografía mata el alma

Una persona entregada al consumo de pornografía no puede tener esperanza real de que es parte del reino de Dios: «¿O no saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se dejen engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales… heredarán el reino de Dios» (1 Co 6:9-10).

Los hijos deben ver un compromiso genuino de nuestra parte con nuestra santificación, que los animará a tomar en serio su pureza sexual

No estoy hablando de alguien que lucha contra este pecado, sino de alguien que se ha entregado al mismo. Del que lucha, otros saben que está luchando (Stg 5:16, 1 Jn 1:5-10). Papá, nosotros no podemos salvar a nuestros hijos y hacerlos entrar al reino, pero sí podemos guiarlos y protegerlos de prácticas que pueden esclavizarlos y matar sus almas.

9. La pornografía es el anti-evangelio

Ver pornografía es exigir al prójimo que se entregue por tu satisfacción egoísta; eso es el anti-evangelio.

En el evangelio, Cristo se dio voluntariamente por el beneficio de Su pueblo. Por eso el único acto sexual que agrada a Dios es en el lecho matrimonial, donde un hombre y una mujer comprometidos de por vida se entregan mutuamente para bendecir al otro. Mi cuerpo no me pertenece sino a mi esposa; por lo tanto, el acto sexual no se trata de mis deseos y placeres, sino de bendecir a mi cónyuge (1 Co 7:1-5). Esta es una enseñanza bíblica que debemos transmitir a nuestros hijos.

Protege a tus hijos

Lo que más necesitan nuestros hijos es a Cristo; Él es el mayor regalo. No obstante, como padres podemos darles el regalo precioso de ayudarlos a no ser esclavos del pecado diabólico de la pornografía. Para eso debemos ser intencionales a la hora de protegerlos y de ayudarles a madurar su mente en la Biblia para que, con el tiempo, puedan batallar sin nuestra supervisión cercana.

Los hijos deben ver un compromiso genuino de nuestra parte con nuestra santificación, que los animará a tomar en serio su pureza sexual. Que Dios nos ayude como padres a ser buenos guías de nuestros hijos, y no dejemos de orar por sus corazones.

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