Este es un fragmento adaptado del libro La conciencia cristiana (B&H Español, 2023), por Joselo Mercado.
Mis amigos me dicen «el campeón» o «Forrest Gump», debido a ese personaje cinematográfico que un día comenzó a correr y terminó haciendo 19 000 kilómetros en tres años y dos meses y medio.
Hace algunos veranos, tuve una pequeña epifanía como la de Forrest Gump y, en cierta forma, no he parado de correr. Siempre he tratado de ejercitarme y cuidar mi salud, pero desde el 4 de julio de 2013 estoy corriendo distancias mucho más largas y entrenando con más seriedad. Detrás de mi deseo de ejercitarme y correr está mi anhelo de hacer todo en mi vida con una conexión teológica que me permita saber que lo que estoy haciendo trae gloria a Dios.
De ninguna forma quiero dar la impresión de que si alguien no se ejercita está pecando (eso sería legalismo), sino que quiero compartir contigo las razones detrás de mi deseo de correr.
1) Lo hago para la gloria de Dios
Pablo nos invita a hacer todo para que Dios sea glorificado: «Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios» (1 Co 10:31).
Entonces, cada día que me pongo las zapatillas para correr debo ser consciente de cómo dar gloria a Dios. Te presento algunas formas:
- Dándole gracias por darme salud para ejercitarme.
- Atribuyéndole gloria por darme el dominio propio para ejercitarme.
- Dando mi máximo esfuerzo porque lo estoy haciendo para Él.
De esta forma, cuando corro, siento que glorifico a Dios. Como dije antes, mi deseo es que en todo lo que hago en mi vida haya una conexión teológica para saber que lo que estoy haciendo trae gloria a Dios.
2) El ejercicio físico es de provecho
«Porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura» (1 Ti 4:8). Pablo no está diciendo que no nos ejercitemos. Lo que está diciendo es que ejercitarnos en la piedad es más importante. También está diciendo que el ejercicio tiene algún provecho.
Cada día que me pongo las zapatillas para correr debo ser consciente de cómo dar gloria a Dios
Te comparto varias formas en que el ejercicio físico es de provecho en mi vida:
- Me mantiene saludable.
- Me da tiempo para pensar y meditar en cosas importantes.
- Es un medio de gracia que me ayuda a relajarme cuando estoy batallando con ansiedad.
- Me da más energía física para mis labores.
3) Cuidarme físicamente bendice a mi esposa
El llamado de Pablo para los esposos es a amar a sus esposas: «Maridos, amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio Él mismo por ella» (Ef 5:25).
Hace diez años no me ejercitaba y llegué a pesar 124 kilos (275 libras). No dudo de que mi esposa me ame intensamente, pero estoy seguro de que prefiere que permanezca en mi peso actual, porque eso la bendice. No estoy diciendo que todos debemos estar en un peso específico, sino que a mi esposa le agrada que me esfuerce para bendecirla de esa manera. Eso no la hace superficial, sino que es simplemente su preferencia y yo anhelo bendecirla siempre.
4) Deseo enseñarles a mis hijos a esforzarse y dar el máximo
Mi hijo Joey no entiende por qué voy a diferentes competencias y nunca gano. Yo trato de explicarle que lo que hago está bien para un hombre en sus cuarentas. Pero, como joven adolescente, está un poco decepcionado de que su padre no gane. No le importa que mis tiempos estén entre los percentiles noventa de todos los corredores.
Joey dijo: «Por lo menos, papi no llegó último» cuando crucé la meta en mi última carrera. Si yo no gano, para él he perdido, aunque haya llegado antes que el 94 % entre 17 000 participantes. Así que estoy tratando de explicarle que no todo en la vida se hace para ganar, sino que lo importante es que demos nuestro mejor esfuerzo en todo lo que hagamos. En especial en las cosas que para las personas no tienen mayor importancia, pero para Dios sí la tienen.
También les estoy tratando de enseñar a mis hijos que papi está compitiendo contra él mismo. Compito contra la vagancia y contra la comodidad en mí para dar mi mayor esfuerzo y que Dios sea glorificado.
5) Me gusta experimentar el sentido de competencia
Estoy escribiendo esto un día antes de correr un medio maratón (21 kilómetros). Disfruto la emoción que produce la competencia, pero no contra otros, sino contra la ruta y contra mí mismo. En mi mente, tengo un tiempo en el cual deseo completar la carrera. Mi enemigo es el reloj y me gusta sentir que estoy compitiendo contra él. Este tipo de competencia me ayuda a enseñarle a mi hijo Joey lo que significa ser un hombre.
La Palabra de Dios les ha dado a los hombres el rol específico de liderar, proteger y proveer. Pero estoy convencido —y es algo que debemos lamentar— de que en los últimos años, producto de una religiosidad equivocada, les hemos enseñado una falsa humildad a nuestros jóvenes y niños varones en las iglesias y ya no incentivamos el valor del esfuerzo y la competencia. No estoy diciendo que seamos competitivos al punto de la arrogancia, sino que Dios ha puesto en el corazón de los varones ese deseo de competir de forma natural, de esforzarse, y muchas veces lo quebramos en nuestros hijos en lugar de fomentarlo de una forma que dé gloria a Dios.
6. Mi ministerio es un maratón, no una carrera corta
Mi identidad no está en el ministerio. No obstante, mi deseo es poder servir a Dios por muchos años con el llamado vocacional que me ha hecho. Dios es soberano en mi vida, pero es una realidad que ejercitarme es un medio de gracia que me ayuda a mantenerme saludable, tener fuerza y probablemente evitar algunas enfermedades en el futuro. Pienso que así podría tener más vigor y fuerza en la parte final de mis años ministeriales.
7. Me ayuda en mi dominio propio
El dominio propio es parte del fruto del Espíritu (Gá 5:23). Un creyente va creciendo en esta parte del fruto que es otorgado por la gracia de Dios. Crecemos en control en la medida que elegimos la calidad y la cantidad de nuestros alimentos, en la manera en que usamos nuestro tiempo, en la forma en que controlamos la lengua y en otros aspectos similares. Vamos creciendo y madurando en el dominio propio y eso se va reflejando en diferentes áreas de nuestra vida.
Estoy aprendiendo a morir a mí en un área y esto me ayuda a morir a mí mismo en otras áreas
Veo la gracia que Dios me otorga para disciplinarme y ejercer dominio propio cuando me disciplino al correr y esto se refleja en otras áreas de mi vida. La gracia de Dios funciona de esa forma: cuando corro, estoy aprendiendo a morir a la comodidad, a hacer lo que es más fácil. Por eso entiendo que veo crecimiento de dominio propio en otras áreas: sirvo con mayor diligencia a mi familia, tengo mejores tiempos devocionales, muestro un mayor control al comer y muchos otros beneficios asociados al dominio propio.
Lo cierto es que estoy aprendiendo a morir a mí en un área y esto me ayuda a morir a mí mismo en otras áreas.
8. Dios desea que disfrutemos de la gracia común
Esto es de suma importancia. Muchas personas tienen una mentalidad religiosa tradicional que los hace pensar que si hacen algo que les produce deleite, entonces están pecando. Por el contrario, Dios creó este mundo para que ejerciéramos dominio sobre él y lo disfrutáramos como un regalo Suyo. Cuando corro 21 kilómetros dando mi mayor esfuerzo, estoy ejerciendo dominio sobre la creación y disfrutando de la creación de Dios.
9. Realmente puedo disfrutar cuando corro
Estoy realmente libre para disfrutar de las cosas que hago. Puedo disfrutar correr, mis hijos y mi matrimonio. No es que haya aprendido a disfrutar la vida, sino que sé que realmente mi futuro está asegurado mientras corro, que estoy libre de condenación eterna. Cada paso que doy cuando corro está bañado de la sangre de Cristo y ya no soy esclavo del pecado ni de sus consecuencias. Al saber esta verdad, puedo disfrutar por completo de este regalo de Dios en mi vida.
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