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Nota del editor: 

#CoaliciónResponde es una serie en donde pastores y líderes de la iglesia responden a preguntas que llegan a Coalición por el Evangelio por diversos medios, y que son parte de las inquietudes que caracterizan a la iglesia en nuestra región.

Según algunas estadísticas, cada año se publican entre 600,000 y 1,000,000 libros, solo en Estados Unidos. Muchos de ellos los publican los mismos autores y posiblemente no venderán más de cien copias. Solo unos pocos se convierten en bestsellers, esos de los que hacen películas y traducciones y los encuentras en aeropuertos.

En el mundo cristiano los números son mucho menores. Más todavía al considerar los libros en español. Si incluyes libros que estén saturados de la Biblia y el evangelio, tal vez estemos hablando de… ¿50 libros al año? ¿100? Y aunque no tengo información oficial excepto mi experiencia y el preguntarle a amigos y familiares, me atrevería a decir que la gran mayoría de nosotros no leemos más de diez libros cada año. Tal vez ni cinco.

¿Cuál es tu razón para no leer?

Hay muchas razones por las que no leemos. Probablemente la flojera sea una de las principales. Nos hace sentir mejor pasar unos minutos viendo fotos en Instagram, y nos relaja más ver un video en Youtube, que invertir diez o veinte minutos cada día con un libro que nos desafíe, edifique, y confronte. La mayoría de nosotros no fuimos criados con el hábito de la lectura, y es difícil formar hábitos mientras crecemos. Además, los libros cuestan, así que lo pensamos dos veces antes de gastar diez o veinte dólares en un autor que no conocemos.

Nos hace sentir mejor pasar unos minutos viendo fotos en Instagram, que el invertir diez o veinte minutos cada día con un libro que nos desafíe.

Ahora bien, sabemos que estas razones no son válidas. Estamos llamados a disciplinarnos para la piedad (1 Ti. 4:7) y amar a Dios con nuestra mente (Mr. 12:30), y la lectura ayuda a ambas cosas; somos nuevas criaturas (2 Co. 5:17) que pueden formar nuevos hábitos; y si estás leyendo esto en tu teléfono móvil o computadora, evidentemente puedes gastar al menos 10 dólares cada año en un buen libro, eso sin contar toda la buena literatura gratuita (¡y legal!) en Internet.

Pero hay otra razón que los cristianos muchas veces dan para no leer libros aparte de la Biblia, y es mi principal motivación para escribir estas líneas. El argumento va más o menos así: “Ya Dios nos dio 66 libros inspirados por Él mismo, ¿para qué voy a perder mi tiempo leyendo otros libros si tengo las Sagradas Escrituras?”.

Entiendo que hay algo muy bueno detrás de esta pregunta, pero me parece que no es conforme a lo que la Biblia enseña. Por eso, permíteme responder a partir de la Biblia misma.

El ejemplo de Pablo

2 Timoteo es uno de mis libros favoritos. Nos da una ventana a la mente de uno de los hombres más importantes de la historia cuando sabía que estaba próximo a morir (2 Ti. 4:6). Él no tiene tiempo para hablar acerca del clima o las noticias: Pablo sabe que va a morir, y está instruyendo a su hijo Timoteo en lo que no puede dejar de saber. Allí está uno de los textos más tristes y hermosos de toda la Biblia:

“Cuando vengas, trae la capa que dejé en Troas con Carpo, y los libros, especialmente los pergaminos”, 2 Timoteo 4:13.

A lo largo de la carta, Pablo le ruega a Timoteo que venga a su prisión (2 Ti. 1:8), trayéndole algunas de las cosas más preciadas para él, como la compañía de su discípulo amado (2 Ti. 4:9), y la presencia amorosa de sus amigos cercanos (2 Ti. 4:11). Pero él también pide por algo de vida o muerte: su capa, que le serviría para sobrevivir al invierno (2 Ti. 4:20).

En medio de estas cosas que son necesarias para vivir, como el amor y el sustento, Pablo le pide a Timoteo que le traiga libros. ¡Libros! Con toda seguridad no se refiere a Éxodo o los Salmos. (Es muy posible que sí se refiriera al Antiguo Testamento cuando habla de los pergaminos, o si no a pergaminos para poder continuar escribiendo sus epístolas).

Pablo era experto en la literatura de su tiempo. Citaba a filósofos como Epiménides y Arato (Tit. 1:12-13; Hch. 17:28), entre otros. De manera similar, diversos autores de la Escritura hacen referencia en ocasiones a libros que no son parte de la Biblia (ejemplos: Jos. 10:13, Nm. 21:14, 1 R. 14:19, 2 Cr. 33:19, Jud. 4, y 2 Ti. 3:8).

El inigualable Spurgeon comenta este texto:

“Ha sido inspirado, ¡pero quiere libros! Ha estado predicando por treinta años por lo menos, ¡pero quiere libros! Ha visto al Señor, ¡pero quiere libros! Ha tenido más experiencia que ningún otro hombre, ¡pero quiere libros! Ha sido arrebatado al tercer cielo, y ha escuchado palabras inefables que al hombre no se le permite expresar, ¡pero quiere libros! Ha escrito la mayor parte del Nuevo Testamento, ¡pero quiere libros!

El apóstol le dice a Timoteo, y por lo tanto a todo predicador: ‘Dedícate a la lectura’. El hombre que nunca lee, jamás será leído; el que nunca cita, nunca será citado. El que no usa los pensamientos del cerebro de otros hombres, prueba que no tiene cerebro propio”.

El balance correcto

No cabe duda en la mente de ningún creyente genuino: no hay otro libro como el Libro. No hay palabras como la Palabra. Sin embargo, y por diseño, no todo lo que tiene que decirse está dicho en la Biblia.

El apóstol le dice a Timoteo, y por lo tanto a todo predicador: ‘Dedícate a la lectura’. El hombre que nunca lee, jamás será leído; el que nunca cita, nunca será citado.

Los cristianos creemos en “Sola Escritura”, pero no en “la Escritura sola”. La Palabra es nuestra máxima autoridad, pero esto no niega el valor que puedan tener otros libros. La Biblia tiene excelentes principios para la paternidad, por supuesto, pero un buen libro puede ayudarnos a ser mejores padres en una época digital. Hay excelentes recursos que nos ayudan a ver la teología sistemática y la teología bíblica de la Biblia, que nos ayudan a predicar la Palabra de mejor manera, o simplemente a leerla mejor.

Todo esto es parte del diseño de Dios, quien a través del Espíritu Santo continúa edificando a la Iglesia a través de la Iglesia, levantando a hombres y mujeres que lo aman y quieren ayudar a otros a amarlo más. Si no hay lugar para más libros que la Biblia, entonces tampoco habría lugar para más sermones, sino que solo deberíamos leer la Biblia en público. Pero esto es contrario al mandato mismo de la Biblia de predicar la Palabra (2 Ti. 4:7).

Que Dios nos ayude a no descuidar nuestro tiempo de lectura de la Biblia. Solo en las palabras de Jesús encontramos vida eterna (Jn. 6:68). Pero a la gran mayoría de nosotros nos haría mucho bien agregar más tiempo de buena lectura a nuestras vidas. No solo estaremos ampliando nuestros horizontes y conociendo más de la creación y del Creador, sino que estaremos fortaleciendo un hábito que rendirá frutos en nuestro carácter y ministerio.


Imagen: Lightstock.
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