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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de El Catecismo de la Nueva Ciudad: La verdad de Dios para nuestras mentes y nuestros corazones (Poiema Publicaciones, 2018), editado por Collin Hansen. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

¿La Cena del Señor añade algo a la obra expiatoria de Cristo?

No, Cristo murió una vez y para siempre. La Cena del Señor es una comida del pacto que celebra la obra expiatoria de Cristo, es un medio para fortalecer nuestra fe mientras lo contemplamos, y es un anticipo del banquete futuro. Pero aquellos que participan con corazones no arrepentidos, comen y beben juicio para sí mismos.

1 Pedro 3:18: “Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios” (NVI).

Recientemente vi un anuncio de un restaurante que simplemente contenía el nombre del restaurante y las palabras comida espiritual. Me hizo preguntarme si comer, en la mejor forma posible, es más que una simple experiencia material. Y me hizo pensar sobre la Cena del Señor, la verdadera comida espiritual, y en lo que esta hace y no hace. La Cena del Señor nos ayuda a meditar en el pasado, en el presente y en el futuro.

Cuando Jesús instituyó la Cena del Señor, dijo a Sus discípulos que la practicaran en memoria de Él (Lc. 22:19), resaltando que lo que les estaba ordenando practicar les recordaría lo que haría por ellos. Cuando recordamos lo que Jesús hizo por nosotros, afirmamos nuestras vidas en Su obra consumada. La Cena del Señor no es una manera de obtener la salvación; es una comida espiritual para aquellos que son salvos. No añade nada a la obra consumada del sacrificio de Cristo, sino que nos confirma y fortalece en Él.

Cuando recordamos lo que Jesús hizo por nosotros, afirmamos nuestras vidas en Su obra consumada

Se convierte en una clase de evangelio resumido en donde, como dijo un antiguo escritor: primero escuchamos el evangelio, después probamos el evangelio, y entonces el evangelio empieza a transformar nuestras vidas. Como dice Pablo en 1 Corintios: “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que Él venga” (v. 11:26, NVI). Como cristianos, comemos y bebemos para recordar el triunfo que Jesús ya obtuvo en el pasado.

Pablo señala los efectos presentes de la Cena del Señor cuando escribe en 1 Corintios: “Esa copa de bendición por la cual damos gracias, ¿no significa que entramos en comunión con la sangre de Cristo? Ese pan que partimos, ¿no significa que entramos en comunión con el cuerpo de Cristo?” (v. 10:16, NVI). De aquí viene el término comunión. Piensa en lo que esto significa —la Cena del Señor no es solo un recordatorio simbólico de lo que Jesús ha hecho por nosotros; también es una comunión presente unos con otros y con Jesús.

Es importante notar que el pan y el vino no cambian de ninguna forma. Jesús no está presente físicamente, pero está presente espiritualmente en la medida en que el Espíritu Santo nos lo muestre mediante la fe. Ahora, para aquellos que están indecisos espiritualmente, la Cena del Señor es un llamado a recibir a Cristo más que a participar de la comida. Al ver a los cristianos participar de la misma, son animados a escuchar el eco del llamado amoroso de Jesús: “Yo soy el pan de vida. El que a Mí viene nunca pasará hambre, y el que en Mí cree nunca más volverá a tener sed” (Jn 6:35, NVI). Y cuando los creyentes tenemos comunión por fe en el presente, Jesús está en medio nuestro uniéndonos como comunidad, nutriéndonos de Sí mismo y fortaleciéndonos para que lo amemos y obedezcamos.

La Cena del Señor no es solo un recordatorio simbólico de lo que Jesús ha hecho por nosotros; también es una comunión presente unos con otros y con Jesús

Cuando Jesús dio a Sus discípulos la copa, dijo: “Les digo que no beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de Mi Padre” (Mt 26:29, NVI). Con estas palabras los llevó a pensar en ese aspecto futuro de la Cena del Señor, como una señal del gran día que anhelamos. Es un anticipo del banquete de las bodas del Cordero y de la celebración eterna que los creyentes gozarán con Cristo en la gloria. 

Ahora somos criaturas defectuosas debido al pecado. Es a través del cuerpo quebrantado de Cristo que volvemos a ex­perimentar plenitud. Sin embargo, en esta vida seguiremos experimentando quebrantamiento debido a nuestra condición caída. La Cena del Señor nos lleva a tener esperanza en ese día futuro en que tendremos total plenitud, y en el que disfrutaremos, con nuestro Salvador y unos con otros, de la mejor comida.

Oración: Conquistador de la muerte, celebramos Tu obra consumada cuando participamos de la Cena del Señor. Permite que el hacerlo sea una confesión de nuestra fe, de que aunque no somos dignos, hemos sido unidos por la dignidad de Cristo. Permite que vengamos a Tu mesa con corazones arrepentidos, dejando a un lado nuestro orgullo y autosuficiencia, disfrutando de la gracia gratuita que nos ofreces. Amén.


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