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¡Oh! gimió Vronsky, llevándose las manos a la cabeza. ¡Oh! ¿Qué he hecho? gritó. ¡He perdido la carrera! ¡Y por mi culpa, por mi vergonzosa e imperdonable culpa! ¡Y he perdido mi yegua, mi pobre y querida «Fru–Fru»! ¿Qué he hecho?
—León Tolstoi (Ana Karenina, segunda parte, cap. XXV).

Me gusta mucho la novela Ana Karenina por sus poderosas enseñanzas y por el talento literario de su autor León Tolstoi. La escena en que el joven conde Vronsky compite con su yegua «Fru-Fru» en una carrera de caballos sirve como presagio del final de la novela.

Con el término «presagio» me refiero a las pistas en la narración que dan señales sobre lo que pasará más adelante. Por ejemplo, la yegua que Vronsky tanto amaba había quedado tendida en el suelo gravemente lesionada, por lo que tuvieron que rematarla. Esta escena nos anticipa el trágico desenlace que ocurrirá en la relación ilícita entre él y Ana.

Es de esperar que una novela literaria contenga presagios, pero ¿podríamos decir lo mismo de las narraciones bíblicas? ¡Claro que sí! Prestar atención a estos presagios es una técnica de estudio que quiero proponerte para ayudarte a captar la riqueza de las historias bíblicas.

Quisiera tomar el caso del rey Saúl como un ejemplo de lo que quiero decir. En particular, quiero considerar cómo se presenta su personaje en relación y contraste con el profeta Samuel.

Los presagios y la relectura

Con leer una sola vez una historia, es difícil saber si un detalle o elemento es un presagio. No lo sabremos hasta volver a leer el pasaje y analizarlo a la luz de la narración completa. Es decir, descubrimos los presagios en la narración con la relectura.

Por ejemplo, cuando el texto nos presenta a Saúl, es fácil pasar por alto su genealogía; parece información superflua, pero no lo es. Si la comparamos con el inicio del libro, que nos muestra la genealogía de Samuel, podemos encontrar conexiones interesantes:

Hablando sobre Samuel: «Había un hombre de Ramataim de Zofim, de la región montañosa de Efraín, que se llamaba Elcana, hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, el efrateo» (1 S 1:1).

Hablando sobre Saúl: «Había un hombre de Benjamín que se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjamita, un hombre poderoso e influyente» (1 S 9:1). 

La similitud entre estos versículos sirve de presagio sobre la importancia de la relación entre el hijo de Elcana y el de Cis: Samuel y Saúl.1 Es una pista de que la historia de ambos estará íntimamente entrelazada.

Prestar atención a los «presagios» es una técnica de estudio que puede ayudarnos a captar la riqueza de las historias bíblicas

Luego, Saúl es descrito como joven, bien parecido y más alto que todos los demás (1 S 9:2). Los lectores nos preguntamos: «¿Qué tipo de corazón tendrá Saúl? ¿Será tan bueno como su apariencia?». De hecho, la palabra traducida «bien parecido» es tov en hebreo, cuyo significado básico es «bueno».

Los detalles sobre la apariencia física de Saúl cobran más valor a la luz de todo el libro, pues más adelante conocemos lo que Dios dice a Samuel sobre las apariencias:

Pero el SEÑOR dijo a Samuel: «No mires a su apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; porque Dios no ve como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el SEÑOR mira el corazón» (1 S 16:7).

Los presagios en la primera impresión 

En la narración bíblica, como en la vida real, la primera impresión es significativa. Además de su apariencia física, ¿cómo luce Saúl la primera vez que lo conocemos? No tan bien. 

El futuro rey de Israel anda perdido, buscando unas asnas. Los comentaristas han especulado sobre qué significado más profundo tendrían estas asnas, pero, al menos, podemos entender esta búsqueda como «una variante satírica de la idea del pastor–rebaño».2 Saúl no tiene sentido de dirección tratando de encontrar unos animales y tampoco lo tendrá para guiar al pueblo. 

Esta impresión se refuerza cuando Saúl se cansa de la búsqueda y prefiere regresar a su hogar. Entonces, el criado que lo acompaña interviene: 

Mira, en esta ciudad hay un hombre de Dios, el cual es tenido en alta estima; todo lo que él dice se cumple sin falta. Vayamos ahora, quizá pueda orientarnos acerca de la jornada que hemos emprendido (1 S 9:5-6).

¡El criado muestra más liderazgo espiritual que Saúl! Además, Saúl no tiene ningún presente que ofrecerle al vidente (el profeta Samuel), pero el criado sí (v. 8). Los presagios de la primera impresión nos indican que a Saúl le faltará sabiduría para gobernar al pueblo. De hecho, Saúl luego consultó al Señor dos veces (1 S 14:37; 28:6) y no recibió respuesta en ninguna ocasión. Esto contrasta en gran manera con la vida del rey David.

Los presagios en los encuentros

Las conversaciones también son tierra fértil para encontrar presagios. Observa las palabras de unas muchachas a Saúl y su criado, cuando estos les preguntaron por el profeta Samuel:

Y ellas les respondieron: «Sí, él va delante de ustedes. Apresúrense ahora, pues ha venido a la ciudad porque el pueblo tiene hoy un sacrificio en el lugar alto. Cuando entren en la ciudad lo encontrarán antes que suba al lugar alto a comer, pues el pueblo no comerá hasta que él llegue, porque él tiene que bendecir el sacrificio; después comerán los convidados. Suban ahora, que lo encontrarán enseguida» (1 S 9:12-13).

La frase clave es: «el pueblo no comerá hasta que [Samuel] llegue, porque él tiene que bendecir el sacrificio» (v. 13). Aunque es imposible captarlo en la primera lectura, con la relectura entendemos que las palabras de las muchachas son un presagio del primer pecado de Saúl como rey, el que inició su caída, cuando decidió no esperar a Samuel y ofreció un holocausto que no le era permitido (1 S 13:8-9).

Finalmente, Saúl y Samuel se encuentran: «Entonces Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta y le dijo: “Le ruego que me enseñe dónde está la casa del vidente”. Respondió Samuel a Saúl: “Yo soy el vidente”» (1 S 9:18-19a).

Jesús es el profeta prometido, el sumo sacerdote perfecto y el rey glorioso. Donde Saúl fracasó, nuestro Señor Jesús venció

Saúl se encuentra cara a cara con el vidente, pero no se da cuenta. Esto también puede considerarse un presagio sobre la falta de visión espiritual de Saúl. Me inclino a pensar de esta forma porque el autor ya presentó otro personaje de una manera similar. El sumo sacerdote Elí es descrito como un hombre cuyos «ojos se habían cegado y no podía ver» (1 S 4:15), una referencia, además de a su ceguera física, a su falta de visión espiritual por no haber reprendido la indisciplina de sus hijos. 

Las conexiones entre Saúl, Pablo y Jesús

Al estar atentos a los presagios, desarrollamos hábitos de lectura que nos ayudarán a encontrar conexiones entre los dos testamentos. No son presagios exactamente, pero los personajes del Antiguo Testamento nos proveen ciertas expectativas narrativas sobre los personajes del Nuevo Testamento. 

Por ejemplo, cuando Saulo aparece en el libro de Hechos, su nombre nos invita a pensar en el rey Saúl. Es más, Saulo estaba de acuerdo con la muerte de Esteban (Hch 8:19), lo que nos recuerda el deseo de Saúl de matar a David. Hay otras conexiones también, como explica James Bejon en La gran historia de Benjamín

Saúl y Pablo tienen varias cosas en común. Los dos hombres son benjamitas y tienen el mismo nombre hebreo. Los dos hombres ascienden al poder al mismo tiempo que la nación ha rechazado a su Dios… Los dos hombres se alinean con un sacerdocio caído. Y los dos hombres se oponen al Mesías de Israel y su pueblo (pp. 8-9).

Sin embargo, aunque Pablo empezó como Saúl, no siguió su camino; Dios lo salvó y lo transformó. Como lectores, nos alegramos al ver que Pablo rompió las expectativas negativas que el personaje de Saúl nos había dejado.

Más importante aún, la historia de Saúl nos permite hacer conexiones con Cristo. Saúl fue contado «entre los profetas» (1 S 10:11), trató de actuar como sacerdote (13:9) y gobernó como rey. De acuerdo a los presagios que examinamos en su encuentro con Samuel, no sorprende que haya fracasado en estos oficios. 

¿Quién podría cumplir con estos tres oficios? Solo nuestro Señor Jesucristo. Él es el Profeta prometido (Hch 3:22), el Sumo Sacerdote perfecto (Heb 4:15) y el Rey glorioso (Ap 19:16). Donde Saúl fracasó, nuestro Señor Jesús venció.

Te invito a seguir usando esta técnica de lectura bíblica: lee, relee y medita prestando atención a las conexiones y a los presagios que encuentres en las historias y narraciones. Estoy seguro de que te ayudará a profundizar en las Escrituras y a crecer en el conocimiento del Señor Jesús.


Neil Janes,I Samuel 9:1 – 14–Saul’s Destiny Fulfilled: A Meeting of Parallel Worlds [El destino de Saúl cumplido: Un encuentro de mundos paralelos]”, European Judaism: A Journal for the New Europe, 39/1 (2006): pp. 94-95.
2
Rudman, D. “The Commissioning Stories of Saul and David as Theological Allegory [Las historias de comisión de Saúl y David como alegoría teológica]”, Vetus Testamentum 50/4 (2000): p. 526.
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