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En mi bandeja de entrada de Instagram había un mensaje privado que no respondí ni borré durante meses. Simplemente se quedó ahí. Me dejó helada. Era de una chica que recientemente había escuchado un episodio de Piensa Podcast sobre la ciencia y la teología de la salud mental

Ella me decía que hubiera deseado escuchar el episodio unas semanas atrás, antes de que su hermano muriera. Antes de que su hermano, que fue diagnosticado con esquizofrenia, estrellara su automóvil contra un árbol. Ella concluyó que, si hubiera escuchado el episodio antes, quizá hubiera considerado la posibilidad de que su hermano no estaba poseído por un demonio. Si hubiera sabido que el cerebro se enferma, tal vez, junto a sus oraciones, la familia hubiera podido buscar ayuda médica.

Ciencia y fe en la vida cotidiana

Las conversaciones de fe y ciencia son percibidas con frecuencia como conflictos mezquinos entre personas que interpretan el libro de Génesis de maneras diferentes. Para ser justos, los debates sobre este tema suelen parecer interesantes pero irrelevantes para la vida diaria.

Pero eso es una mentira. Las conversaciones de fe y ciencia tocan asuntos tan cotidianos como el sueño, el trabajo y la crianza de los hijos. En ciertas ocasiones —como en el caso de la de la chica que me escribió— las conversaciones de ciencia y fe pueden ser asunto de vida o muerte.

C. S. Lewis solía decir que existen dos clases de errores, iguales y opuestos, que las personas cometen respecto a los demonios. Uno es no creer que existen y el otro es estar obsesionados con ellos. Creo que los errores iguales y opuestos son los favoritos de la humanidad. Los cometemos todos los días, incluyendo en los asuntos de fe y ciencia.

El evangelio ya es piedra de tropiezo. No hagamos que sea más difícil para las personas escucharlo debido a nuestra ignorancia y nuestro temor

Por un lado tenemos a los que huyen. Las conversaciones de fe y ciencia son demasiado complicadas, así que prefieren ignorarlas. Del otro lado tenemos a los que gritan. No saben nada de biología o cosmología, pero tienen opiniones fuertes y se aseguran de que todos a su alrededor las conozcan (algunos incluso utilizan su autoridad para obligar a otros a abrazar esa misma opinión). ¿Cuál es el resultado de esto?

  • Todo esto resulta en ignorancia, miedo y en obligar a que las personas sientan que deben elegir entre creerle a su doctor o a su pastor.
  • Todo esto también resulta en jóvenes evitando estudiar física u otras ciencias porque tienen miedo de «perder su fe». En el mismo sentido, veremos adolescentes que no van más a la iglesia porque un ateo en YouTube les ofrece mejores respuestas aparentes para su mente curiosa que cualquier persona en su comunidad cristiana.
  • Todo esto resulta en científicos cristianos explorando el mundo natural durante décadas sin tener idea de cómo su fe se relaciona con su disciplina.
  • Todo esto resulta en creyentes que piensan que el único conocimiento que vale la pena tener se encuentra en la Biblia, despreciando la gracia común de Dios en el quehacer científico.
  • Todo esto resulta en una fe que no crece porque ha sido «protegida» de las preguntas honestas acerca de la naturaleza del universo en el que vivimos.

¿Queremos ser esta clase de cristianos? ¿Es esa la clase de personas que Dios quiere que formemos con nuestro discipulado?

Este no es un llamado a ignorar la centralidad del evangelio para perseguir más y más conocimiento sobre el mundo natural. Es un llamado a reconocer las consecuencias de ignorar y tergiversar el conocimiento del mundo natural sobre el avance del evangelio y el florecimiento de las personas que estamos alcanzando.

El evangelio ya es piedra de tropiezo (1 Co 1:23). No hagamos que sea más difícil para las personas escucharlo debido a nuestra ignorancia y nuestro temor.

La vida en este mundo caído ya es difícil. No la hagamos más dura haciendo que las personas sean recelosas de toda tecnología y ciencia que Dios nos permite desarrollar.

Sé humilde y valiente

¿Cómo podemos ayudar a las personas en nuestras iglesias locales a salir de la ignorancia y el miedo? No tengo todas las respuestas, pero el mejor punto de partida es siendo humildes y valientes.

Somos humildes cuando reconocemos que servimos a un Dios que es mucho más grande y está por encima de cualquier cosa que podamos imaginar. Aunque Él condescendió y nos habló de una manera que podemos entender, todavía hay mucho que no podemos comprender, tanto en Su Palabra como en Su creación.

Si amamos al Dios de toda verdad y a las personas que hizo a Su imagen, valdrá la pena hablar de ciencia y fe, por complicado que pueda llegar a ser

Somos humildes cuando reconocemos que existen expertos que saben más que nosotros y que podemos aprovechar su conocimiento, al considerarlo a la luz de la Escritura, incluso cuando no comparten nuestra cosmovisión.

Somos valientes cuando, en medio de un mundo que se levanta contra nosotros, sostenemos la verdad eterna del evangelio de Jesús. Esta es una verdad que jamás será sacudida por los descubrimientos científicos de la humanidad, porque toda verdad le pertenece a Dios.

Somos valientes cuando reconocemos que los expertos también pueden estar sesgados en sus afirmaciones. No necesitamos abrazar inmediatamente como un hecho cualquier cosa que sale de sus bocas, sino que podemos (y debemos) evaluar con cuidado la evidencia.

El hermano de la chica que me escribió murió. No podemos retroceder el tiempo y aliviar esa situación particular con buena teología y buena ciencia. Pero ahora mismo, en nuestras comunidades, hay miles de personas que están sufriendo. Quizá padecen un desorden mental que les susurra «mátate» cada minuto de cada día; quizá su matrimonio está a punto de colapsar por el exceso de trabajo crónico; quizá sus hijos están fuera de control y no saben cómo disciplinarlos en amor. Tenemos herramientas para ayudarlos, tanto teológicas como científicas.

¿Será fácil? No. Algunas de las preguntas que necesitan respuesta son increíblemente complejas y requieren de docenas de horas de escuchar, estudiar y dar seguimiento. ¿Pero vale la pena? Si amamos al Dios de toda verdad y a las personas que hizo a Su imagen, por supuesto que sí. Vale la pena hablar de ciencia y fe, por complicado que pueda llegar a ser.

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