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Gracias a las redes sociales, estamos más conectados que nunca.

También estamos mucho más solos.

Las redes sociales tienen sus beneficios. Al igual que la carne, el vino, y la política, las redes sociales pueden agregar valor a nuestras vidas con moderación. Pero como la carne, el vino, y la política, también puede dañar la salud si consumimos demasiado. Por ejemplo, según un estudio de Forbes en el 2015, a medida que aumenta la participación en las redes sociales, también aumenta la ansiedad y la depresión. En lugar de crear aceptación, el intercambiar la presencia y el contacto visual por una pantalla pueden alimentar el narcisismo, el chisme, la comparación, la baja autoestima, y el aislamiento. Esto no debería sorprendernos, porque los “me gusta’’, seguidores, contenidos, y fanáticos digitales son imitaciones débiles de amigos reales. Prometiendo curar nuestra soledad, las redes sociales rara vez cumplen. En cambio, suman a nuestra soledad.

Esta soledad nuestra no es un defecto. No estamos solos porque algo está mal con nosotros. Estamos solos porque algo está bien con nosotros.

Nuestra soledad es la imagen de nuestro Dios trino y comunitario en nosotros, que nos invita a conectarnos; a conocer y ser conocidos; a amar y ser amados; a hacer amigos y hacernos amigos. La soledad insta al introvertido a comprometerse. Hace un llamado a ese personaje digital a volverse persona otra vez. Llama al impostor a recuperarse volviéndose real.

La soledad comienza a desvanecerse cuando el auto-editor que cuida su imagen, el que retrocede, el que se oculta, y el maniquí que está en nosotros comienza una transición hacia la transparencia. Pero la transparencia puede ser temible y desorientadora.

No somos un artículo de consumo para Jesús. Somos su familia para siempre: completamente conocida y completamente amada; completamente expuesta y nunca rechazada

En una entrevista sobre su libro, How I lost Five Pounds in Six Years (Cómo perdí cinco libras en seis años), el comediante Tom Arnold se sinceró y dijo que la razón por la que escribe libros, la razón por la que hace comedia, la razón por la que hace todo, es porque se siente profundamente quebrantado y está desesperado por caerle bien a la gente.

El hambre insaciable de Tom Arnold (y el nuestro) por esos “me gusta” aprovecha la imagen de Dios en nosotros y nuestro anhelo de ser conocidos y amados, de exponernos y no ser rechazados. También aprovecha nuestro miedo a ser expulsados, excluidos, deteriorados y olvidados por las personas que dejamos entrar. Porque el nuestro es un mundo de juicio, aislamiento y miedo, porque tenemos razones para asumir que el mundo no es seguro, nos volvemos camaleones sociales, mezclándonos con los colores y texturas de cualquier ambiente que habitamos. Tenemos un ego de camaleón como hoja de higo para cada situación: nuestro ego en el trabajo, en la fiesta, en la iglesia, nuestro hogar, en la Internet, y muchos otros egos que nos “ponemos” para protegernos. Al igual que el camaleón, estamos en modo de adaptación crónica, ajustando nuestros colores y texturas externas para camuflar y pertenecer, y para alejar a los posibles depredadores. Lamentablemente, esta estrategia destructiva atrae a nuestros corazones frágiles y temerosos.

Queremos ser vulnerables, amar y ser amados. Sin embargo, tenemos miedo de arriesgarnos y exponer/extender nuestro verdadero ser.

Pero C. S. Lewis tenía razón: amar en absoluto es ser vulnerable. Dale un pedazo de tu corazón a otra persona, y tu corazón puede que esté retorcido y posiblemente quebrantado. Y, sin embargo, dice Lewis, el único lugar fuera del cielo donde podemos estar completamente a salvo de todos los peligros del amor …

… es el infierno.

¿Cómo podemos encontrar alivio para nuestro dolor de soledad? ¿A dónde podemos recurrir en nuestra búsqueda de conexión y de un espacio seguro para conocer y ser conocido? En nuestra época de búsqueda de iglesias, críticas a la iglesia, división de iglesias, y abandono de iglesias, parece que hemos olvidado la visión de Jesús para la iglesia. Debemos recordar que la iglesia no es un club social para maniquís bien vestidos; es un hospital para enfermos y Jesús es el médico encargado. La iglesia local es un centro de desintoxicación para adictos, para aquellos adictos a las drogas y el sexo, así como para los adictos desesperados por su próxima dosis de pornografía, chismes, poder, reconocimiento, codicia, y “terapia” de compras.

La iglesia no es un club social para maniquís bien vestidos; es un hospital para enfermos y Jesús es el médico encargado

La visión de Jesús para la iglesia como un hospital decidido, poderoso, curativo, y seguro para el adicto enfermo de pecado en todos nosotros está en completo contraste con nuestra visión común de la iglesia como un club social opcional y lustroso solo para ayudar a complementar nuestras vidas.

La membresía en una iglesia local significa unir tu ser imperfecto con otros seres imperfectos para formar una comunidad imperfecta que, a través de Jesús, se embarcan en un viaje hacia un mejor futuro juntos. Como nos recuerda Bonhoeffer, aquel que ama su sueño de comunidad más que la comunidad cristiana a sí misma, con todas sus debilidades y flaquezas, se convierte en un destructor de la comunidad cristiana. Cuando desestimamos a la iglesia local, desechamos y nos convertimos en destructores del primer y principal amor de Jesús.

Si tan solo hubiera una iglesia que se pareciera a la iglesia del Nuevo Testamento, nos decimos a nosotros mismos, entonces no seríamos tan cínicos acerca de la iglesia local. Olvidamos que la iglesia en Corinto era narcisista, arrogante, disfuncional, litigiosa y, a veces, adúltera, racista, e injusta. Sin embargo, recibió más atención redentora y energía de Pablo que cualquier otra iglesia del “Nuevo Testamento”. Parece que mientras Pablo contemplaba a la oruga que era Corinto, también visualizó a la mariposa. Pablo pareciera estar seguro de que Aquel que empezó la buena obra en ellos sería fiel para completarla.

¿Cómo experimentamos el amor que mata la soledad en medio de una comunidad imperfecta y desordenada? Se ha dicho: “Sé amable porque todos los que conoces están luchando una dura batalla oculta”. A medida que cojeamos hacia la transparencia, la comunidad, y la amistad con nuestros propios miedos e inseguridades, reconocemos que no estamos solos. Todos tenemos miedo. Todos nos sentimos más inseguros que seguros, más débiles que fuertes, más desagradables que agradables, más irredimibles que redimidos. Cuando vemos que no estamos solos, podemos llegar el uno al otro. No subestimes el poder de las palabras. Si bien las palabras humillantes pueden quitarle el ánimo a un alma, las palabras alentadoras y afirmativas pueden devolvérsela.

El amor es un campo de batalla diseñado para reconfigurarnos a la imagen de Aquel que nos amó primero cuando no éramos amigos de Él

Cuando ofrezcas una crítica a otra alma, hazlo amablemente.

Cuando ofrezcas ánimo a otra alma, hazlo intensamente.

“Pero”, nos quejamos diciendo, “hay algunas cosas que me preocupan de esta comunidad, y hay personas que realmente no me gustan”. El acercarnos incluso a personas que no nos gustan particularmente puede darnos nuestras mejores oportunidades para amar. El amor bíblico no es una emoción de segunda mano ni una noción dulce y anticuada. El amor es en realidad un campo de batalla diseñado para reconfigurarnos a la imagen de Aquel que nos amó primero cuando no éramos amigos de Él, sino enemigos. Dios muestra su propio amor para con nosotros en esto: mientras aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Amamos, no en un sentido sentimental, sino en el sentido valiente y costoso, porque Él nos amó primero. No tenemos los recursos en nosotros mismos para extender ese amor desinteresado. Somos influenciados por otro, por Jesús mismo.

Emerson escribió una vez: “La bendición de los viejos amigos es que puedes permitirte ser tonto con ellos”. Con Jesús, podemos actuar de la misma manera porque nos ha quitado la vergüenza al trasladar nuestro día de juicio del futuro al pasado. Su muerte, sepultura, y resurrección nos han establecido como su amada novia, como aquellos a quienes no le da vergüenza llamar sus hermanas y hermanos. Somos y seremos por siempre los amados y protegidos hijos e hijas de Su Padre, quien también es nuestro Padre. No somos un artículo de consumo para Jesús. Por lo tanto, no somos consumidos. Somos su familia para siempre: completamente conocida y completamente amada; completamente expuesta y nunca rechazada.

Podemos hacernos amigos de otros porque este Jesús es nuestro amigo.


Publicado originalmente en For The Church. Traducido por John Chavez.

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