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Soy educadora por vocación. Cuando enseñaba en la escuela secundaria, me encantaba ver cuando se iluminaba la cara de mis alumnos al captar un nuevo concepto. Muchas personas consideran la cátedra como la parte más importante de la enseñanza. Sin embargo, mientras más años enseñaba, más me daba cuenta de que los alumnos aprendían tanto de mis preguntas como de mis explicaciones.

Dar cátedra puede ofrecer conocimiento, pero las preguntas de comprensión, e incluso de aplicación práctica, obligan a los estudiantes a profundizar la taxonomía de Bloom: análisis, síntesis, y evaluación. Las preguntas permiten que los estudiantes verbalicen su comprensión y aprendan a medida que comparten sus respuestas. La mente se enfoca y se conecta de una manera diferente cuando se le pregunta algo, a diferencia de cuando se le dice algo.

Es por eso que siempre disfruto los estudios bíblicos en grupos pequeños. Cuando las personas se reúnen alrededor de la Palabra, discutiéndola juntas, se crea la oportunidad de un aprendizaje valioso de parte del líder, y de uno a otro.

Sin embargo, todos hemos experimentado el incómodo momento de silencio en los grupos pequeños. Los maestros pueden haber cumplido con su deber. Pueden conocer todos los pormenores del panorama teológico del pasaje en cuestión. Sin embargo, falta algo.

Lo que puede estimular o paralizar a un grupo pequeño a menudo tiene menos que ver con lo que saben los maestros, y más con lo que preguntan.

Estos son ejemplos del tipo de preguntas que debemos evitar, pues está prácticamente garantizado que reprimen la discusión.

Demasiado obvio

Si bien las preguntas de observación son excelentes para el estudio personal de la Biblia, en un grupo son a menudo aburridas. Todos saben la respuesta y nadie quiere decirla. ¿Por qué? Porque es EVIDENTE. Observar el pasaje es bueno, pero hay formas de hacerlo que permitan comunicar los pensamientos.

En lugar de preguntar: “¿Quiénes son las tres personas con las que Pablo interactuó en la ciudad de Filipos en Hechos 16?” (respuesta limitada: Lydia, una esclava, y el carcelero), generará más discusión la pregunta: “Describe las tres personas con las que Pablo interactuó en la ciudad de Filipos. ¿Qué nos dice el texto sobre sus trabajos, nacionalidades, y posiciones en la sociedad? ¿Notan algo significativo sobre sus similitudes o diferencias?”.

Respuestas de una palabra

Si la respuesta a una pregunta es “sí” o “no”, “Dios” o “Jesús”,  “correcto” o “incorrecto”, probablemente sea mejor reconsiderar la pregunta. En lugar de preguntar: “¿Hay personas en tu vida que consideras sin esperanza de conversión?”(respuesta limitada: sí o no), tal vez preguntar: “¿Qué tipo de personas a menudo pensamos que no podrían ser receptivas al evangelio? ¿De qué manera tener esa mentalidad afecta tus interacciones?”.

Misión imposible

Lo más probable es que el grupo que diriges no esté lleno de eruditos bíblicos. Evita hacer preguntas que la mayoría del grupo no pueda responder. Por ejemplo, mientras estudian Hechos 16, oirás el canto de los grillos si preguntas: “¿Cómo era la cultura en la ciudad de Filipos?”. La mayoría de la gente no está familiarizada con la cultura romana del primer siglo, y probablemente no podrían encontrar la ciudad de Filipos en un mapa. Incitarás una discusión más interesante si describes las distinciones culturales de Filipos y luego preguntas: “¿De qué manera su cultura es similar o diferente a la nuestra?”.

Demasiada información

Estoy a favor de la apertura y la vulnerabilidad en grupos pequeños. Sin embargo, algunas preguntas quedan en el aire porque requieren demasiada información, demasiado pronto, especialmente en entornos mixtos. He observado que hacer preguntas prácticas en un sentido general puede invitar a la vulnerabilidad sin forzarla. Hacer una pregunta como: “¿En qué área estás luchando con el pecado sexual como David?”, podría llevar a un silencio incómodo, o peor, a demasiada información (que nunca podrá ser olvidada).

Una forma más general de analizar una aplicación práctica sobre el mismo punto es una pregunta que reconoce la lucha y busca superarla: “En la iglesia de hoy, muchos luchan contra la tentación sexual. ¿Qué métodos y hábitos podemos poner en práctica para ayudarnos a luchar contra la tentación?”. Esto puede llevar a una conversación útil sobre los recursos y la rendición de cuentas, y permite la oportunidad de discutir las luchas privadas en un entorno individual.

Así como toma tiempo aprender cómo enseñar un pasaje, también lleva tiempo formular buenas preguntas. El primer paso es eliminar las preguntas demasiado obvias, las respuestas de una palabra, aquellas que son una misión imposible, y las que se prestan para demasiada información.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Juana Gervais.
Imagen: Lightstock.
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