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La mayoría de los días, los niños pequeños bombardean a sus padres con una serie de preguntas rápidas. Desde lo situacional: “¿Por qué tengo que acostarme a las 7:30?”. Teórico: “¿Crees que podría volar desde el techo si hago un par de alas?”. Hasta lo teológico: “¿Por qué Dios no me protegió de caerme de mi bicicleta?”. La mayoría de los padres pasan sus días ofreciendo respuestas, consejos, y sabiduría para satisfacer la curiosidad natural de sus hijos.

Sin embargo, una vez que llegan los años de la adolescencia, los adultos jóvenes comienzan a buscar nuevas fuentes de información. A los padres ya no los ven como la fuente de toda sabiduría. De hecho, para muchos adolescentes, los padres son el último lugar donde quieren responder sus preguntas, especialmente cuando se trata de asuntos de fe. A menudo internalizan o verbalizan las palabras de Will Smith: “Créeme, los padres simplemente no entienden”. (Aunque la mayoría de ellos son demasiado jóvenes para recordar los días en los que él cantaba).

A medida que nuestros adolescentes buscan respuestas, ¿cómo podemos fomentar entornos hogareños donde puedan plantearnos sus preguntas, dudas, e inseguridades? ¿Cómo podemos crear proactivamente espacios para discusiones y responder a sus dudas y preguntas con un oído atento y un corazón en oración?

Aquí hay algunas maneras en las que podemos construir hogares que permitan a nuestros hijos lidiar con preguntas de fe.

Proactivamente: crea un ambiente para la discusión espiritual

Si tus hijos aún son pequeños, una de las mejores maneras de prepararse para las discusiones espirituales en la adolescencia es construir un horario regular de lectura de la Biblia en tu hogar. Habla a menudo sobre Dios a medida que avanzas durante el día. Memoricen los versículos bíblicos juntos y discutan qué significan. Que los nombres de Abraham, Sara, Moisés, y Rut les sean tan familiares, igual como lo son sus amigos en el preescolar. Ora antes de las comidas, por las personas que aman y por consuelo cuando temen a los monstruos debajo de la cama. Iniciar conversaciones espirituales en los primeros años construye una base para que las conversaciones continúen en la adolescencia.

Iniciar conversaciones espirituales en los primeros años construye una base para que las conversaciones continúen en la adolescencia.

Si tus hijos son mayores, no es demasiado tarde. Pueden comenzar a leer la Biblia y aprender de ella juntos. Si no estás segura acerca de cómo estudiar o qué preguntas hacer, cuéntale a tu adolescente tus miedos. Tu honestidad y humildad pueden desarmar su resistencia natural. Busquen juntos un estudio bíblico. Pregúntale a tus amigos o líderes del ministerio qué estudios han usado. Nunca es demasiado tarde para comenzar discusiones espirituales en tu hogar. Ten la disposición de escudriñar la Biblia con ellos para buscar respuestas a sus preguntas espirituales. Deja que la Biblia sea la autoridad: permite que ella hable dentro de las paredes de tu hogar.

Reactivo: discute menos, cuestiona más

Cuando los adolescentes comienzan a plantear sus preguntas teológicas, es tentador llegar con todas las respuestas correctas, lo que puede llevarlos a discutir y debatir todo tipo de temas que podrían no ser el problema real. Los adolescentes que dudan (y los adultos) generalmente tienen luchas más profundas detrás de sus inquietudes o dudas teológicas.

Hacer preguntas puede ayudarte a comprender a tu hijo adolescente en lugar de simplemente responderle. Si tu hijo duda de la inerrancia de la Biblia, pregunta cosas como: “¿Cuándo comenzaste a tener dudas sobre la Biblia?”, o “¿Hay algo que la Biblia enseñe que te moleste y te haga sentir inseguro acerca de la bondad de Dios?”. Estas preguntas pueden darte información necesaria.

Si dudan que Dios existe, investiga sus preocupaciones: “Si Dios no existe, ¿cuál crees que es el propósito de la vida?”. Busca conocer y comprender a tu hijo en medio de las dudas. Hacer preguntas comunica tu disposición a escuchar, así como el respeto por ellos como individuos. Ayuda a mantener la conversación y promueve una mayor discusión.

Proactivamente: ayúdalos a preguntar antes de que cuestionen

Durante las devociones familiares, mi esposo y yo regularmente les hacemos a nuestros hijos las preguntas que sabemos que probablemente escuchen algún día: “¿Cómo responderías a alguien que lee este pasaje y dice que Jesús no podría haber caminado sobre el agua? ¿Probablemente fue solo un banco de arena?”. O “¿Qué le dirías a alguien que dice que no es justo que Dios juzgue a alguien que nunca ha oído hablar de Jesús?”.

Las preguntas ayudan a los adolescentes a leer la Biblia con mayor consideración. Mientras estudiaba el libro de Juan, le pregunté a nuestros hijos: “Si quieres que la gente crea una mentira, ¿darías muchos detalles específicos o solo contarías una historia general de lo que sucedió?”. Después de concluir que la mejor manera de mentir es dar la menor cantidad de detalles posibles (¡confía en mí, hubo un punto en este ejercicio!), les dije que estuvieran atentos a la multitud de detalles específicos que Juan ofrece a sus lectores. 

Juan menciona nombres de personas y dónde vivían. Él cuenta sobre los lugares específicos donde ocurrieron los milagros. Si Juan estaba diciendo una gran mentira sobre Jesús, ¿por qué incluiría tantos detalles específicos? Bueno, o Juan era un muy mal mentiroso, o tal vez estaba diciendo la verdad, sin importar lo increíble que haya sido.

Hacerles preguntas a los adolescentes es una de las mejores maneras de involucrar sus mentes y fomentar el aprendizaje. Al cuestionarlos antes de que pregunten, puedes responder de manera proactiva a algunas de sus dudas, así como hacerles saber que tu hogar es un lugar acogedor para preguntas.

Reactivo: no temas (¡o enloquezcas!) cuando cuestionen

Si nuestros hijos comienzan a cuestionar la enseñanza bíblica, a menudo saltamos para ofrecer respuestas rápidas, porque tenemos miedo. Consideramos erróneamente que nuestro hijo adolescente acepta el cristianismo como evidencia de nuestra paternidad. Si nuestros hijos tienen fe, entonces los hemos criado correctamente. Si nuestros hijos no creen, entonces hemos fallado. También podemos temer porque asumimos que sus preguntas son el primer paso hacia la apostasía inevitable.

Para responder a estos temores, debemos recordarnos continuamente que todos somos salvos por gracia y solo por gracia. Punto. No hay advertencias. Si nuestros hijos llegan a la fe, es porque Dios los eligió antes de la creación del mundo (Ef. 1:4) y los rescató del dominio de las tinieblas (Col.1:13). Dios adopta a nuestros hijos a través de la obra de Cristo, no la obra de nuestra crianza. Y perseveran en la fe no porque los mantengamos, sino porque Él lo hace.

Sí, los padres cristianos son a menudo un medio por el cual Dios obra, pero siempre es su plan, su poder, y solo su gracia lo que salva a nuestros hijos.

Entonces, cuando tus adolescentes comiencen a lidiar con su fe, no te asustes. No te enojes. No te sientas insegura. No te preocupes. No seas condescendiente. Lleva tus preocupaciones a Dios y confíale tus miedos a Él. Sé paciente, amorosa, amable, y mantente en oración. Ayuda a tu hijo a encontrar respuestas a sus preguntas, pero sabiendo que solo el Espíritu puede discernir (1 Co. 2:14). Hazles saber que solo porque tienen preguntas que no pueden responder (o tal vez tú no puedes responder) no significa que no haya respuestas. Involucra a la comunidad de la iglesia: busca el consejo de pastores o líderes de ministerio. Encuentra libros relevantes para ayudarlos en su pensamiento y procesamiento.

Construir un hogar acogedor para preguntas de fe requiere tiempo, energía, disponibilidad, y oración. Nuestros hijos necesitan nuestra presencia tanto en la adolescencia como en sus primeros años de edad. En la avalancha de eventos deportivos, recitales de baile, y tareas, se necesita crear un ambiente para discutir preguntas.

Mi mayor deseo es que mis hijos siempre busquen al Señor. Espero que caminen con Dios, obedezcan sus mandamientos, y encuentren vida abundante en Jesús. Sin embargo, también quiero que sepan que escucharé sus dudas, me preocuparé por lo que a ellos les preocupa, y los amaré todos sus días.


Publicado originalmente por The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.

Imagen: Lightstock.
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