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Eres especial. No permitas que nadie limite tu potencial. Estás hecha para algo más. Tu vida depende de ti. Ejercítate más. Come mejor. Saca tiempo para ti misma. Anima a los demás. Da más. Haz más. Esfuérzate. Corre más rápido.

Y, mientras lo haces, cambia el mundo. Resuelve la injusticia. Empieza una organización sin fines de lucro. Lee una Biblia de estudio. Lee todos los libros nuevos (quizás escribe uno también). Lee los clásicos. Asegúrate de votar. Lávate esa cara. Vive sin miedo.

Es normal que no hayas pensado en lo que harás de cena. (Pero, sea lo que sea que vayas a hacer, asegúrate de que sea una comida nutritiva completamente orgánica, con productos producidos localmente y de granja).

¿Sientes la presión también? Algunos días es agotador ser una mujer. Internamente, sentimos la realidad de no estar a la altura de nuestras propias expectativas de ser la amiga, empleada, hermana, esposa, o madre que pensamos que debemos ser. Externamente, tenemos a muchos influencers diciéndonos que debemos marcar una asombrosa diferencia nunca antes vista. Las palabras que pretenden inspirar a menudo son agotadoras.

Las palabras que pretenden inspirar a menudo son agotadoras. ¿Puedo tomar prestado un momento de tu tiempo para darte a ti (y a mí) el permiso de vivir una vida tranquila y normal?

¿Puedo tomar prestado un momento de tu tiempo para darte a ti (y a mí) el permiso de vivir una vida tranquila y normal? Cuando me abruman los mensajes que me llegan todos los días, me recuerdo a mí misma 1 Tesalonicenses 4:11: “Tengan por su ambición el llevar una vida tranquila, y se ocupen en sus propios asuntos y trabajen con sus manos”. La vida tranquila y piadosa descrita aquí está a nuestro alcance. Y la he visto ser vivida con mis propios ojos.

Una vida normal

Recientemente atesoré mis últimos momentos con mi amiga Polly. Probablemente no la conoces. Ella no es una influencer en Instagram o una autora de uno de los libros más vendidos del New York Times. Polly es una esposa y madre de dos hijos en edad universitaria.

Ella ha trabajado en un seminario por años, manejando la acreditación para toda la institución. Ella no se ha mudado al extranjero para ser una misionera, abierto un orfanato, o ha enseñado la Biblia a miles. Sin embargo, su trabajo fiel ha apoyado a las personas que han servido en todas esas capacidades y más.

Quiero vivir una vida como la de Polly. Tres pasajes de las Escrituras me mantienen firme en perseguir esta ambición.

1. Ama al Señor

Nuestro llamado primario es el siguiente: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y primer mandamiento” (Mt. 22:37-38).

El mandato de amar a Dios en la Escritura es repetidamente unido con abrazar y deleitarse en su ley con todo el corazón (Dt. 11:1, Jos. 22:5, Sal. 19:7-10, Jn. 15:9-10). No es malo tener ambición. Solo necesita estar centrada en el objetivo correcto.

Este llamado de amar al Señor no es una relación del tipo “un día pasa al frente y acepta a Jesús”.  Es un caminar diario con Él, hablar con Él, conocerlo a Él, y servirle a Él. Nuestro amor por Jesús necesita ser cuidadosamente atendido porque puede tornarse indiferente o tibio (Ap. 3:16). Como Josué le recordó al pueblo de Israel: “Tengan sumo cuidado, por la vida de ustedes, de amar al Señor su Dios” (Jos 23:11).

Con todo lo que hay que hacer, esta es la única cosa que debe ser hecha. No descuides al Señor

Con todo lo que hay que hacer, esta es la única cosa que debe ser hecha. No descuides al Señor. Esta fidelidad común, después de todo, es solo posible debido a su obra extraordinaria. Así que pasa tiempo en la Palabra. Pasa tiempo en oración. Adórale en la iglesia. Vive a la luz de sus mandamientos.

2. Cumple tu llamado

Al final del libro de Colosenses, Pablo escribe: “Díganle a Arquipo: ‘Cuida el ministerio que has recibido del Señor, para que lo cumplas’” (Col. 4:17). La simplicidad del recordatorio de Pablo silencia las voces que me dicen que tengo que soñar más grande, vivir audazmente, trabajar más duro, y hacer más.

No puedo resolver todos los problemas del mundo. Pero puedo cumplir el ministerio que el Señor me ha encomendado. Soy una pequeña parte de Su gran historia, ¡y qué privilegio tan grande tener un papel!

¿Qué está ante ti hoy? Si tienes un esposo o hijos, ámalos bien (Tit. 2:4). Mientras haces tu trabajo, ya sea lavar mucha ropa, o contestar muchos correos, u horas de reuniones, trabaja de corazón, como para el Señor (Col. 3:23).

No te preocupes con lo que Él ha llamado a hacer a otra persona. Anima y apoya a los demás, pero no creas que porque ellos están haciendo algo, tú debes hacerlo también. Lo que sea que Dios te ha llamado a hacer, cumple fielmente el ministerio que has recibido de Él. Vidas normales y comunes pueden producir un fruto extraordinario.

3. Pon tu esperanza en la eternidad

La esperanza es algo preciado. Nosotros muy fácilmente ponemos nuestra esperanza en las comodidades terrenales, el éxito, y las personas. Cuando ellos nos fallan (y finalmente lo harán), podemos preguntarnos si Dios nos ha fallado. Pero Pedro nos recuerda: “pongan su esperanza completamente en la gracia que se les traerá en la revelación de Jesucristo” (1 P. 1:13).

Una esperanza anclada en el cielo asegura nuestra fidelidad en la Tierra. Esta vida simplemente es un viaje; no importa si es una vida normal. No compres la mentira de que tu vida solo vale si tu nombre es conocido, si tienes muchos seguidores, o si haces cosas grandiosas.

Tu vida importa porque estás hecha a imagen de Dios (Gn. 1:27). Mujer cristiana, puedes regocijarte, no por todo lo que has logrado, sino porque tu nombre está escrito en los cielos (Lc. 10:20). Eres amada por el Rey.

Bien hecho, siervo bueno y fiel

Hace unas semanas atrás recibimos la llamada. El tratamiento del cáncer de Polly había dejado de funcionar. Amistad tras amistad fueron y se sentaron con ella en su galería trasera. Algunos volaron desde Texas, otros manejaron desde Mississippi. Una noche nos paramos en el patio y cantamos himnos mientras ella escuchaba desde la galería. 

Mujer cristiana, puedes regocijarte, no por todo lo que has logrado, sino porque tu nombre está escrito en los cielos

El domingo por la mañana, nos reunimos en su casa para adorar. Su esposo, Bob, estuvo a su lado cada minuto. Sus hijos escucharon y se rieron de las historias que juntos contaban. Ellos leyeron la Biblia y oraron. Poco tiempo después, ella se fue a estar con Jesús.

Sí, se puede decir que ella vivió una vida normal. Pero mientras miraba a las personas de su vida reunirse, todo lo que podía pensar era: qué hermosa y extraordinaria es mi amiga. Ella amó al Señor. Ella cumplió su llamado. Ella tenía su esperanza en la eternidad.

Qué vida tan asombrosa.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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