¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Es una pregunta perenne considerada por el predicador: ¿cuánto tiempo debe durar mi sermón?

Recientemente, un amigo realizó una encuesta informal en Twitter y preguntó: “¿Cuánto tiempo sueles predicar?”. Las respuestas variaron, como era de esperar, y se produjo una discusión sobre cuál podría ser la “mejor duración” para un sermón. ¿Hay tal cosa?

Ofreceré mi opinión al respecto al final, pero en general, estoy de acuerdo con el dicho de que los mejores sermones no pueden ser demasiado largos y los peores sermones no pueden ser demasiado cortos. Pero considerándolo todo, creo que existe el sermón que es demasiado largo y el sermón que es demasiado corto. Aquí sugiero cinco razones para cada error. En primer lugar:

Tus sermones no deberían ser demasiado cortos, porque….

1. El domingo es a menudo la única Palabra que la gente recibe cada semana

Es triste, pero es verdad. No debería ser así, pero a menudo lo es. La mayor parte de la Biblia que muchos (¿la mayoría?) recibirán cada semana será en el tiempo de adoración del domingo por la mañana. Razón de más para no acortar el tiempo de tu sermón. Tu gente necesita escuchar la profunda Palabra.

2. La Palabra de Dios es digna de una atención sostenida, y no solo probaditas

Los sermones demasiado cortos tratan las Escrituras como un depósito poco profundo para la degustación, no como un pozo profundo para el sustento eterno. No trates la Biblia en los servicios como un libro de citas o un buffet espiritual para la mejora personal, y no trates el sermón como un discurso de medio tiempo o una charla motivacional. La Palabra de Dios es digna de nuestra atención, de todos nuestros esfuerzos por morar en ella. El sermón corto comunica a las personas que la Biblia, y por lo tanto la gloria de Dios, no vale la pena mirarse. Entrena a tu rebaño a través de tu predicación para que contemplen a Dios.

3. Escuchar a Dios debería ocupar el lugar más destacado en la reunión

A veces reducimos el tiempo del sermón en el servicio, y es fácil confundir las prioridades. Considera esto: es más importante que escuchemos de Dios que Dios nos escuche de nosotros. Ambas cosas son necesarias, ¡por supuesto! Pero si tus elementos creativos superan la predicación en un servicio, las cosas están fuera de control. Incluso nuestra adoración al cantar, que es de vital importancia para el estímulo congregacional y un reflejo del valor de Dios, no es tan importante como escuchar la Palabra de Dios. Dios merece nuestras palabras, pero puede vivir sin ellas. Nosotros, por otro lado, no podemos vivir sin la palabra de Dios. Enséñale a tu gente a considerar que escuchar a Dios es más glorioso que nuestra autoexpresión.

4. La iglesia debe subvertir, no apoyar, la cultura de conveniencia

A veces, los predicadores de sermones cortos se defienden al señalar los cortos períodos de atención que son comunes en nuestra cultura. Pero la iglesia no está llamada a reflejar la cultura, sino a entrenar a los seguidores de Jesús para vivir de formas contraculturales. Así que considera esto: no quieres que tu servicio en la iglesia le ayude a la cultura a erosionar los cortos períodos de atención en las personas. En una era de poca atención, debemos buscar la persistencia, la paciencia, y todos los demás valores dignos del Reino que respaldarán la predicación sustantiva.

5. Los sermones que son demasiado cortos a menudo no le hacen justicia a los textos bíblicos

La Palabra vale una predicación significativa, y con sermones demasiado cortos podemos comunicar que la Biblia es solo superficialmente relevante y no eternamente importante.

La Palabra de Dios es rica, y debe morar ricamente en nosotros. Es difícil cumplir ese objetivo si regularmente predicamos “devocionales” rápidos en lugar de proclamaciones expositivas. La Palabra vale una predicación significativa, y con sermones demasiado cortos podemos comunicar inadvertidamente que nuestros textos de predicación (y la Biblia en su conjunto) son solo superficialmente relevantes y no eternamente importantes.

Entonces, esas son cinco razones para no predicar sermones que sean demasiado cortos. La solución, sin embargo, no es predicar hasta que pierdas la voz o la gente se ponga ansiosa. Para casi todos los que predicamos, existe un sermón que es demasiado largo.

Tus sermones no deberían ser demasiado largos, porque…

1. Los sermones demasiado largos a menudo diluyen la sustancia de una exposición significativa

Mi diagnóstico para sermones demasiado largos generalmente es que el predicador está tratando de hacer demasiadas cosas. No tiene que decir todo lo que encontró en su preparación. Una edición juiciosa es una de las mejores herramientas del predicador. Si tu sermón es demasiado largo, es probable que estés distrayendo a las personas con desviaciones y diferentes perspectivas del texto que podrían ser mejores en un comentario que en un sermón. Recuerda que el sermón es diferente a una teología sistemática o a un texto teológico. Poner demasiado en tu sermón también puede rivalizar con la centralidad de Cristo y su evangelio. Cada largo trozo agregado comienza a rivalizar con cualquier otro trozo largo, y de repente la carne de la exposición y el corazón del evangelio se cubren con demasiada grasa. Es posible, predicador, que intentes hacer demasiado.

2. Existe la posibilidad de fatigar la capacidad de las personas para recibir información

En general, cuanto más largo sea tu sermón, más te adentras en el campo de la fatiga del oyente.

Así como no es bueno ajustarse a los cortos períodos de atención de las personas, ¡tampoco es bueno probar su resistencia! Este es mi problema principal con los sermones que tienen demasiados puntos (¡perdona que esta publicación tenga diez puntos!). Las personas tienen un límite a la hora de descargar información, y cada punto que tienes pesa sobre los otros puntos. Si tienes puntos dentro de puntos, “ruedas dentro de ruedas”, comenzarás a minar la capacidad de las personas para entender tu sermón. ¡También puedes estar probando la resistencia de sus vejigas y sentadera! Pero, en general, cuanto más largo sea tu sermón, más te adentras en el campo de la fatiga del oyente, en el que las personas pierden su capacidad de retener lo que has dicho.

3. El objetivo de un sermón es la adoración, no el conocimiento exhaustivo

Similar a lo que dije bajo el número uno, recuerda cuál es el objetivo de un sermón. Como dice el pastor Ray Ortlund: “Un sermón no es una conferencia. Es un encuentro con el Cristo vivo”. El objetivo del sermón, entonces, no es principalmente la transferencia de información. Es eso, ¡pero es más que eso! Es adoración devocional a Dios a través de Cristo. Entonces, el propósito del sermón no debe ser decir todo lo que se puede decir sobre un texto, sino decir lo que es más apremiante del texto para exaltar, elogiar, y glorificar a Cristo.

4. Es mejor dejar que la gente quiera más que desear que haya habido menos

Otra cosa importante: termina con una nota alta. Eso es difícil de hacer si sigues y sigues y no sabes cómo terminar. Muchos sermones son demasiado largos por falta de saber cómo aterrizar el avión. Si te encuentras mirando el reloj en la parte de atrás de la habitación y te das cuenta de que necesitas apresurar tus puntos finales, probablemente estés haciendo demasiado (o no estás asignando suficiente tiempo para el sermón; ver los primeros cinco puntos). Piensa lo suficiente en tu congregación y dales la bendición de desear que el sermón haya sido más largo, no más corto.

5. Probablemente no eres tan buen predicador

Bien, en resumen, y lamento terminar decepcionándote, probablemente no seas un predicador lo suficientemente bueno como para mantener la atención de la gente y alegrarla en gracia con un sermón que se acerca a la marca de una hora. Es la realidad que tú y yo enfrentamos. La cantidad de chicos lo suficientemente buenos como para predicar regularmente durante una hora de manera fructífera es bastante baja, creo, y tú y yo (probablemente) no estamos allí.

Entonces, ¿cuál es el punto perfecto? ¿Cuánto debe durar un sermón? Mi opinión, tal como es, es que la mayoría de los sermones del domingo por la mañana probablemente deberían aterrizar en el rango de 30-40 minutos. El punto óptimo es probablemente 35 minutos, y mucho más corto o más largo que eso debería ser una excepción.


Publicado originalmente en For the Church. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando