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La Escritura afirma:

Yo fui joven, y ya soy viejo,
Y no he visto al justo desamparado,
Ni a su descendencia mendigando pan (Sal 37:25).

Muchas personas suelen tomar estas palabras de David para afirmar que los que son justos nunca vivirán escasez y que Dios siempre les suplirá toda necesidad material, tanto a ellos como a su descendencia. Sin embargo, ¿esto es lo que el rey David quiso decir?

El texto en su contexto

Una lección crucial sobre el estudio de las Escrituras es que un versículo nunca se debe interpretar fuera de su contexto. Entonces, para tener claridad sobre lo que el salmista quiso decir aquí, necesitamos ver el resto del Salmo 37, donde encontramos dos personajes principales: el «impío» y el «justo».

En este salmo, al impío se lo identifica como aquel que vive en pecado y lejos de Dios, mientras que el justo es aquel que vive buscando honrar a Dios con su vida. Hay un argumento que corre a lo largo de todo el salmo: muchas veces, pareciera que la vida le resulta mejor al impío que al justo. Sin embargo, David exhorta al justo a confiar en el Señor, aunque la vida parezca injusta. Este es un llamado que también aplica para nosotros.

A partir de la caída, la vida está afectada por el pecado y a veces nos resulta injusta. Por ejemplo, el ser humano malvado (el impío) no siempre recibirá en esta vida el castigo que merece en el tiempo que se esperaría. Sin embargo, eso no debe desviar nuestra atención de la obediencia y confianza a la que Dios nos llama.

No sabemos cuándo nos veremos envueltos en necesidades, pero lo que sí sabemos es que Dios cuidará de nosotros, porque somos Suyos, no estamos solos

En este salmo, el rey David repite tres veces la frase «Confía en el Señor» (vv. 3, 5, 7). Además, en repetidas veces, anima al pueblo de Dios a quitar su mirada de la forma en la que viven los impíos:

  • «No te irrites a causa de los malhechores; / No tengas envidia de los que practican la iniquidad» (v. 1).
  • «No te irrites a causa del que prospera en su camino, / Por el hombre que lleva a cabo sus intrigas» (v. 7).
  • «No te irrites, solo harías lo malo. / Porque los malhechores serán exterminados» (v. 9).

Como vemos, el salmista alienta a sus lectores a fijar su mirada en el Señor de tal modo que Él sea su delicia, pero no se queda allí; empieza a recordar las promesas de Dios a Su pueblo. Los anima al recordar que el juicio final lo tiene Él y Sus hijos tenemos una esperanza futura asegurada.

Dios cuida de Sus hijos

Ahora que hemos considerado el mensaje de este salmo, podemos preguntarnos lo siguiente: ¿Qué quiso decir el salmista cuando declaró: «Yo fui joven, y ya soy viejo, / Y no he visto al justo desamparado, / Ni a su descendencia mendigando pan»?

Para empezar, esta frase no promete que seremos librados de vivir dificultades en cualquiera de sus formas (cp. Jn 16:33; Stg 1:2-3). De hecho, ¡el resto del salmo testifica lo contrario! Más bien, este texto describe la experiencia personal del salmista. Las adversidades y la injusticia son parte de esta vida afectada por la caída, pero tenemos que aprender a navegar a través de ellas fijando nuestra mirada en nuestro Padre y conociendo Su carácter.

En la cruz se selló para siempre la paternidad amorosa de Dios sobre cada uno de Sus hijos y por eso nada podrá separarnos de Él

Entonces, ¿qué quiso decir David con que la descendencia de los justos no mendigará pan? Primero preguntémonos, ¿quién es un mendigo? Es aquel que no tiene a nadie, que está solo y que su única alternativa es pedirle a un extraño que se apiade de él. Entiendo, entonces, que lo que nos está diciendo es que Dios cuida de nosotros porque somos Sus hijos. Dios proveerá lo que necesitamos, así sean tiempos de escasez material que Él mismo permite por Su voluntad soberana incomprensible para nosotros, como en el caso del íntegro Job, o para trabajar algo en nuestro carácter, como nuestra santidad, contentamiento, etc.

De hecho, unos versículos previos dicen que el justo será saciado en los días de hambre (v. 19b). Entonces, es posible que existan días de hambre, pero Dios velará por el cuidado de los Suyos. Es inevitable recordar las palabras de Jesús cuando dice que si el Padre alimenta a las aves del cielo, ¿cuánto más a Sus hijos que tienen más valor que ellas? (Mt 6:26). No seremos abandonados, aun cuando no tengamos ni siquiera pan en nuestra mesa. No sabemos cuándo nos veremos envueltos en necesidades, pero lo que sí sabemos es que Dios cuidará de nosotros. Porque somos Suyos, no estamos solos.

No solo eso, sino que Dios promete usar el sufrimiento a nuestro favor. Innumerables personajes en la Biblia testifican de esta realidad. Por ejemplo, el apóstol Pablo concluyó:

Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad. En todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad (Fil 4:12).

Por eso el rey David nos exhorta a poner nuestra delicia en el Señor y no en las circunstancias (v. 4). Esa es una verdadera expresión de confianza. Aunque todo se vea sin esperanza, podemos fijar y anclar nuestra mirada en el Dios que nos ha salvado. ¿Cómo? Recordando constantemente quién es Él y Su obra a nuestro favor.

En Cristo, el Padre nunca nos desampara

Nosotros merecíamos ser abandonados por Dios. Cada uno de nuestros pecados evidencian que no merecemos nada más que el sufrimiento eterno por haber atentado contra la santidad de nuestro Creador. Sin embargo, a nosotros tampoco se nos ha tratado como merecíamos (Lm 3:22). De hecho, nadie en esta vida ha recibido el trato que merece, pues la paciencia de Dios se ha extendido hasta que llegue el tiempo del juicio final.

¿Sabes por qué Dios el Padre abandonó a Su hijo Jesús en la cruz? Para que los creyentes tengamos la certeza de que nunca nos abandonará

No obstante, Jesús el Justo fue tratado como injusto (2 Co 5:21). El Hijo de Dios santo y perfecto fue desamparado por Su Padre en la cruz: «Jesús exclamó a gran voz, diciendo: “Elí, Elí, ¿Lema sabactani?”. Esto es: “Dios mío, Dios Mío, ¿Por qué me has abandonado?”» (Mt 27:46).

¿Sabes por qué Dios el Padre abandonó a Su hijo Jesús en la cruz? Para que los creyentes tengamos la certeza de que nunca nos abandonará. Debido a que Cristo tomó nuestro lugar, recibió nuestro castigo y no hay vuelta atrás, la obra de salvación está consumada (Jn 19:30). En la cruz se selló para siempre la paternidad amorosa de Dios sobre cada uno de Sus hijos y por eso nada podrá separarnos de Él (Ro 8:18-29).

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