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Seguramente has notado que la Biblia contiene mandamientos. Ellos transmiten la visión de cómo quiere Dios que vivan Sus hijos. ¿Qué mandamientos vienen primero a tu mente? Quizá el de amar a Dios y al prójimo. Quizá alguno más complejo, como amar a tus enemigos. A lo mejor alguno de los más prácticos, como no mentir.

¿Puedes pensar en un mandamiento para la iglesia como conjunto? Por ejemplo, el cuerpo de Jesús debe hacer discípulos, bautizar personas, bendecir y ayudar a los pobres, entre muchos otros. Permíteme mencionar un mandamiento en el que quizá no pensemos demasiado: la iglesia está llamada a pasar la fe a la siguiente generación.

La voluntad de Dios

Dios llamó al pueblo de Israel a pasar la fe a la siguiente generación (Dt 6:7-10; Sal 78:1-8). El pueblo de Israel falló en cumplir esta voluntad de Dios repetidas veces a lo largo de su historia (p. ej. Jue 2:10; Os 4:6). Sin embargo, esta voluntad divina sigue en el Nuevo Testamento, como lo vemos en el deseo y la oración de Jesús de que Sus discípulos hagan más discípulos (Jn 17:20; Mt 28:18-20), tengan un cuidado especial por los niños (Mt 19:14) y críen a sus hijos en los caminos de la fe (Ef 6:4).

Además de estos versículos, permíteme extraer una consecuencia lógica de unas palabras del apóstol Pedro: «El Señor se no tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento» (2 P 3:9). Esto nos muestra que Jesús ha esperado ya más de dos mil años, y no sabemos cuánto más esperará antes de volver, porque quiere que más pecadores procedan al arrepentimiento.

Un énfasis en la centralidad del evangelio, pero acompañado por una visión individualista de la fe, resulta en una ignorancia sobre la importancia de la iglesia

Para que los pecadores procedan al arrepentimiento, necesitan escuchar de la boca de un discípulo de Jesús el evangelio de la salvación por gracia (Ro 10:14). Esta es la voluntad del Señor, hasta Su segunda venida. Si Jesús retrasa Su regreso cincuenta o cien años más, ya no podré ser un testigo directo del evangelio, sino que lo serán mis hijos y nietos o los adolescentes y jóvenes que hoy lidero en mi iglesia local. Entonces, si quiero participar con fidelidad de la misión de la iglesia de alcanzar a más personas con el evangelio, debo ser fiel también con el llamado de Dios de pasar la fe a la siguiente generación.

¿Estamos fallando en cumplir este llamado?

La mayoría de las iglesias tienen algún tipo de ministerio dedicado a la siguiente generación de creyentes: desde salas para el cuidado de bebés, hasta grupos de adolescentes y jóvenes. A partir de aquí, los llamaré «ministerio de menores», es decir, dedicados al discipulado de cristianos menores de edad.

La triste realidad es que las estadísticas relacionadas a estos ministerios no son alentadoras. Se estima que entre 50 % y 65 % de los niños en los Estados Unidos que crecieron en la iglesia abandonarán la fe algún tiempo después de graduarse del nivel secundario. Este número es devastador, como lo es también la estadística de los adolescentes que asisten a una congregación cristiana: alrededor del 70 % se tomará por lo menos un año de no asistir a la iglesia durante la universidad. Muchos de ellos no volverán nunca a una iglesia y, quizás, ni siquiera volverán a considerar la fe.

Creo que podemos confirmar estas estadísticas con nuestras experiencias. Los que somos mayores de treinta años y crecimos en la iglesia, podemos pensar en muchas personas de nuestro grupo de jóvenes que han abandonado la fe. ¿Qué nombres vienen a tu mente de los niños y adolescentes que crecieron contigo en la iglesia y que ya no están? Posiblemente son varios.

Cultivando el compromiso con la iglesia local

¿Cuál es la solución? No me considero experto como para proponer una solución definitiva para este problema complejo que enfrenta el pueblo de Dios, pero puedo proponer una idea que ayude a mejorar esas estadísticas: que cada ministerio de menores se ponga la meta clara y concreta de desarrollar no solo creyentes, sino miembros.

En la iglesia en la que sirvo, todos nuestros ministerios de menores incluyen en su visión el propósito de desarrollar miembros maduros de la iglesia local. Es un detalle que parece pequeño, pero en nuestra experiencia ha hecho una diferencia positiva.

Alguien podría argumentar que el evangelio y Jesús deberían ser más céntricos en nuestra visión. Lo son. Trabajamos para que los miembros de nuestra iglesia local conozcan el evangelio y tengan una relación personal vibrante con Jesús. Sin embargo, creo que un buen énfasis en la centralidad del evangelio, pero acompañado por una visión individualista de la fe, resulta en una ignorancia sobre la importancia de la iglesia local. Esta ignorancia nos ha llevado a las estadísticas de deserción mencionadas arriba.

Si la iglesia quiere cumplir su misión de predicar el evangelio, debe ser fiel en pasar la fe a la siguiente generación. Esto implica que los ministerios de menores tengan la visión de desarrollar miembros maduros y comprometidos, que entiendan la centralidad de la iglesia local.

La comunidad local y la perseverancia en la fe

El Nuevo Testamento da una importancia central a la iglesia local y hay mucho que se puede decir al respecto. Aquí solo quiero hacer tres observaciones que me parecen importantes para reflexionar en el llamado a pasar la fe a la siguiente generación.

En primer lugar, los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunidad. Dios no quiere que Sus hijos vivan en soledad: «La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno. Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que Tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a Mí» (Jn 17:22-23).

Animarse unos a otros es clave para que la siguiente generación no tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que tiende a apartarse del Dios vivo

Segundo, la Biblia es clara sobre el hecho de que esta comunión debe vivirse en el contexto de una iglesia local: «No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca» (He 10:25).

Por último, está comunión en la iglesia local es importante para ayudar a mantener la fidelidad de la siguiente generación de cristianos. Recuerda que la perseverancia del creyente está conectada a las exhortaciones y ánimos que recibe de sus hermanos y hermanas en la fe:

Tengan cuidado, hermanos, no sea que en alguno de ustedes haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. Antes, exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: «Hoy»; no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado. Porque somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos firmes hasta el fin el principio de nuestra seguridad (He 3:12-14).

Estas observaciones son relevantes para fortalecer los ministerios de menores en la iglesia local. Claro que hay otras cosas importantes, como la centralidad del evangelio en la enseñanza o el trato de amor que debe reinar en las relaciones. Pero no debemos perder de vista que animarse unos a otros es clave para que la siguiente generación no tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que tiende a apartarse del Dios vivo.

Entrenando a la siguiente generación

Ser un miembro maduro de una iglesia local no es fácil. Existen compromisos demandantes, posibles conflictos incómodos, decisiones que nos afectan y son difíciles de entender. Pero justamente por estas razones considero fundamental que los ministerios de menores abracen la visión de capacitar a los nuevos creyentes en cómo ser miembros comprometidos.

Sé por experiencia que este cambio de visión repercutirá en muchas otras decisiones prácticas que la iglesia debe tomar, como por ejemplo, desde qué edad los niños deben unirse al servicio general de la iglesia, qué lecciones damos en las clases de la escuela dominical o desde qué edad los miembros pueden servir en un ministerio formal de la iglesia.

Por lo pronto, oremos que Dios nos guíe a obedecer el mandamiento de pasar la fe a la siguiente generación y nos fortalezca para abrazar la visión de no solo alcanzar a los menores como nuevos creyentes, sino de desarrollarlos como miembros maduros en nuestras iglesias locales.

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