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Las historias de nuestros países hispanohablantes han atravesado duros momentos, como el que vivimos ahora mismo. Esta realidad histórica, sumada a problemáticas de actualidad como el ambientalismo y los derechos sociales, por nombrar algunos, han movido a la iglesia latina a reflexionar acerca de su rol. 

Las propuestas han sido variadas. Conceptos como “justicia social”, “misión integral” o la “edificación del reino” se ubican hoy entre los debates cristianos. Se trata de una genuina compasión y ánimo por realizar algún aporte constructivo. En el fondo, el debate apunta al rol de la Iglesia. ¿Qué debemos hacer los cristianos? ¿Cuál es nuestra misión?

La gran comisión

Cristo fue muy claro acerca de la misión que les dejaba a sus discípulos. Hoy conocemos esta declaración como “La gran comisión” (Mt. 28:18-20, Lc. 24:44-49, Jn. 20:21, Hch. 1:8). El libro de Hechos es un registro del trabajo que la Iglesia realizó, en el poder del Espíritu Santo, para cumplir con la encomienda. Este libro relata cómo los primeros cristianos comprendieron la misión principal de la Iglesia, y cómo trastornaron el mundo entero (Hch. 17:6).

En el libro ¿Cuál es la misión de la Iglesia?, Kevin DeYoung y Greg Gilbert lo sintetizan de este modo: “Creemos que la Iglesia es enviada al mundo para dar testimonio de Jesús proclamando el evangelio y haciendo discípulos de todas las naciones” (p. 32). Las acciones claves incluyen dar testimonio de la vida y obra de Jesús, proclamar el mensaje del evangelio, y hacer discípulos que guarden estas mismas enseñanzas. Todo el Nuevo Testamento sostiene esta definición de la misión.

La Iglesia es columna y baluarte de la Verdad (1 Ti. 3:15), dedicada a guardar el depósito de la fe (2 Ti. 1:11-14). Ella tiene por misión cuidar fielmente este valioso tesoro y proclamar las buenas noticias para que muchos crean e invoquen el nombre de Cristo (Ro. 10:14-15). 

A la Iglesia se le encomendó el privilegio que los profetas del Antiguo Testamento anhelaban conocer y que no se les dio a los ángeles (1 P. 1:10-12, cf. Ef. 3:10). Fuimos escogidos con el propósito de anunciar las virtudes de Aquel que nos salvó (1 P. 2:9).

Es importante comprender que Dios no tiene un “plan B” para proclamar el evangelio de salvación a las naciones. La gran comisión es nuestra tarea central y específica, encomendada particularmente a la Iglesia. Por esto mismo se trata de una tarea urgente, más aún cuando pensamos en aquellos que se pierden sin escuchar el evangelio. 

No se trata de cargarnos de culpa, o desanimarnos al contemplar la tarea que todavía resta. Cristo, quien nos encomendó, también nos provee de los medios y recursos. Él prometió que este plan no fallará, ¡la Iglesia prevalecerá! (Mt. 16:18). Por Su autoridad y en Su Nombre, la Iglesia cumple su misión en el poder del Espíritu Santo.

Otras definiciones

Como se mencionó al principio, distintas perspectivas acerca de la misión de la iglesia han tomado mayor fuerza en América Latina. La Teología del Reino y la Teología de la Liberación tal vez sean las de mayor impacto entre los cristianos hoy, incluso si no son conocidas con esos nombres. 

Aunque podría decirse mucho acerca de estas posturas, aquí solo se dará una respuesta en referencia al tema de la misión: 

– La misión de la Iglesia NO es construir el reino: La Iglesia y el reino están estrechamente ligados. Pero es Jesús quien trajo el reino y lo inauguró. Será Dios quien lo establezca y lo lleve a su consumación. Cuando las Escrituras hablan de nuestra participación en referencia al reino, siempre utiliza verbos pasivos: somos llamados a clamar para que venga, anunciarlo, buscarlo, y entrar en él. Incluso estamos llamados a vivir según la justicia del reino. Pero la misión específica de la Iglesia no es construir, establecer, o traer el reino de Dios.

– La misión de la iglesia NO es la liberación de pobres y oprimidos: Suena fuerte decir esto, más cuando sabemos que la compasión por los oprimidos es una virtud cristiana. Pero la pobreza más urgente en la Biblia no es la material, y mucho menos la estrictamente económica. Los pobres a los que Jesús viene son todos aquellos que están lo suficientemente quebrantados de corazón para creer.[1]

Estas aclaraciones no deben desalentar nuestras buenas acciones. Dios ha redimido un pueblo celoso de buenas obras, que Él mismo preparó de antemano (Tit. 2:14; Ef. 2:10). Al verlas, los hombres dan gloria a nuestro Padre (Mt. 5:16). 

Con todo, ser claros acerca de la misión de la Iglesia permite enfocar sabiamente las obras que realizamos. Cuando tenemos clara nuestra misión, podemos trabajar sin dispersar fuerzas, tiempo, y dinero en muchas cosas que logran muy poco a la luz de la eternidad, y que muchas veces producen un alto desgaste emocional.

Nuestra respuesta

Si esta definición te parece demasiado reducida, y que solo se interesa por lo espiritual y deja afuera las necesidades urgentes, te animo a que consideres toda la enseñanza bíblica acerca del tema. El libro llamado ¿Cuál es la misión de la Iglesia?, te puede ayudar ya que realiza un gran trabajo de exégesis. 

Esta vida no es todo lo que existe. El pecado es el verdadero problema del hombre, es la razón de su caída y su decadencia. Debemos confiar en el poder del evangelio, que transforma el corazón y es capaz de cambiar la vida completa, culturas, sociedades, e incluso el curso de la historia. 

El evangelio es poder de Dios con efectos por toda la eternidad. Como escriben DeYoung y Gilbert: “Al final, la gran comisión debe ser la misión de la Iglesia por dos razones muy básicas: hay algo peor que la muerte, y hay algo mejor que la prosperidad humana”.[2]

Por otro lado, si esta definición te parece demasiado obvia, te animo a que reflexiones si estás cumpliendo la misión. Estamos tan familiarizados con la gran comisión que a veces perdemos el sentido de urgencia. Seamos fieles testigos de nuestro Señor, y cumplamos la misión que nos encomendó.


[1] ¿Cuál es la misión de la Iglesia?,  p. 47.

[2] Ibíd., p. 278.

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