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Recuerdo un día de mi infancia en el que sentí mucho miedo. Fue una noche en la que se cortó el servicio eléctrico en el sector donde vivíamos con mi familia y había una oscuridad densa. Sentí mucha inquietud en aquellos minutos, hasta que en cierto momento —a unos metros de mi casa— escuché a una familia que cantaba un clásico cristiano que decía:

«Puedo confiar en el Señor, no me va a fallar.
Si el sol llegara a oscurecer y no brillara nunca más,
yo igual confío en el Señor, no me va a fallar».

Escuchar aquel canto en ese momento comenzó a producir en mí la seguridad y tranquilidad que necesitaba mi corazón inquieto. Ahora comprendo que experimenté cómo el temor que sentía se disipó por conocer que podía confiar en el Señor. Esta es una verdad que los cristianos conocemos por el ejemplar temor de Cristo a Dios Padre:

«Cristo, en los días de Su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, fue oído a causa de Su temor reverente» (Hebreos 5:7).

Un temor santo

Un temor santo

Editorial Portavoz. 176 páginas.

En su libro Un temor santo: Cómo el temor del Señor te proporciona gozo, seguridad y paz (Editorial Portavoz, 2021), la escritora en ministerios cristianos como Desiring God, True Woman y TGC, Christina Fox, explica por medio de distintos textos bíblicos en qué consiste temer al Señor. Además, explica la importancia de aquellas promesas cumplidas en Cristo a favor de los creyentes para convertir las almas llenas de miedos en corazones seguros en el temor del Señor.

Editorial Portavoz. 176 páginas.

El mismo autor de Hebreos nos llama a tener la actitud de Cristo creyendo en su perfecta obra redentora y ejemplo de vida:

«Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor» (Hebreos 12:28-29).

Como habrás notado, aquí hablo de dos clases de temor y quizá te preguntes en qué se diferencian el temor al que llamaré circunstancial y el temor de Dios, y cómo este último puede tener un impacto positivo y transformador en la vida de los creyentes.

En su libro Un temor santo: Cómo el temor del Señor te proporciona gozo, seguridad y paz (Editorial Portavoz, 2021), la escritora en ministerios cristianos como Desiring God, True Woman y TGC, Christina Fox, explica por medio de distintos textos bíblicos en qué consiste temer al Señor. Además, explica la importancia de aquellas promesas cumplidas en Cristo a favor de los creyentes para convertir las almas llenas de miedos en corazones seguros en el temor del Señor.

El temor circunstancial es parte de la naturaleza caída

La autora reconoce desde el comienzo que nadie está exento de dificultades, miedos o preocupaciones, a los cuales llamamos fobias o temores. Christina cita dos palabras usadas en los idiomas originales de la Escritura para explicar que el temor se puede considerar en más de una forma. El término hebreo yirá habla, por ejemplo, del terror que sintió Jonás durante la tormenta que tomó por sorpresa a los navegantes que estaban en el barco con él. El otro es el término griego fóbos, que en el Nuevo Testamento se relaciona con pánico, terror o fobias.

Es verdad que en distintos lugares de las Escrituras, a los creyentes se nos enseña que debemos poner nuestra confianza en Dios, dejando de lado nuestro afán (p. ej., Fil 4:6). Pero también es cierto que necesitamos considerar que el problema de nuestro temor no solo será tenerlo en ciertos momentos, sino que cada inquietud plantada en nuestro corazón tiene el potencial de seguir creciendo de forma exponencial hasta que se convierta en un temor dominante. El temor nos dominará si no permitimos que Dios trabaje en nuestra mente y corazón, para hacernos comprender que Él es el único que puede suplir aquellas necesidades que nos preocupan o el único que puede quitar de raíz algún criterio contrario a la Palabra.

El temor de Dios transforma nuestros temores circunstanciales

Recuerda que el temor antes mencionado no es el mismo al que la Biblia se refiere cuando habla de «temor del Señor». La autora señala que «cuando la Biblia nos dice que no temamos a algo, se refiere a terror o pánico. Cuando habla sobre el temor del Señor, se refiere a asombro o reverencia» (p. 27). Esta clase de temor santo y dirigido a Dios se verá manifestado en nuestras vidas a partir de cuánto le conocemos. Conocer al Señor de manera íntima permitirá que nuestra vida de oración y obediencia nos lleve a que Dios transforme nuestras inquietudes en un temor santo rendido a Él. ¿Cómo sucede esto?

Podemos trabajar con el temor que únicamente nuestro Dios merece cuando reconocemos su santidad y soberanía, mientras buscamos que su Espíritu nos ayude a «comprender quién es Él y lo que pide de nosotras, y respetamos su gobierno y su autoridad en nuestra vida» (p. 48). La importancia de reconocer la soberanía de Dios en nuestras vidas para trabajar nuestros temores radica en el hecho de que sabemos que Él tiene el control de las circunstancias y que sus promesas son fieles y verdaderas.

Un ejemplo claro sobre esto es la vida del rey David, quien por medio de sus salmos muestra que su confianza estaba basada en su conocimiento de aquel Dios a quien temía: «Cuando enfrentamos circunstancias temibles, como el salmista, podemos guiar nuestro corazón a lo que es verdad. Podemos recordar quién gobierna y reina sobre todas las cosas. Podemos confiar en el carácter y en la bondad de Dios» (p. 144).

El temor de Dios nos da descanso en medio de la tormenta

Identificar nuestros miedos y dejarlos en las manos correctas (es decir, en las manos de Dios) permite que estos puedan ser transformados por nuestro Dios soberano. No permitamos que estos temores echen raíz en nuestros corazones hasta el punto de que sea cada vez más difícil erradicarlos.

Christina afirma en Un temor santo una gran verdad:

«Temer al Señor no significa que nunca vuelvas a sentir temor ante circunstancias alarmantes… Es comprender que, a pesar de que enfrentas algo temible, hay Alguien más grande a tu lado. Es confiar, depender, amar, adorar, venerar, obedecer y honrar a Dios por encima de todo, aun cuando lo que enfrentas pareciera demasiado difícil y aterrador» (p. 100).

Como creyentes, es importante que nuestras preocupaciones y miedos no se transformen en ídolos; para ello, debemos llevarlos ante Dios porque es a Él a quien debemos temer y adorar en espíritu y en verdad.

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