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El miedo y la intranquilidad suelen ser reacciones naturales frente a ciertos momentos en nuestras vidas. Nuestra manera de reaccionar frente a ellos como creyentes será lo que refleje quién domina nuestro corazón.

En su libro, Un temor santo: Como el temor del Señor te proporciona gozo, seguridad y paz (Editorial Portavoz, 2021), Christina Fox explica bíblicamente qué es el «temor del Señor» y cómo se ve en nuestras vidas. Además, muestra cómo nuestras preocupaciones y mayores miedos han de ser llevados ante nuestro Dios.

Estas son 20 frases que he destacado a lo largo de la lectura de este libro:


«Temor». Una palabra que todas conocemos bien. Podría ser una emoción pasajera o una forma de vida que estorbe nuestra confianza y descanso en Dios (p. 18).

Al examinar de cerca nuestros temores, vemos que están estrechamente relacionados con aquello que deseamos, atesoramos y valoramos (p. 22).

Evitemos tomar decisiones que nos lleven escapar y vivir en una isla desierta, lejos de cualquier peligro, que enfrentar aquello que tememos (p. 25).

Cuando la Biblia nos dice que no temamos a algo, se refiere a terror o pánico. Cuando habla acerca del temor del Señor, se refiere a asombro o reverencia (p. 27).

El temor abunda en este mundo caído… Siempre que la Biblia habla acerca del temor al peligro declara quién es Dios y lo que Él ha hecho (p. 29).

Para lograr nuestro objetivo de crecer en el temor del Señor es necesario que sepamos quién es Dios y qué ha hecho (p. 60).

Dios no nos amó porque hubiera visto en nosotras algo que mereciera ser amado, sino que Él nos dio su amor y nos salvó por medio de la sangre de su Hijo. No temas (p. 72).

Dios nos amó en Cristo y sabemos que las circunstancias que Él permite en nuestra vida están motivadas por amor no para amedrentarnos (p. 75).

A medida que aprendemos a descansar en quién es Dios, vemos con mayor claridad por qué debemos temerle (p. 76).

Tememos a Dios porque Él ha creado todas las cosas. Él sustenta todas las cosas (p.  84).

El temor del Señor debe convertirse en un hábito, el ritmo de nuestra alma, tan arraigado en nuestro ser que se vuelva nuestra respuesta natural (p. 99).

El Señor nos llama a un temor santo y, además, nos da todo lo necesario para que lo experimentemos en nuestra vida (p. 100).

Si queremos crecer en el temor del Señor, la palabra de Dios debe ser el centro de nuestra atención (p. 107).

Todo lo que necesitamos saber acerca de Dios y de por qué debemos temerlo se encuentra en las páginas de la Biblia (p. 107).

La adoración juntamente con el cuerpo de Cristo es una oportunidad única para que manifestemos el temor del Señor.

Cuando tememos al Señor con un temor filial deseamos aprender de Él. Queremos seguirle, agradarle y hacer lo que le honra. Por consiguiente, buscamos su sabiduría (p. 121).

Como el salmista, podemos responder con adoración en nuestras circunstancias difíciles. Ante el temor circunstancial podemos responder con el temor del Señor (p. 144).

Un lamento es la respuesta apropiada de un corazón temeroso. Un corazón que teme al Señor busca la ayuda divina y reconoce que solo Él salva (p. 147).

Esperar en el Señor nos exige confiar en Él y depender de Él. Esto no significa que seamos pasivas. Antes bien, es una actitud del corazón temeroso a Dios (p. 147).

Cuando tememos al Señor, cuando nuestra respuesta es asombro, reverencia, adoración y amor, Él se complace en nosotras (p. 163).

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