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¿En verdad quiere Dios que yo sea feliz? 

Si algo he podido notar en mis tres años como líder de jóvenes, es que muchos de ellos luchan con esta pregunta semana tras semana. Estos chicos sienten que ir a la iglesia y asistir a las actividades juveniles y los distintos cultos es más una carga que un deleite. Estoy convencido que esto no solo sucede entre los jóvenes, sino que hay un gran número de hermanos en nuestras iglesias que sienten lo mismo cuando el domingo se acerca. 

¿Alguna vez has sentido que Dios no quiere que seas feliz? Siendo muy honesto, yo sí.

Cuando no deseo a Dios

Cuando no deseo a Dios

Portavoz. 288 pp.
Portavoz. 288 pp.

En su libro, Cuando no deseo a Dios, John Piper nos deja ver que hay una lucha que se está librando en nosotros: una batalla por el gozo, la pasión, y el deseo de nuestro corazón.

El cristianismo de hoy parece haberse resumido en un Dios que no nos permite vivir y disfrutar los placeres de la vida. A través de las reglas que se establecen en las iglesias le enseñamos a la gente que Dios dice “no, no, no, y no” a una infinidad de cosas. Estas normas no son necesariamente malas, de hecho, muchas son buenas. Sin embargo, fallamos en enseñarle a las personas el por qué Dios dice no a algunas cosas; igual de importante, fallamos en enseñar aquello a lo que Dios dice “sí”. No solo debemos instruir a la gente a cumplir una serie de “reglas cristianas”, sino a amar y desear a Dios desde lo profundo del corazón.

John Piper es autor de más de 50 libros y sirvió durante 33 años como pastor de Bethlehem Baptist Church. Piper es, sin duda, un hombre que escribe con gran experiencia sobre cómo Dios desea que seamos plenamente felices. El autor expone que esta felicidad no se puede encontrar fuera del deleite de la gloria de Dios. Buscar el gozo fuera de Dios y Su gloria será un trabajo incesante. Nada traerá verdadera satisfacción al corazón del hombre, sino solo Aquel que lo creó.

Disfrutando de Dios

¿Cómo es que podemos deleitarnos en Dios? ¿Cómo tener tal deseo por Dios? ¿Quién puede realmente hacerlo? Estas son preguntas esenciales, a las que el autor busca dar respuesta en los primeros capítulos del libro. Piper nos hace ver que no podemos disfrutar de Dios hasta que no hayamos comprendido quién es Dios. Para ello se necesita una regeneración en el corazón. Necesitamos ojos para ver, pues nuestro corazón pecaminoso no puede vislumbrar la gloria de Dios, sino solo a través de Cristo. 

Piper escribe: “La salvación es la compra y provisión de vista para el ciego, Dios envió a Cristo al mundo a morir por nuestra ceguera espiritual, a pagar su castigo, a tomar para sí la ira merecida, y a proveer una justicia imputada a todo aquel que cree” (pp. 68-69). Es solo hasta que Cristo provee de vida y de vista espiritual que podremos maravillarnos de nuestro Dios. 

Por supuesto, vivir negándonos a nuestros placeres y mirando siempre a Dios y a su plan perfecto es más complicado de lo que parece. Por ello, en el capítulo 6, el autor nos exhorta y nos recuerda que “sin la cruz, el gozo solo podría sustentarse con la negación (consciente o inconsciente) de la infalibilidad del juicio divino. De hecho, este es el tipo de gozo que más mueve al mundo: un gozo que conserva la intensidad de sus placeres al ser inconsciente del peligro inminente” (p. 79). Esto es algo natural en nosotros: no vemos más allá de nuestra nariz, buscamos el placer inmediato sin percatarnos que tal vez hay peligro más adelante, en las decisiones que tomamos o aquello que creemos nos traerá satisfacción.

Manos a la obra

Sabiendo que hay una lucha que se está librando por nuestro gozo, es imperativo poner manos a la obra.

“Muchísimos cristianos están pasivos en su batalla por el gozo. Me hablan de su tristeza y les pregunto por la estrategia que han usado para derrotar a este enemigo […] seguramente, Satanás está predicando. Si nos quedamos pasivos, le cedemos terreno” (p. 90). 

Piper nos recuerda los recursos a nuestro alcance que nos fortalecerán en ese batallar por nuestro gozo y plenitud: 

  • La Palabra de Dios. Meditar en ella, aprenderla y usarla en nuestros momentos de flaqueza espiritual.
  • La oración. Depender de nuestro Dios y recurrir a Él a cada instante con corazones centrados en la Palabra de Dios. 
  • Los creyentes. Interceder los unos por los otros. Como escribe Piper: “La batalla por el gozo, es una batalla a librar junto a otros compañeros de lucha. No luchamos solos… estamos para ayudarnos los unos a los otros en la batalla por el gozo” (p. 195).

¿Puedo ser feliz al ser cristiano?

Cuando no deseo a Dios es sin duda un recurso que deberías tener en tu biblioteca. A través de sus 262 páginas, el autor te ayudará a centrar tu vista espiritual e incluso tu vista física en aquellas cosas que traerán verdadera satisfacción, plenitud, y gozo a tu vida. 

No puedo decir que es un libro de lectura sencilla. De hecho, debo admitir que deberás leer con calma para poder meditar en las profundas verdades que Piper expone y en cómo aplicarlas. Si eres un lector ávido (o quieres retarte en la dificultad de los libros que lees), Cuando no deseo a Dios será un gran recurso que podrás disfrutar y del que podrás aprender mucho. Estoy seguro de que te moverá a desear un poco más a Dios cada día. Si eres una persona que está adentrándose en el mundo de la lectura, sin duda te sigo recomendando este libro, siempre y cuando vayas con calma.

Este libro puede ser un recurso para un discipulado; de hecho, esta es la forma en la que llegué a conocer de este libro. Así que si estás buscando un recurso para comenzar un discipulado en grupo, ya sea entre nuevos creyentes o bien entre cristianos que buscan crecer en su vida espiritual, este recurso es una excelente opción.

Quizá te preguntas si se puede ser feliz siendo cristiano. O tal vez te preguntas por qué no eres realmente feliz si ya eres cristiano. O puede que sientas que no estás disfrutando a Dios como lo hace tu familia o tus conocidos en la iglesia. Si alguna vez has tenido estas inquietudes, no dudes en leer este libro. Acompañado de la Palabra, Cuando no deseo a Dios te ayudará a ver que el Señor quiere que seas feliz —que tengas un gozo pleno y real—, pero que tal gozo no será posible hasta que no te pongas en las manos de Aquel que creó tu corazón.

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