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La teología misionera de William Carey contiene ideas que nos impulsan a emprender grandes esfuerzos en el mundo. Se puede decir que la vida del misionero inglés es un ejemplo excelente de vivir coram Deo, delante del rostro de Dios. En Carey, encontramos plasmada una teología que no se diferenciaba de la espiritualidad: practicaba lo que decía creer. De ahí su gran consigna: «Espera grandes cosas de Dios e intenta grandes cosas para Dios».

La teología misionera de Carey se desarrolla a partir de la interacción de tres conceptos: el deber, el uso de los medios y la providencia divina. Ya he abordado los primeros y nos queda examinar el último, el rol de la providencia divina en las misiones.

El fundamento teológico de la providencia

Para desarrollar su misiología, William Carey y Andrew Fuller tomaron como punto de partida no la eclesiología, sino la teología propia. El marco teológico que construyeron para argumentar a favor del uso de los medios estaba cimentado en la doctrina de la providencia. En otras palabras, concibieron un enfoque misiológico que comienza por las Escrituras y actúa hacia afuera, hacia la situación real del mundo. 

En uno de los párrafos más convincentes de su Investigación, Carey utiliza la doctrina de la providencia divina para romper la inercia y falta de acción que reinaba en su denominación bautista durante aquellos años:

Se ha dicho que no debemos forzar nuestro camino, sino esperar las aperturas y las indicaciones de la providencia; pero podría responderse, con igual propiedad en este caso, que tampoco debemos dejar de aprovechar las aperturas que se nos presentan cada día. 

¿Qué aperturas de la providencia esperamos? No podemos esperar ser transportados al mundo pagano sin medios ordinarios, ni ser dotados del don de lenguas cuando lleguemos allí. Estas no serían intervenciones providenciales, sino milagrosas. Cuando existe un mandato, nada puede ser necesario para hacerlo obligatorio, sino la eliminación de los obstáculos que hacen imposible la obediencia, y estos ya han sido eliminados.1

En la perspectiva misionera de Carey, la doctrina de la providencia acortó la brecha entre el deber de cumplir con el mandato del Señor y el aprovechamiento de los medios disponibles. Esto es así porque los mandatos de un Dios soberano deben ser obedecidos y una visión elevada de la providencia divina exige que se utilicen los medios disponibles, en cada contexto histórico, para obedecer las palabras del Señor.

Una visión elevada de la providencia divina exige que se utilicen los medios disponibles, en cada contexto histórico, para obedecer las palabras del Señor

Se debe reconocer que detrás de esta misiología se encontraban las expectativas optimistas del postmilenialismo, aunque Carey y sus compañeros no estaban preocupados por descifrar las señales de los tiempos o los enigmas sobre el futuro. Más bien, su escatología postmilenial proporcionaba el marco crítico en el que interpretaban los acontecimientos que veían en el mundo.

La escatología y la doctrina de la providencia eran dos caras de la misma moneda. Aquellos hombres estaban convencidos de que Dios estaba llevando a cabo Su propósito en la historia y que la confluencia de la geopolítica, la cultura y la tecnología estaban divinamente ordenadas para la difusión del evangelio. 

La doctrina de la providencia era la «estrella del norte» que guiaba sus decisiones en asuntos grandes y pequeños. No solo veían la mano de Dios en los acontecimientos históricos mundiales que hacían posibles los esfuerzos misioneros, sino también en innumerables situaciones de menor escala. 

Por ejemplo, para ellos, las circunstancias que rodearon el viaje de Carey y su llegada a la India estuvieron acompañadas de muchas señales providenciales. Veían la mano de Dios guiando todo.

Los misioneros fueron conducidos enfáticamente por un camino que no conocían. La oposición del gobierno, que al principio amenazaba con extinguir los esfuerzos misioneros en Bengala, se convirtió, gracias a la providencia, en la ocasión de trasladar la sede de la misión de una de las localidades más inadecuadas hacia las inmediaciones de la metrópolis, pero fuera del alcance de las autoridades británicas… 

Si el asentamiento de Serampore no hubiera existido, o si no hubiera estado en ese momento bajo la bandera danesa, el Sr. Marshman y el Sr. Ward, con toda probabilidad, se habrían visto obligados a regresar inmediatamente a Inglaterra, y la misión podría haber expirado en su cuna. Al Sr. Carey no se le habría permitido establecer una imprenta para la publicación de las Escrituras en Mudnabatty, ni recibir más misioneros, y sus trabajos probablemente se habrían extinguido una vez que él hubiera muerto.2

La providencia sigue actuando

Esta visión de la providencia divina se fue diluyendo en gran medida en el siglo XIX. En la segunda generación de la Sociedad Bautista Misionera surgieron líderes en Gran Bretaña que, según la óptica de Carey, dependían más de técnicas de administración que de la actividad divina en la historia. 

Tenemos el desafío de atrevernos a imitar el ejemplo de Carey y sus compañeros, y obedecer el llamado de Dios confiando en Su providencia

Ya se encontraba en proceso el fenómeno social llamado «desacralización del mundo»: la naturaleza se interpretaba como un sistema cerrado, guiado inexorablemente por leyes mecánicas que excluían a Dios. El efecto de este pensamiento secular sobre las misiones fue una creciente dependencia en las incipientes ciencias de la gestión y un formalismo marcado en las oraciones.

Sin embargo, Carey y Fuller bebían de otras fuentes; aguas más profundas que brotaban de las páginas de las Escrituras. Para ellos, Dios seguía siendo quien establece y destruye imperios, quien pone y quita reyes (Dn 2:21). Creían en la providencia activa de Dios. Por lo tanto, aprovechando los medios disponibles en el mundo, fundaron la Sociedad Bautista Misionera.

Esta diferencia fue la chispa que encendió las llamas del esfuerzo misionero, que se extendieron por todo el globo durante el siglo XIX. La gran mayoría de las iglesias evangélicas alrededor del mundo hoy son producto del movimiento moderno de misiones iniciado por Carey y sus compañeros.

Le debemos mucho a este simple zapatero inglés que se atrevió a vivir sobre la base de una teología que le reclamaba esperar grandes cosas de Dios e intentar grandes cosas para Dios. Hoy, nosotros tenemos el desafío de atrevernos a imitar el ejemplo de Carey y sus compañeros, y obedecer el llamado de Dios confiando en Su providencia.


1 William Carey, An Enquiry Into The Obligations of Christians to Use Means for the Conversion of the Heathens (Londres: Kingsgate Press, 1961), 38.
2 John Clark Marshman, The Life and Times of Carey, Marshman, and Ward. Embracing the History of the Serampore Mission, vol. 1 (Londres: Longman, Brown, Green, Longmans, & Roberts, 1859), 124.
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