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En 1P. 4:10-11, Pedro nos dice que cada uno ha recibido alguna habilidad o capacidad para beneficiar a otros en la iglesia y que lo hemos recibido de parte de Dios como un regalo de gracia. Pero también nos exhorta a que ministremos estos dones a los demás “como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”.

Como dice Davids, estos dones no son entidades autónomas fuera de nuestro control, que se activarán y funcionarán por sí solas para beneficiar a otros. No. Cada persona debe hacer un uso responsable de estas habilidades o capacidades que el Señor le ha dado.

¿Has recibido un don? Minístralo a los otros, dice Pedro. El don viene de Dios, pero la responsabilidad de usarlo y desarrollarlo es nuestra. Por eso Pablo le dice a Timoteo, en 1Tim. 4:14: “no descuides el don que hay en ti”; el dueño del don puede descuidarlo. Y luego en el vers. 15 le dice en tono positivo: “Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos”.

“Que estas cosas te absorban, Timoteo, de tal manera que a medida que pasen los años los hermanos de la iglesia puedan ver que has progresado en el uso de tus dones”.

Así que el cristiano es un administrador o mayordomo a quien se le ha confiado uno o varios dones que debe poner al servicio de la iglesia, y es su responsabilidad administrarlos bien, dice Pedro.

Un administrador es aquel a quien se le han confiado los bienes de otro, para que los administre según la voluntad y directrices del dueño. Y ¿qué es lo que Dios nos ha confiado para que lo administremos? Su gracia multiforme, Su gracia de diversos colores, Su gracia que se manifiesta en nuestras vidas a través de muchos y variados favores.

Son muchas, y muy variadas, las cosas que Dios hace por Su iglesia, y todo de pura gracia. No podemos circunscribir la gracia de Dios únicamente al don de la salvación. Los favores que Dios nos da cada día son incontables. Él nos provee dirección, consuelo, aliento, fortaleza; provee para nuestras necesidades materiales; provee para nuestras necesidades espirituales y emocionales.

Y ahora Pedro nos dice que nosotros somos mayordomos de esa gracia multiforme de Dios. Dios puede suplir todas esas cosas directamente, sin la involucración de ninguno de nosotros. Pero Él ha decidido darnos el privilegio de ser parte activa del cumplimiento de Su plan soberano. Aparte de que esa involucración en las necesidades de otros es uno de los medios más efectivos para moldear nuestro carácter a la imagen de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

A medida que nos involucramos con nuestros hermanos, poniendo nuestros dones en operación, en esa misma medida vamos creciendo en amor; y crecer en amor no es otra cosa que crecer a la imagen de nuestro Señor.

Así que los otros se benefician de mis dones, yo me beneficio de los dones de otros, y todos nos beneficiamos al beneficiar a los demás. Esa es la forma como la iglesia crece y se fortalece.

Pablo dice en Ef. 4:16 que cuando todo el cuerpo está “bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro”, entonces todo el cuerpo “recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”.

Cuando cada miembro está en su lugar haciendo lo que debe hacer, todo el cuerpo se beneficia, porque nos convertimos en canales a través de los cuales fluye la gracia de Dios para beneficio de todos. Cuando un creyente deja de poner sus dones en operación está haciendo una mala mayordomía de esos bienes que se le ha confiado.

Puede ser que tú te sientas muy débil y muy pequeño, y pienses que no es mucho lo que puedes hacer para el beneficio de tus hermanos en la iglesia; pero si eres un verdadero cristiano, y eres miembro de un cuerpo local de creyentes, debes entender que Cristo desea beneficiar a ese cuerpo por medio de ti y te ha capacitado para ello.

Noten cómo Pablo trata este asunto de la importancia de los dones en 1Cor. 12. Por un lado, se preocupa por aquellos que pueden tener la tendencia a minimizar sus propias capacidades y pensar que lo que ellos hacen en la iglesia no es tan imprescindible después de todo (comp. 1Cor. 12:14-18).

Pero por el otro lado, también advierte a los que tienen dones más públicos que se cuiden del peligro de menospreciar a aquellos que poseen dones menos notables, porque el cuerpo solo funciona bien cuando todos sus miembros hacen lo que tienen que hacer; no solamente los miembros que más se ven, sino también aquellos que nadie ve (vers. 19-26).

Ahora bien, hasta aquí puede que alguien se esté preguntando: “¿Y cómo yo puedo saber cuál es mi don o cuáles son mis dones?” Eso lo veremos, Dios mediante, en el próximo artículo.

© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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