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Si sabes algo de mí, sabes que amo al Señor y Su Palabra. Si conoces un poquito más, de seguro sabes que disfruto mucho del cine. De hecho, he escrito y enseñado sobre el tema en diversas partes, y constantemente hago el llamado a que los cristianos hagan uso de discernimiento a la hora de “entretenerse” a través de películas, música, y series de televisión. Después de todo, los cristianos estamos en territorio apache, viviendo en una cultura que está en franca oposición a Dios y todo lo que Él simboliza, con el diablo a la cabeza.

Habiendo dicho esto, de ninguna manera creo que solo podemos ver alguna que otra película cristiana que sale cada cierto tiempo. De hecho, mucho del arte cristiano es de lo peor que hay en el cine, no solo por la baja calidad de la obra en general (es decir, por ser mal arte), sino, lo más importante, por su precaria representación de los valores cristianos. Lamentablemente, muchas de las películas cristianas hacen un terrible trabajo en representar esa vida cristiana, con personajes unidimensionales en situaciones imposibles que en nada se asemejan ni a la extraordinaria belleza de la vida diaria –con sus matices–, ni a la hermosura de las historias bíblicas –con su profundidad–.

Me resulta interesante que en nuestros tiempos, sin embargo, ha habido un resurgir de la figura de los héroes. Christopher Nolan hizo un excelente trabajo de traer a un Batman de carne y hueso, con ideales (y habilidades) superiores a las de un hombre regular, de cualquier Juan Pérez, pero a la vez cimentado firmemente en la realidad. The Dark Knight (El caballero de la noche) era Batman, sí, pero era “man”: era un hombre. Con debilidades, pero moral (a grandes rasgos) y físicamente superior a los otros mans alrededor. Marvel ha logrado reintroducir en el lenguaje de nuestros tiempos la figura de los superhéroes. Desde Iron Man hasta Capitán America, culminando en The Avengers (Los Vengadores), donde estos superhéroes pusieron de lado sus diferencias con tal de combatir un mal mayor.

No es coincidencia que el líder de los Avengers sea el Capitán América, la brújula moral del equipo. En su famosa frase “You move” (muévete tú), él reconocía que en medio de un mundo cambiante, “No importa que el país completo decida que algo malo es bueno…cuando la mafia o la prensa te digan que te muevas, tu lugar es el de plantarte como un árbol junto al río de la verdad y decirle al mundo entero…’No, muévete tú’”. Por supuesto que los Avengers van a seguir a un hombre así.

Estábamos en un momento cultural donde podíamos regularmente ir al cine a ver héroes (falibles, pero heroicos), y podíamos ir con nuestros hijos e hijas pequeños, sabiendo que, gracias a Dios, las insinuaciones y el contenido sexual estaría en un mínimo, y que podríamos conversar luego sobre las buenas acciones de los buenos, sus errores, y lo que hacía a los malos, malos. Y de vez en cuando, podíamos discernir esos esbozos del Héroe de Héroes y Señor de Señores que salían a relucir aun en mentes que no le conocen, puesto que en Él nos movemos y existimos y somos.

Pero ahora tenemos a Deadpool.

 

Usualmente entro en IMDB.com antes de ir a ver una película, principalmente para revisar la guía parental y ver qué tipo de contenido sexual presenta, si es que hay. A la fecha, en el área de “Sexo y desnudez”, hay 21 párrafos para esta cinta. No todos implican franca desnudez, pero parece ser que este antihéroe recurre consistentemente a frases sexuales para el disfrute del espectador. Además, aparentemente sí hay varias escenas sexuales, mostrando tanto desnudez femenina como masculina.

Volvamos a eso de antihéroe. Estoy completamente a favor de que se muestre la falibilidad de los héroes. Ese es el ejemplo que tenemos en la Biblia, y es simplemente la condición en la que estamos todos después de Génesis 3. El mejor de los hombres sigue siendo un hombre pecador, con luces y sombras. Pero Deadpool parece ser otra cosa. Toda la publicidad se ha basado en lo gracioso de su insolencia; en su perspicacia para insultar, y en su disfrute de la violencia. Es como un Tony Stark a la décima potencia, pero sin las características redimibles. Un “héroe” para esta generación que llama a lo malo bueno y que se ríe de su inmundicia.

Y es por eso que no voy a ver Deadpool. Al menos, no en esta edición. No quiero apoyar una película que destruye lo que se estaba construyendo con los héroes; esas películas de buenos falibles pero buenos que luchaban con los malos por causas mayores, y que padres e hijos podían ir y ver juntos. No quiero apoyar una cinta que quiere que yo esté de lado de un insolente soez que es lo contrario a lo que un hombre y un héroe debe ser. Lo que es más importante, no quiero ofender a mi Señor ni manchar mi testimonio exponiéndome a sexualidad constante con tal de ganar risas.

Estoy seguro de que Deadpool tendrá mucha perspicacia, buena fotografía, y hasta un buen guión. Puede que sea muy buen arte. Pero hay muchas otras películas que tienen esas cosas, y con valores más nobles. No es mi deseo decirte qué debes hacer en algo que no está absolutamente claro en la Escritura, pero esto sí puedo decirte:

“Que la inmoralidad, y toda impureza o avaricia, ni siquiera se mencionen entre ustedes, como corresponde a los santos. Tampoco haya obscenidades, ni necedades, ni groserías, que no son apropiadas, sino más bien acciones de gracias…Tengan cuidado cómo andan; no como insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”, Efesios 5:3-4;15-16.

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