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Esta es una carta que el pastor Gerson Morey escribió recientemente para la iglesia Día de Adoración, por motivo del caso de George Floyd.


Queridos hermanos de Día de Adoración,

El juicio contra el exoficial Derek Chauvin por el asesinato de George Floyd lo viví muy de cerca en el sentido que estuve pendiente del desarrollo del caso, los detalles del juicio y su conclusión el pasado martes 20 de abril.

Tengo una profunda tristeza por todo esto, y lo conversé en mi grupo de hogar con algunos jóvenes de la iglesia. Me conmovió ver de nuevo las imágenes de Floyd en el suelo, agonizando e implorando por la posibilidad de respirar. Me conmovió también ver a Chauvin sentado escuchando el veredicto final. Sin esperanza, desconcertado y condenado. Floyd y Chauvin, dos seres humanos creados a imagen de Dios, fueron afectados por esta realidad llamada pecado. Ambos fueron arrastrados por la fuerza de los impulsos pecaminosos. Uno tirado en el piso con la rodilla del otro sobre su cuello. Uno en un ataúd y el otro sentado en una corte. Me conmueven los dos, pues ambos han sentido el efecto de lo que es vivir, como pecadores, en un mundo caído.

Esto no se trata de ponerse de un lado o del otro. No siento ningún deber de tomar partido, y hasta veo innecesario demostrar que tengo o no la razón. Eso no cambiará nada. Uno permanecerá enterrado en un cementerio en Houston y el otro encerrado en una prisión en Minnesota. Tampoco veo útil expresar felicidad o desacuerdo con el veredicto final, ni muchos menos usar esto como un motivo de debate. No hace falta.

Creo que debemos estar del lado de la verdad, y no usarla para justificar una preferencia. Debemos estar del lado de la Biblia y no para usarla como apoyo a nuestros puntos de vista, ni para demostrar que nuestra postura es la más bíblica. Ante la realidad del pecado, la maldad, la injusticia y la muerte, debemos estar del lado de la verdad para lamentar y llorar. Que el Señor nos encuentre del lado de la verdad, mirando a Cristo como la única esperanza para todos. Víctimas y victimarios. Malos y buenos.

Me indigna la discriminación, el abuso, la injusticia; pero también me indigna el homosexualismo, el adulterio y la fornicación de los heterosexuales. Me indigna el aborto y ver a los niños que crecen sin papá, porque estos los abandonan o porque sus madres se embarazan sin estar casadas. Me indigna el uso y la destrucción que traen las drogas y el alcohol. Me indigna el irrespeto, las manifestaciones violentas, los tiroteos, las guerras y la inmoralidad. Me indigna mi egoísmo, orgullo, ira, maldad y falta de sensibilidad. Me indigna mi falta de justicia, amor y paciencia. Eso me indigna todo el tiempo. Por eso creo que Floyd y Chauvin me recuerdan mi propia lucha con mi pecado. Mi incapacidad para resistir siempre la maldad de mi corazón y la facilidad con la que cedo a la tentación.

Floyd y Chauvin, dos hombres amados por los suyos. Lo cierto es que hay dos familias que representan a muchas otras familias afectadas y siento una profunda pena por ellas. Me conmueve saber que como estas dos familias hay muchos que lloran. Tristeza, indignación. La pena que siento por Floyd y Chauvin me movió a expresarla en palabras. Pero también siento mucha pena por los que se aprovechan de toda esta situación y por los que celebran como una victoria la desgracia ajena. Siento mucha pena e indignación por el odio del que somos culpables todos y por la discriminacion de nuestro corazón. La misma que muchas veces pasa desapercibida y que no se denuncia ni castiga.

Todo esto me conmueve.

Para terminar, debo reconocer que esta tristeza e indignación han intensificado un anhelo que aflora con particular fuerza en días como estos. Estas cosas incitan nuestro anhelo por gloria. Una vez más, Floyd y Chauvin, reviven este deseo de mi alma por ese día cuando estemos en nuestro hogar. Un anhelo que puedo expresar en tres palabras: Ven Señor Jesús.

En Cristo,

Gerson Morey

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