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En el año 2018, Christopher Watts, un hombre de Colorado, había reportado la desaparición de su esposa y de sus dos pequeñas. Después de una exhaustiva investigación y de un intenso interrogatorio, Watts confesó su crimen. El hombre de 34 años, quien tenía una relación adúltera con otra mujer, asfixió a sus hijas de tres y cuatro años, y estranguló a su esposa que estaba embarazada de su tercer bebé. Christopher Watts fue sentenciado a tres cadenas perpetuas sin la posibilidad de libertad condicional por su escalofriante y vil crimen.

Después de ver el documental de los Watts, y recordar que durante la pandemia hemos estudiado con la iglesia los atributos de Dios (su soberanía, la naturaleza de este atributo, y sus implicaciones para nuestra vida), no pude evitar preguntarme: ¿qué pasaría si los padres de Christopher Watts fuesen parte de nuestra iglesia?

Me refiero a ellos porque dio la impresión —por lo que vi en el documental— de que ambos eran creyentes, aunque puedo estar equivocado. El día de la sentencia, los padres de Watts dieron un conmovedor discurso en la corte. Las palabras de ambos estaban sazonadas con versos bíblicos, y el espíritu sensible pero firme con el que hablaron parecía propio de un creyente.

El punto es: ¿qué pasaría si ambos fuesen parte de nuestra congregación? ¿Qué se le dice a una familia que después de esta tragedia experimenta dolor, tristeza, vergüenza, y culpa? Eso me llevó a meditar en cómo un creyente crece en su conciencia de y confianza en la soberanía de Dios.

Me preguntaba qué podemos hacer para que nuestra fe en la providencia divina sea robusta, nos prepare para el dolor, y nos sostenga en el sufrimiento. Esto resulta imprescindible, tomando en cuenta que vamos a sufrir en este mundo caído. Para los hijos de Dios, entender y confiar en la soberanía divina no es un lujo, sino una imperiosa necesidad.

¿Cómo confiar más en la soberanía divina?

Dedica tiempo a la lectura de la Biblia, la oración, y a meditar en el propósito de los problemas. La Biblia y la oración juegan un papel importante en la vida del creyente: por medio de la oración pedimos al Señor que nos capacite para confiar y por medio de la lectura bíblica la fe se produce en nuestros corazones (Ro. 10:17). Además, las experiencias difíciles son instrumentos de Dios para ejercitar y fortalecer nuestra fe en Él.

Estudia y profundiza en el conocimiento de la identidad de Dios. Pienso en lo importante que es tomar a Dios tal como se reveló en las Escrituras. Mejor dicho, debo mirar a Dios y confiar en Él, considerando la forma como Él mismo se ha presentado y cómo quiere ser conocido: un Dios de gracia y compasión. El Dios que salva pecadores.

Comprende que tu confianza en Dios es proporcional a tu conocimiento del evangelio. El grado de consciencia y confianza en la soberanía de Dios está subordinado al grado de consciencia y confianza en el evangelio. Nuestra capacidad para creer en la providencia divina está determinada por nuestra capacidad de discernir y abrazar el evangelio. Nuestra confianza en la soberanía divina no puede elevarse por encima de nuestra confianza en la gracia de la salvación. En realidad esta última determina la primera.

Confías más en la soberanía de Dios si conoces su demás atributos

Cuando pensamos en la providencia divina, no debemos separar a Dios de sus demás atributos ni ignorarlos. Si lo hacemos, somos culpables de una forma de reduccionismo. No podemos reducir a Dios solo a su soberanía, porque este atributo es solo un glorioso aspecto de su persona. Ciertamente Él es soberano, pero Dios también es misericordioso, compasivo, y bueno.

Por ejemplo, cuando solo contemplamos el amor de Dios a expensas de su justicia y santidad, entonces tenemos una visión distorsionada del Creador. No es un ejercicio legítimo, por así decirlo, asignarle a Dios un solo atributo e ignorar sus otras perfecciones. 

Con la soberanía de Dios es lo mismo. El peligro de los cristianos es que al considerar la soberanía divina, ignoremos sus otros atributos. Si lo miramos únicamente como un soberano, que tiene dominio, corremos el riesgo de mirarlo como quien hace las cosas arbitrariamente y a su antojo. 

Esto es un peligro sobre todo en los días de nuestra aflicción. Por eso, pensar en la soberanía divina a expensas de sus demás atributos también es reducir a Dios a un solo aspecto de su carácter. Pensar y ver a Dios cómo si solo fuese soberano también es una distorsión de su carácter.

Debemos profundizar en la soberanía divina teniendo presente su misericordia en nuestra mente. Una correcta y esperanzadora visión de la soberanía debe comenzar con la presuposición de Su gracia redentora. Es decir, cuando pienso en Dios como soberano, junto a ese pensamiento debe estar el Cristo que dio su vida por nosotros. Él es quien también me muestra la gracia, la compasión, y el amor divino.

El evangelio debe ser el lente que usamos para una clara y saludable visión de la soberanía de Dios. La misericordia que tenemos en Cristo es la llave que abre el tesoro de una sólida confianza en la providencia.

Esto expresa Jeremías en el libro de Lamentaciones. Él sabe que la soberanía divina está detrás de la invasión babilónica (3:37-38), y también reconoce el amor perdonador de Dios al decir: 

“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en Él esperaré”, (Lm. 3:22-24, RV60).

Necesitas abrazar con más fuerza el evangelio

Es imprescindible que los cristianos desarrollemos más confianza en el evangelio. Los hijos de Dios debemos buscar ser abrumados doblemente: primero con un sentido de indignidad por nuestro pecado y segundo con un sentido de asombro por la gracia del perdón. Si la compasión de Cristo no nos sobrecoge ni conmueve con cierta frecuencia, el sufrimiento y la aflicción sí lo harán.

Si el evangelio no es una realidad viva y abrumadora que ejerce influencia en nosotros, entonces el padecimiento tendrá ese efecto, socavando nuestra confianza en la soberanía divina. Este sentido de ser abrumados es lo que Tim Keller ha llamado “la renovación del evangelio”. En su libro Iglesia centrada, escribe:

“La renovación personal del Evangelio significa que se experimenta de verdad  las doctrinas del pecado y la gracia del evangelio, y no simplemente se las conoce intelectualmente”. Esta renovación personal implica una mayor consciencia y una convicción del pecado propio y la alienación de Dios y se produce cuando vemos en nosotros mismos niveles más profundos de justificación propia, incredulidad, y arrogancia moral nunca antes vistos. Hay una comprensión nueva, adecuada de la maravilla del perdón y la gracia a medida que nos despojamos de estas actitudes y prácticas, y descansamos solo en Cristo para la salvación”.[1]

Por eso, creer con firmeza en la gracia de la salvación nos ayudará a creer en el Dios soberano. Necesitamos abrazar con mayor fuerza la gracia redentora. La confianza en la providencia de Dios se construye sobre el fundamento de una firme confianza en Cristo como Salvador. La fe en la soberanía divina crece y da frutos en el terreno fértil de la fe en el evangelio.


[1] Tim Keller, Iglesia Centrada (Miami, Florida: Editorial Vida) 60.

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