En la dificultad, levantar la mirada
es la manera apropiada de responder.
No hacerlo es correr el riesgo
de una interpretación defectuosa de la realidad.
Levantar la mirada en el dolor
hasta que esa perspectiva se transforme en alivio y consuelo.
Levantar la mirada en la confusión,
para ver claro cuando está oscuro en la tierra.
Levantar la mirada en la prueba,
hasta que sea un hábito.
Una de esas costumbres que
con el tiempo vamos incorporando.
Una sana costumbre es.
Eso dijo un apóstol «turco» a los hermanos de Colosas:1
Levanten la mirada.2
Eso también se propuso un antiguo músico hebreo:
«Levantaré mis ojos a los montes».3
Levantar la mirada, que sea una sana costumbre,
un impulso espontáneo.