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Por las rectas y transitadas calles de Broward,1 mojadas por las lluvias de verano,
anda uno que frecuentemente de frustración y decepción se empapa.

Quiere hacer el bien, porque en su alma hay esa inclinación,
pero termina cediendo a lo contrario. Todavía el vicio mora en él.

Siente desilusión. Una mezcla de tristeza, fastidio y vergüenza;
porque cada vez que lo intenta, comprueba que no tiene solución.

Retiene pericia para pecar. Es proclive al desvío y diestro para la inmundicia.
Su débil intento por lo bueno no resiste su vigente impulso al mal.

Sabe y desea obrar lo bueno, y su conciencia lo sermonea.
Pero su cuerpo no responde y su voluntad lo desafía.

Sabe y desea hacer lo bueno. Su conciencia lo sermonea,
pero termina rendido y haciendo lo que tanto no desea.

En esa hora se desborda de rabia, con cólera e impotencia.
Sus ojos derraman aguas, amargura líquida, diluvio de lluvia floridiana.

—Miserable yo, gime. Cuán miserable me siento. ¿Por qué no cambio?¿Quién me librará de esto?

Todavía no escampa.
Desde el día que nació, las corrientes de arriba siguen cayendo.
Las aguas del perdón lo han mojado y un gran amor en él, fue derramado.
Por las calles de Broward así andamos muchos, de amor y compasión empapados.
Vamos sollozando en la lluvia, susurrando con alivio: ¡Gracias Padre por el Hijo que has dado!


Y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado (Ro 5:5).

Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno. Porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.

Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.

¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado (Ro 7:18-25).


1 Broward es un condado en el Sur de Florida.
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