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Pablo está en prisión y, en cuatro capítulos y ciento cuatro versículos, escribe el más completo tratado acerca del gozo cristiano: Filipenses.

Es una carta escrita con la intención, entre otras cosas, de agradecer a los filipenses por la ayuda monetaria que le hicieron llegar. Pero aprovechando la ocasión, el apóstol aborda otros temas y hace algunas confesiones. Es su costumbre matizar sus escritos con testimonios personales y sensaciones propias que nos permiten conocerlo mejor.

Pero estas confesiones no solo sirven para conocer más el perfil de Pablo. Dios inspiró al apóstol a escribir de esto, porque la experiencia y la realidad de su salvación está disponible para todos los creyentes. Lo que Pablo recibió y experimentó en Cristo, no está reservado solo para él, ya que puede ser la experiencia normativa, lógica, y natural de todo cristiano.

Esta preciosa y conocida expresión de Pablo, “para mí, el vivir es Cristo”, ha sido objeto de estudio por mucho tiempo. Es una de esas declaraciones que miles de tomos (de buenos comentarios, libros, y artículos que traten de explicarlo) nunca le harán justicia. Es una afirmación cargada de gran significado para el apóstol y también lo es para nosotros.

Al decir esto, Pablo hace una confesión no solo de lo que cree, sino también de cómo siente y experimenta la realidad de su salvación. Esta no es una declaración doctrinal acerca de Cristo. Más bien, es una confesión de cómo experimenta al Cristo resucitado. En otras palabras, cuando Pablo dice, “vivir es Cristo”, está intentando explicar cómo experimenta la realidad de su fe en Cristo.

Es una manera de expresar con palabras lo que las palabras nunca podrán expresar. Decir, “el vivir es Cristo”, es su forma sencilla y sincera de explicar algo extraordinario: la vida de Pablo es Cristo.

Juan Calvino decía que en el texto, “para mí, el vivir es Cristo y el morir ganancia”, Pablo quería decir que era indiferente a cualquier situación, “ya sea que viva o muera, porque, teniendo a Cristo, considera que ambos son ganancia”.[1]

Ahora bien, aunque el orden ideal para una buena interpretación sería leer el pasaje en su contexto inmediato, creo que también podemos sacar mucho provecho si damos una mirada un poco más panorámica. Es decir, si contemplamos esta expresión tomando en cuenta todo lo que Pablo ha dicho en Filipenses, también podemos darnos una idea clara, legítima y hasta más completa de lo que significa.

Entonces, ¿por qué Pablo decía “para mí, el vivir es Cristo”?

Porque Cristo es el ejemplo de Pablo

Jesús es el hombre perfecto. Vivió una vida intachable y agradó al Padre en sus acciones, palabras, pensamientos, actitudes, y motivaciones. Pero uno de los grandes modelos que nos dejó nuestro Señor fue su actitud humilde, al venir a la tierra como un simple mortal. Es decir, para Pablo, Cristo nos dejó un ejemplo de una actitud humilde, dejando su condición de Dios y por eso nos llamó a imitarlo:

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”, Filipenses 2:5-8 LBLA.

Porque Cristo es el tesoro de Pablo

En un momento de la carta, Pablo confiesa que hubo una época en su vida en que aquello que más valoraba era su herencia judía, sus logros, y su celo por la ley. En otras palabras, Pablo atesoraba su descendencia israelita. Al ser salvado, encontró que Cristo era un mayor tesoro y por eso aquellas cosas que antes estimaba ahora habían perdido su valor. Todo pierde valor en vista del incomparable valor de conocer a Cristo.

“Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús”, Filipenses 3:7-8 LBLA.

Porque Cristo es la meta de Pablo

Pablo había evaluado el valor de las cosas y vió que Cristo es incomparable e infinitamente superior a cualquier cosa que pueda obtener o experimentar en la tierra. Es por eso que Pablo hizo de Cristo la meta de su vida. Atesorarlo, amarlo, tenerlo como lo más preciado, era lo que él procuraba. Su Señor era la medalla que perseguía, el premio que su corazón buscaba.

“Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo”, Filipenses 3:8 LBLA.

Porque Cristo es la justicia de Pablo

Pablo enseñó, predicó, y defendió que la salvación es solo un regalo de la gracia de Dios. Las buenas obras no justifican a nadie ante Dios. Pablo nunca se atrevió a pensar que sus méritos le lograron el perdón de sus pecados, la aceptación ante su Creador, y su estatus de justo. Él sabía que las buenas obras no son suficientes para salvar al pecador.

Él reconocía que todo eso solo lo obtenemos en virtud de Cristo. Su Señor es la fuente de su justicia. Esa justicia que perdona, restaura, y declara justo al pecador, solo puede ser la que Jesús obtuvo por su vida, muerte y resurrección. La justicia que es de Dios por medio de Cristo, es la única a la que él se aferra. Cristo es la justicia de Pablo:

“Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe”, Filipenses 3:9 LBLA.

Porque Cristo es la esperanza de Pablo

Pablo sabe que somos extranjeros en este mundo y que el cielo es nuestro hogar. Desde ese lugar, Cristo nuestro Salvador volverá por su pueblo. Eso fue lo que dijeron los ángeles a los discípulos cuando Cristo fue llevado en las nubes frente a ellos (Hch. 1:11). El Señor volverá por su iglesia, y Pablo espera con ansias ese día. Él volverá para consumar la redención de su pueblo y dar paso a una eternidad con Él. Cristo es la esperanza del apóstol:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo”, Filipenses 3:20 LBLA.

Porque Cristo es el gozo de Pablo

Cristo es la fuente de gozo, deleite, y satisfacción del apóstol. Al mandarle a los filipenses que se regocijen en Cristo, Pablo exige algo que él mismo experimenta. Esto es llamativo porque la carta del gozo (así es como se conoce a Filipenses) es escrita desde la prisión. La pregunta que surge es: ¿cómo es posible que este hombre pueda experimentar tanto gozo estando preso? La única manera de explicarlo es afirmando que la fuente de su gozo proviene de ser salvado por Cristo, de conocer a Cristo, y de tenerlo como el mayor tesoro de su corazón. Cristo es la fuente de su gozo y él quería que así también sea en los creyentes de Filipos.

“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”, Filipenses 4:4 LBLA.

Porque Cristo es el poder de Pablo

Pablo sabe que en Cristo tenemos abundante gracia. Pero es bastante instructivo ver que, para el apóstol, la gracia no solo es perdón para sus pecados. Es decir, la gracia de Dios en Cristo no solo suple el perdón, repara, y cubre los pecados que cometemos, sino que también es poder de Dios para no pecar. La gracia también es poder que transforma, capacita, y fortalece para servir, obedecer, y glorificar a Dios. El Cristo resucitado, por medio de su Espíritu, habita en el creyente para fortalecerlo en la tentación, para sostenerlo en la adversidad, y capacitarlo para vivir para la gloria de Dios. Por eso decía:

“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, Filipenses 4:13 LBLA.

Para resumir, en Filipenses encontramos el testimonio de todo lo que Jesucristo es para Pablo. Cristo es el ejemplo que quiere imitar, el tesoro de su corazón, la meta que perseguía, la única justicia que lo hacía acepto delante de Dios, la esperanza para su futuro, el gozo que lo satisfacía, y el poder que lo capacitaba para glorificar a Dios. Todo lo que Pablo necesitaba y deseaba lo encontraba en Cristo. Únicamente en Él.

Cristo era todo para Él. Que así sea también para nosotros.


1. Calvin, John. Calvin’s Complete Commentaries | Kindle version.
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