La conmovedora y reveladora confesión que el apóstol Pablo hace en el capítulo 7 del libro de Romanos, es uno de los pasajes más importantes y consoladores para los creyentes de todos los tiempos. El apóstol, con una brutal honestidad -inusual en estos días- reconoce que en ocasiones, termina haciendo cosas que son desagradables a Dios. Aunque sabe lo que debe hacer, no obstante, termina haciendo lo contrario:
«Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago… De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí…Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado» (Romanos 7:15-25)
El gran apóstol, en estos versículos hace gala de una extraordinaria franqueza y reconoce que es arrastrado por una fuerza que lo lleva a pecar -el pecado que mora en él- a pesar de su deseo de hacer las cosas bien. Y digo que éste pasaje es importante y consolador, por tres razones en particular:
Primero, al saber que el mismo Pablo batallaba en su interior para obedecer la Palabra, nos llena de alivio puesto que los cristianos también hacemos el mal que no queremos, como el apóstol. Si Pablo tenía sus luchas, nosotros también las tendremos.
Segundo, nos debe ayudar a ser más honestos y no pretender presentarnos como personas perfectas e intachables. Si el gran apóstol fue honesto en reconocer sus luchas, nosotros también debemos serlo.
Tercero, nos ayuda a tener una perspectiva correcta en cuanto a la santidad de la vida cristiana. Porque nuestra santificación, es un proceso en la que participamos con nuestra obediencia, pero es Dios quien obra por su palabra (Juan 17:17) y su Espíritu (2 Corintios 3:18) para sanfiticarnos y transformarnos. En otras palabras, nuestro progreso espiritual no depende exclusivamente de nosotros. Podemos caer en el error del legalismo al pensar que nuestra santificación es solo un resultado de nuestro esfuerzo.
Los cristianos vamos a cometer errores y muchas veces haremos lo contrario a la palabra de Dios. Cuando eso sucede, nos llenamos de frustración, impotencia y desánimo. A todos nos pasa. Sin excepción.Pero antes que frustrarnos, debemos imitar la actitud de Pablo ante esa realidad. Porque el apóstol vio en Cristo y su sacrificio, la paga completa de sus pecados y la certeza de que Dios, ya ha provisto perdón para los mismos. Esto, lejos de ser una licencia para vivir desordenadamente, se constituye en una esperanza para el creyente, porque en nuestro intento de vivir piadosamente, vamos a cometer errores que Dios en su gracia ya los perdonó en Cristo.
Gracias a Pablo por su honestidad.
Gracias a Dios por Romanos 7.